SOBRE LOS ESCOMBROS DEL CRECIMIENTO EMERGE EL DESCRECIMIENTO
Por Miguel Valencia Mulkay
Se impone la idea del desarrollo en el mundo
En noticieros, reuniones políticas, conferencias académicas y propaganda gubernamental se reitera una y otra vez la consigna, el mantra: es ineludible la necesidad de construir más carreteras, presas, puertos, hospitales, escuelas, vías rápidas, líneas de Metro, estadios, centros deportivos, viviendas, torres de oficinas; aumentar la producción de autos, computadoras, cemento y alimentos envasados; incrementar la extracción de petróleo, metales, tierras ;elevar la industrialización de la agricultura y la ganadería; exportar más productos, contar con servicios calidad clase mundial y entrar en la sociedad del conocimiento; acrecentar la productividad y la competitividad del país: impulsar el desarrollo y la modernización de la nación. No hacerlo significaría perder la carrera en las olimpiadas del crecimiento de las naciones y ser condenada al abandono de los grandes inversionistas y al escarnio de las grandes naciones y sus medios de comunicación. Es indispensable, se nos dice hasta la saciedad, aumentar el Producto Interno Bruto, el PIB, empresa en la que trabajan día y noche los más poderosos políticos, empresarios y académicos del país y del mundo. Todo el poder del Estado se dedica a buscar las formas de explotar a mayor velocidad los yacimientos de hidrocarburos y metales y crear plantaciones en las tierras ganadas a las selvas y los bosques antiguos, a la vida silvestre; las maneras de pavimentar los campos, arroyos, los ríos, los humedales, los suelos; los modos de hacer dinero con los santuarios ecológicos, los mares, los lagos, las ruinas arqueológicas, los edificios históricos; de hacer negocios con los miedos de la población, las enfermedades, los artistas, las costumbres, los saberes, las tradiciones, la cultura; de encontrar los métodos mas apropiados para mercantilizar el suelo, el agua y el aire. Virtualmente, todo mundo-la izquierda y la derecha- está de acuerdo en este crecimiento de la producción y el consumo que se acepta desde hace algunas décadas como sinónimo de aumento de felicidad y bienestar de los pueblos. La religión de la economía impone sus dogmas todos los días, en todos los confines de la Tierra y en todos los ámbitos de la vida humana.
A l finalizar la Segunda Guerra Mundial emerge a escala mundial esta competencia por el crecimiento económico, estas olimpiadas por el aumento de la producción y el consumo. En esos años, EUA toma el dominio del mundo y lanza la idea-fuerza del desarrollo- palabra que anteriormente tenía un significado concreto, no económico- con el propósito de confrontar las ideas del socialismo revolucionario, muy poderosas en esa época, atraer a los países recientemente descolonizados y sustituir a la vieja bandera inglesa del progreso. En la “guerra fría” nace la ideología del crecimiento. En 1949, el Presidente Truman inaugura la época del desarrollo generalizable en su famoso discurso sobre el desarrollo en el mundo, en el que devalúa a todos los países que no tienen una industrialización avanzada, como la de EUA; según él, están subdesarrollados y deben hacer todos los esfuerzos para salir de esta condición degradada. Nacen poco después las instituciones mundiales y regionales “para el desarrollo” e inician las “décadas por el desarrollo”. Además, se aceptan en mayor escala las ideas del “bienestar social”, para contrarrestar la influencia de la URSS. La campaña funcionó algunas décadas, pues se logra un crecimiento económico histórico en los países poderosos del “mundo libre” e inclusive en algunos países “subdesarrollados”, como México, entre 1945 y 1975: “los treinta años gloriosos”.
EUA ensaya en este periodo nuevas formas de promover el consumo en el mundo, por medio de ciertas técnicas empresariales, como: el “marketing” o mercadotecnia (según los latinoamericanos) que incluye la utilización de una publicidad refinada; el fácil acceso al crédito para el consumo y la obsolescencia programada en gran escala. La economía de crecimiento convierte en estas décadas a los países industrializados en sociedades de crecimiento, caracterizadas por una vida de consumo y trabajo en exceso. La gran euforia de los años 60 se estrella en los años 70 con el freno del crecimiento económico en los países industrializados, la primera crisis del petróleo y la aparición de significativas cifras de desempleo. Ante la apremiante necesidad de retomar el crecimiento económico, los países poderosos adoptan en los años 80 un cambio radical a las ideas del desarrollo, e introducen: la privatización de los bienes públicos, los recortes masivos de personal, la desregulación, la financiarizaciòn de la economía, el Libre Comercio, la eliminación del “bienestar social” ; adoptan el neoliberalismo que permite la recuperación del crecimiento de los países poderosos, muy especialmente de EUA, sin importar los resultados sociales y ambientales que tenga este cambio, especialmente en los países empobrecidos por las deudas generadas por las políticas de las décadas de desarrollo.
Nace la crítica a la idea de desarrollo y a la colonización del imaginario social
El notable crecimiento económico de los países poderosos en los “treinta años gloriosos”, facilitó la introducción de nuevas tecnologías en gran escala, como la nuclear, la electrónica, la propulsión jet, las súper carreteras y vías rápidas y la industrialización de las actividades agropecuarias; fomentó el turismo, los espectáculos y las telecomunicaciones. Sin embargo, multiplicó las afectaciones ambientales y las disfunciones sociales a tal punto que en los años 70 emerge en esos países una pléyade de críticos del desarrollo, de la ciencia y la tecnología y de la economía que condujeron a la impugnación de los fundamentos del crecimiento económico: Ivan Illich, Cornelius Castoriadis, Nicolas Georgescu Roeguen, Jacques Ellul, Barry
Commoner; Guy Debord; Rene Dumont; Serge Moscovici; Donella y Dennis Meadows; Herbert Marcuse; Francois Partant; Pierre Samuel; Paul Goodman; André Gorz y muchos otros. Con el famoso informe del Club de Roma, Los Limites del Crecimiento, el mundo de los poderosos recibe un primer aviso del agotamiento de los recursos de la Tierra y de la falsedad de la cornucopia en la que basaban los economistas su entusiasmo extractivista y productivista. El libro de EF Schumacher, Lo Pequeño es Hermoso, se convierte en el libro de mayores ventas en Europa en los 70 y en el catecismo del ecologismo popular de ese continente; se desata en los 70 el vigoroso movimiento ecologista fundacional en el que se empieza a debatir la idea de reducir o frenar el crecimiento, para salvar la ecología.
El término “descrecimiento” 1 es de muy reciente utilización política, social y económica, pero, tiene raíces históricas muy antiguas que pueden hallarse en el primer socialismo y en la tradición anarquista renovada por el situacionismo, no obstante, fue formulado a final de los años 60, por Ivan Illich, Andre Gorz, Francois Partant y Corneluis Catoriadis, en términos muy cercanos a los que hoy se utilizan en el movimiento por el decrecimiento en Europa. Ivan Illich, introduce en esos años la idea de la contraproductividad de las herramientas, de las instituciones, de los sistemas, en sus libros escritos en México: La Convivencialidad; Energía y Equidad; Némesis Medica; La Sociedad Desescolarizada. Por su parte, Corneluis Castoriadis describe la colonización del imaginario social, por medio de la educación, la publicidad y el consumo; señalaba en su libro La ecología contra los mercaderes: “La ecología es subversiva pues cuestiona el imaginario capitalista que domina el planeta. Rechaza su motivo central, según el cual nuestro destino es aumentar sin cesar la producción y el consumo. Revela el impacto catastrófico de la lógica capitalista sobre el medio ambiente y sobre la vida de los seres humanos”
Años mas tarde, en 1979, el economista y matemático Nicolás Georgescu Roeguen, lanza en Francia, por no poderlo publicar en EUA, su libro clásico Demain la Descroissance (Mañana el Descrecimiento), en el que analiza el crecimiento económico bajo la perspectiva del segundo principio de la termodinámica (Entropía) y concluye que la economía ignora la irreversibilidad de las transformaciones de la energía y la materia: es una falsa ciencia; no puede haber crecimiento infinito en un mundo finito. Nicolás Georgescu Roeguen es el economista que primero preconiza con claridad el descrecimiento económico. Por otra parte, Alain Caille, desde una perspectiva sociológica y antropológica realiza una crítica demoledora de las bases de
1 La palabra francesa decroissance ha sido traducida como descrecimiento, por el grupo que ha impulsado esta consigna en México, con el propósito de darle a esta palabra una connotación política diferente a la que ha impuesto el pensamiento económico y científico y eliminar el galicismo que probablemente entraña esta palabra al ser introducida al español en el siglo XIX, en la traducción de textos científicos franceses. Sin embargo, el movimiento nacido en España en 2007, casi al mismo tiempo que el grupo mexicano por el descrecimiento, ha traducido esta palabra como decrecimiento.
la economía, como una ciencia.
El fracaso de las ideas del progreso y del desarrollo en los países empobrecidos (el Sur), unido a la pérdida de los símbolos, guías y referentes en los países poderosos (el Norte), a causa del consumismo exacerbado y a las perversidades de la ciencia y la tecnología, condujeron a estos pensadores a la idea del descrecimiento, como forma de acción social y política. Empero, la crisis ecológica global añadió una nueva dimensión determinante en este proceso. El descrecimiento tiene entonces una doble filiación: se configura, por un lado, a partir de la toma de conciencia de la crisis ecológica y por el otro, al filo de la crítica a la economía, la Tecnociencia y el desarrollo.
Recuperación del crecimiento económico con el neoliberalismo y el nacimiento del movimiento por el descrecimiento.
La crisis de los 70, provocó cambios profundos en la visión económica de los países poderosos, por la caída del crecimiento económico: condujo al neoliberalismo. Este modelo impuesto por Margaret Thacher y Ronald Reagan inició el desmantelamiento de las consideraciones sociales que habían dominado en los “treinta años gloriosos” e la introdujo la globalización, con apoyo de nuevas tecnologías. El crecimiento económico impulsado por el neoliberalismo, a partir de los años 80, exacerbó a tal punto las anomias o disfunciones sociales en los países ricos y las afectaciones ambientales a escala mundial que provocó la agudización de las protestas de socialistas y ecologistas contra este nuevo modelo que resultó muy fortalecido por la caída de la Unión Soviética a finales de los 80. En 2002, se reúnen en París tres corrientes de pensamiento ligadas a la crítica radical del crecimiento económico: el grupo de Ivan Illich, los estudiosos del pensamiento de Corneluis Castoriadis y los economistas cercanos al pensamiento de Nicolás Georgescu Roeguen, con el fin de analizar la situación del mundo y tratar de unificar ideas y acciones en torno al crecimiento económico. En 2003, después de una terrible ola de calor que mató a mas de 10,000 ancianos en París, un conjunto de pensadores franceses – Serge Latouche, Alain Caille, Paul Aries, entre otros, lanzan un manifiesto por la decroissance: que da inicio a un movimiento por el descrecimiento, primero en Francia, luego en Italia, España e Inglaterra y ahora en Canadá, Dinamarca, Alemania, México, Argentina y otros países. Latouche, frecuentemente designado como “teórico del descrecimiento” señala en su libro La Apuesta por el Descrecimiento, Se trata de demostrar que si bien un cambio radical es una necesidad absoluta, la elección voluntaria de una sociedad de descrecimiento es una apuesta que vale la pena de ser llevada a la practica, para evitar un regreso brutal y dramático. p 15
Que es el descrecimiento El Descrecimiento es pues un simple lema político, una consigna, un llamado al orden; una palabra - obús, como dice Paul Aries, que no tiene una teoría en el sentido clásico de la palabra, pero que pretende profundizar en el abandono de los objetivos de crecimiento por el crecimiento mismo, por lo que podría ser definido mas bien como la búsqueda de un estado de “Acrecimiento” (sin crecimiento), como se dice “Ateo” (sin dios). Se trata, entonces, del abandono de una religión: la religión de la economía; es una bandera bajo la cual se agrupan aquellos que han iniciado una crítica radical del progreso y el desarrollo; una propuesta política que invita a huir del totalitarismo economicista, desarrollista y progresista; que invita a erradicar de nuestras propuestas políticas las palabras crecimiento, progreso y desarrollo, debido a sus consustanciales implicaciones depredadoras, contrarias a la sana convivencia y supervivencia humana. Más carreteras, más automóviles, mas aeropuertos, más celulares, más computadoras, más aviones, contenido del real de la palabra desarrollo, implica más depredación, más devastación ecológica y mas injusticia. Es importante repetirlo mil veces: El futuro del ser humano nos es el auto climatizado para todos. El descrecimiento entraña, en efecto, compartir mejor las cosas del mundo, pero, implica también cambiar radicalmente la forma en que se produce y se consume en el mundo: trabajar y consumir mucho menos de lo que hoy trabajan y consumen las clases medias en el mundo.
La ideología del crecimiento está moribunda, a pesar de los millones de seres humanos que se sacrifican en sus altares; a pesar de la virtual unanimidad con la que los ciudadanos y los políticos todavía se quieren aferrar a este salvavidas perforado. Por lo mismo, se inventan subterfugios para hacernos más comestible este envenenado platillo y así se inventan términos como el “ecodesarrollo“, el “desarrollo sustentable“2; el “otro crecimiento” el “crecimiento con rostro humano” y otros términos que demuestran que este falso dios esta moribundo. Sin embargo, se le siguen sacrificando las generaciones futuras.
La victoria de la contrarrevolución conservadora de las últimas décadas ha vuelto cada día más inútil este costoso mito, pues los ricos ya no tienen vergüenza de ser cada día más ricos mientras la miseria se generaliza en el mundo. La crisis financiera del 2008 confirma su nuevo poderío. Para el neoliberalismo sobra ya el 80% de los
2 El movimiento por el descrecimiento se deslinda totalmente del llamado “desarrollo sustentable”, al que denuncia como una tentativa de encantamiento de la sociedad para el rescate de la idea del desarrollo. No sólo porque se trata de un oxímoron – el desarrollo es en los hechos contrario a la sustentabilidad- sino por la pretensión de novedad que entraña la eufemización del desarrollo por medio del adjetivo sustentable creado por la tecnocracia de habla inglesa. El desarrollo bajo cualquier calificativo implica siempre crecimiento económico, profundización de las inequidades y destrucción de la Naturaleza.
seres humanos y las patronales mundiales advierten “¡Dejen de soñar! habrá que trabajar mucho más para ganar los mismo”. El empleo no tiene futuro en el mundo del crecimiento económico y el desarrollo. La corriente política del Descrecimiento estima que los ciudadanos debemos aplicarnos de inmediato en la destrucción del mito del crecimiento, del desarrollo.3 El crecimiento económico no es en ningún sentido una necesidad absoluta natural; sólo es posible llegar a ello después de que se ha instalado en una sociedad el principio de la división y la competencia. Las sociedades primitivas son sociedades contra la existencia del Estado y de la economía, con el propósito de proteger su integridad. Los pueblos originarios no rentabilizan sus actividades, no porque no puedan hacerlo sino porque no lo desean, porque pone en peligro su cultura. El rechazo a la mercantilización de la vida y al crecimiento económico es muy antiguo y continúa hasta nuestros días: no sólo los “ludditas” que destruían maquinas al inicio de la Revolución Industrial o los llamados trabajadores “sublimes” que en el Siglo 19 inventaron el San Lunes y se negaban a trabajar más allá de lo estrictamente necesario o los menonitas y los amish que colectivamente se opusieron a la industrialización en puerta en Alemania, sino también, a principio de este siglo 21, muchos campesinos y gente de las ciudades se oponen a diversas formas de modernidad, para conservar su manera de ser y su cultura. Gritan, como en San Salvador Atenco o en La Parota “La Tierra No se Vende”. Todavía una parte de la vida social e individual de hoy en día, en el dominio asociativo y amoroso, escapa al cálculo económico. Sin embargo, la mayoría de la población urbana quiere ganar más dinero y gastar más dinero del que gana; los científicos no se detienen frente a investigaciones muy riesgosas como la nano tecnología, los transgénicos o la nuclear y sigue vigente aquello de que todo lo que es técnicamente realizable acabará por serlo: no detendremos la clonación humana sin cambiar de ideología. El crecimiento económico es por la tanto una elección que hace una sociedad, imponiéndose una disciplina para lograrlo.
Nuestra sociedad depende de una organización fundada en la acumulación ilimitada. Este sistema está condenado al crecimiento; cuando el crecimiento se detiene, aparece la crisis, el pánico y la guerra. El consumo por medio del crédito introduce la necesidad del crecimiento. Colonizada por la lógica financiera, la economía se convierte en un gigante desequilibrado que no se mantiene de pie sino gracias a una carrera perpetua que destruye todo a su paso. Los gobiernos y los Estados tienen también la necesidad de crecer para conseguir la cuadratura del círculo fiscal. Se
3 La resilencia del desarrollo y del desarrollismo es muy grande tanto en los países poderosos como en los empobrecidos: existe una verdadera alergia a la idea de descrecimiento. El desarrollo es motivo de confrontación entre organizaciones en la escena alternativa, altermundista, progresista, que se pronuncian a favor del desarrollo sustentable y los movimientos por el descrecimiento. En el Norte, Ignacy Sachs declara en este nuevo siglo hoy mas que nunca el desarrollo es una idea-fuerza
establece así, con el sistema neoliberal, una dictadura de las tasas de crecimiento. Casándose con la razón geométrica que preside la lógica del crecimiento económico, el hombre occidental ha renunciado a la mesura. Con un alza del 3.5% anual del PIB se consigue una multiplicación por 31 en un siglo y por 961 en dos siglos. Con una tasa del 10% anual, que es la que tiene China hoy en día, se obtiene una multiplicación por 736 en un siglo. ¿Puede creerse que es posible un crecimiento infinito en un planeta finito? La desmesura del amo y dueño de la Naturaleza, ha tomado el lugar de la antigua sabiduría que consistía en insertarse en un ambiente explotado razonablemente. Estamos en este mundo moderno en el delirio de lo cuantitativo. ¿Cómo imaginar que el PIB mundial que era de 6 billones de dólares en 1950, que se ha convertido en 43 billones en 2000, pueda aumentarse a 172 billones de dólares en 2050, como lo pide el Banco Mundial, sin destruir totalmente los equilibrios de la Naturaleza?
El crecimiento duradero de la época moderna sólo ha sido posible por la creciente mundialización, por la exportación de la miseria a todo el mundo, especialmente al África y a Latinoamérica; pero, la crisis actual del crecimiento se debe a la imposibilidad física de desterritorializar aún más sus posibilidades. Un crecimiento mundializado tendrá como consecuencia una catástrofe generalizada. Más del 70% de los ecosistemas de la Tierra están severamente afectados. Como ha dicho Lacan: el capitalismo funciona muy bien. Ciertamente, nada triunfa como el triunfo, pero, sucumbirá a su propio éxito. La civilización occidental tiene el privilegio de haber inventado un modelo de ganar dinero que ha funcionado mejor que cualquier otro en la historia; pero, no debemos olvidar los valores nacidos en el Siglo de las Luces que han hecho florecer la idea de la autonomía y de la democracia, nacidos también en Occidente. Libertad, Igualdad y Fraternidad que son todavía ideales por conseguir. Por lo mismo, es necesario no olvidar que la ideología de crecimiento nacida hace poco mas de medio siglo es también una hija bastarda de Occidente: nunca una civilización ha llevado tan lejos su confusión de valores, gracias a su fe en las supuestas leyes económicas. La economía ha envenenado nuestra vida y nuestro futuro inmediato. Para sobrevivir, debemos salir de la economía tan pronto sea posible.
Los limites del crecimiento, tema fundamental en el descrecimiento, están definidos a la vez por el volumen de los recursos naturales no renovables y por la rapidez de regeneración de los renovables. Por milenios, en la mayor parte de las sociedades, la utilización de estos recursos estuvo limitada por las comunidades, sin embargo, la rapacidad de la economía moderna y la desaparición de los frenos comunitarios han transformado los aprovechamientos en una depredación sistemática de los mismos. Nada se opone realmente hoy en día a la destrucción de la ecología. La competencia comercial y los mercados libres de hoy en día tienen efectos devastadores en la biosfera. Nada detiene a los buscadores de oro como nada detenía a los garimpeiros del Amazonas. En nuestro sistema, cualquier capitalista o cualquier homo
economicus opera igual que un buscador de oro. La modernidad ha eliminado la reciprocidad que tenían los pueblos originarios con la Naturaleza. El sistema jurídico moderno, al considerar los recursos naturales como una mercancía fomenta su rápida destrucción. Para colmo, los neoliberales proponen la erradicación total de los bienes comunes o commons, como el agua, por medio de su privatización. El establecimiento de los límites del crecimiento es el gran reto intelectual y político de nuestro tiempo.
Descrecer o retroceder
“Si pudiéramos efectivamente imaginar un modo de producción menos destructivo del ambiente, éste sería un “retroceso” altamente deseable. Pues en realidad lo que fuera un retroceso para nosotros sería de hecho un gran avance para los pueblos del tercer mundo. Esto no pondría en cuestión sino el confort de una minoría muy pequeña de la población mundial que ha vivido hasta nuestros días de una forma muy anormal” nos dice Francois Partant.
En los países poderosos crecen los neo rurales, los neo campesinos, los neo artesanos: los que abandonan el mundo moderno y buscan una “vida simple” alejada de loca carrera de la economía. El Slow Food, la Slow Life, el Downshift, La Vía Campesina, las empresas cooperativas de autogestión, los sistemas de intercambio local, los bancos èticos o mutualidades de crédito de riesgo, entre otros. Dentro de un cuadro de “post desarrollo” y en la construcción de una sociedad de descrecimiento se redescubre el valor de los saberes locales frente al conocimiento científico que pretende imponer su dominio en todos los campos.
Por qué descrecer
Existen muy buenas razones para apostar por el Descrecimiento: el desastre social y ambiental del mundo moderno, podría ser motivo suficiente, sino es que el desastre mundial de las instituciones, de los gobiernos, del sistema jurídico, de los asuntos financieros, y de la paz, entre otros aspectos, también obligan a apostar por el Descrecimiento, para evitar una hecatombe. Todas estas crisis mundiales tienen su propia autonomía, pero se retroalimentan entre sí y tienen su origen en lo mismo: en el crecimiento económico sin límite.
El crecimiento económico es responsable directo del desastre ambiental que afecta al mundo entero. Según la Naciones Unidas, el 75 por ciento de los ecosistemas de la Tierra están severamente afectados, seis mil especies desaparecen por año, el calentamiento global reduce 5 % cada año la producción agrícola mundial y la disponibilidad de agua dulce; los mares son ya una cloaca en la que ha desaparecido la mayor parte de la pesca. Se agotan rápidamente los dones de la Naturaleza como el petróleo, los metales, los bosques, el suelo fértil; estamos a pocos años del pico del petróleo y de los metales, lo que significa que pueden dispararse pronto sus precios y causar un colapso económico y político. De acuerdo con los científicos, el calentamiento global puede significar la elevación de más de siete grados en la temperatura promedio hacia el fin del Siglo 21; pero, una elevación mayor a cuatro grados centígrados puede significar la destrucción del actual sistema ecológico, incluyendo a la especie humana. Todos los indicadores ambientales están en rojo, en todo el mundo: desertización; perdida de biodiversidad, contaminación del aire, del agua, de los suelos; desaparición de los glaciares en los polos y elevación del nivel del mar y desplazamiento de miles de millones de personas por motivos ambientales. El crecimiento económico ha disparado la producción de desechos, de basura, humos, de gases, de contaminantes en la atmósfera; ha disparado la tala de árboles, los vertidos venenosos sobre ríos, lagos y mares, el consumo desmedido de energía, agua dulce, metales, maderas y otros bienes de la Naturaleza; además, provoca una enorme y creciente crueldad sobre los animales. Es ya excesiva la devastación ambiental en el mundo entero. ¡La Tierra no aguanta más!
La Tierra no puede absorber más de tres mil millones de toneladas equivalentes de carbono, sin embargo, desde 1990 ya enviábamos seis mil a la atmósfera; como seremos nueve mil millones de habitantes hacia el 2050, tenemos una cuota de carbón por persona de cinco kilos por año, y si aplicamos nuestros valores de igualdad, los estadounidenses deben reducir doce veces sus consumos; seis veces los europeos; pero, los hindúes podrían aumentar 120% sus consumos, los pakistaníes, podrían duplicarlos y así otros países, en la medida de sus actuales consumos.
El crecimiento económico es responsable, también, del desquiciamiento social mundial. Nunca antes han sido tan grandes las desigualdades entre los países poderosos y los países sometidos a su dominación. Sólo el ingreso del 1% de los ricos del mundo significa el ingreso del 63 % de los más pobres de la Tierra. Tres familias de las más ricas de la Tierra tienen un ingreso superior al PIB de los 48 países más pobres del mundo; con sólo el 4% de la riqueza de las 225 personas más ricas del mundo se podrían dar acceso a las necesidades mínimas de toda la población del planeta. Mil millones de personas no tienen acceso al agua potable. Sin embargo, los poderosos del mundo gastan en armamento anualmente más de un millón de millones (un billón) de dólares, mientras mil doscientos millones de personas viven con un dólar diario. En EUA y en Europa, se dispara la cantidad de casos de depresiones, bipolaridades, angustias, esquizofrenias, psicosis, y la toxicomanía (drogas, alcohol, juegos de azar y de dinero), el stress, los problemas alimentarios, y las sicopatías: auto mutilaciones, déficit de atención con o sin hiperactividad, fobias, etc. En las sociedades opulentas hay más muertos por suicidios que por accidentes de transito. Las escuelas de estas sociedades ricas se han convertido en uno de los lugares más violentos del país. La violencia domestica reclama cada día más victimas: son ahora la primera causa de muerte e invalidez entre las mujeres de 15 a 44 años. En Francia cada semana una mujer es asesinada por su pareja; esta violencia conyugal es el motivo del 60% de las intervenciones nocturnas de la policía en Paris. Violaciones, agresiones sexuales, animalidad sexual, hostigamientos, violencia en el trabajo, violencia psicológica, agresión publicitaria, embrutecimiento electrónico, contaminación visual, todo esto aumenta sin cesar entre los países llamados desarrollados.
La propuesta por el descrecimiento
La propuesta del Descrecimiento nace de los escombros de la sociedad de crecimiento; nace de la evidencia de la destrucción social y ambiental que ocasiona la moderna ideología del crecimiento; la crisis ambiental global coincide con la generalización del mal vivir, tanto en los países opulentos cómo en los países empobrecidos. Esta crisis ambiental y social global y otras, encuentran explicación en los esfuerzos de las empresas y los gobiernos por el crecimiento: se trata ya no de crisis aisladas sino de algo más importante: una Crisis de Civilización: una crisis de valores o de simbolización de nuestra sociedad moderna.
Confrontado con la exigencia de presentar alternativas, el movimiento por el descrecimiento no puede formular propuestas en los términos del realismo que exigen el pensamiento económico y el desarrollismo dominantes, ya que de entrada rechaza el universalismo de los valores de la economía, descarta por aberrantes los cálculos de costo-beneficio. El descrecimiento, lo reiteramos, es una crítica radical de las sociedades de mercado. La crítica radical exige soluciones no menos radicales y el hecho de que sus audaces propuestas sean difíciles de realizar no las hace por ello menos necesarias. Desde luego, no son propuestas” llave en mano” comparables a las propuestas desarrollistas, basadas en las premisas de la economía. Se trata precisamente de utopías, de utopías motrices y creativas, susceptibles de abrir los espacios cerrados y las perspectivas obstruidas. Por otra parte, la construcción de una sociedad de descrecimiento tendrá que ser necesariamente plural. Como tal, el descrecimiento no es realmente una alternativa concreta, es más bien la matriz que libera una multiplicación de alternativas concretas por ensayar.
Para la inmensa mayoría de los seres humanos, la alternativa real no está entre crecimiento o descrecimiento sino entre recesión o descrecimiento. En efecto, el descrecimiento no significa un crecimiento negativo; entraña más bien un descrecimiento elegido por la sociedad, aceptado por la mayoría. Una recesión es siempre dramática para los humildes, pues no hay nada peor que una sociedad de crecimiento sin crecimiento. El descrecimiento no es por lo tanto realizable en una sociedad de crecimiento: El proyecto de descrecimiento es un proyecto político que consiste en la construcción de sociedades autónomas y ecónomas, tanto en los países enriquecidos como en los países empobrecidos; es un proyecto que inicia con la descolonización de imaginario social.
Para realizar la ineludible descolonización del imaginario y ganar la apuesta del descrecimiento, Latouche, confía en la llamada “pedagogía de las catástrofes”, término acuñado por Denis de Rugemont. Ciertamente los desastres pueden conducir a reacciones del tipo “fascista”, sin embargo, las fallas de la mega maquina que oprime al mundo que son fuente de insoportables sufrimientos, pueden servir, también, a la toma de conciencia, al enjuiciamiento del sistema, al rechazo (el caso nuclear después de Fukushima) y desde luego a las revueltas. Como lo señala el famoso filósofo Hans Jonas “vale mas prestar atención a la profecía de la desgracia que a la de felicidad”. No por el gusto masoquista por el Apocalipsis sino para conjurarlo. Como lo advierte Jean Pierre Dupuy en su libro Por un catastrofismo esclarecido el verdadero problema es que “no llegamos a dar un peso de realidad suficiente al futuro, en particular al futuro catastrófico”
En el Norte, el descrecimiento es un imperativo para elevar la calidad de vida: es urgente desligar el bienestar del PIB, lo que exige una ruptura con el sistema. Latouche propone cambiar de rumbo con un programa radical, sistemático, de 8 Rs: revaluar; re conceptualizar; reestructurar; redistribuir; relocalizar; reducir; reutilizar; reciclar. Estos ocho objetivos interdependientes son susceptibles de impulsar un círculo virtuoso de descrecimiento sereno, convivencial y sostenible. Estos objetivos entrañan lo mismo revolución que retroceso, cambio radical de dirección e innovación que repetición. En lo que concierne a las sociedades del Sur, el objetivo del descrecimiento no puede concebirse en los mismos términos, ya que todavía no son en su gran mayoría sociedades de crecimiento. Intentar el descrecimiento en el Sur, es intentar el desenvolvimiento, es decir: la eliminación de los obstáculos a la expansión de sociedades autónomas y desencadenar un movimiento en espiral para colocarse en la orbita del circulo virtuoso de las 8Rs. Este esquema teórico común dibuja el objetivo deseable pero, no excluye las modalidades de la puesta en práctica, las etapas, los compromisos y las transiciones.
En el punto más alto del círculo, la revaluación, nos recuerda que el descrecimiento es ante todo un combate por los valores; un rechazo a la sociedad de trabajo y de consumo, no sólo por sus excesos, (Paul Aries) sino por la monstruosidad de su cotidianidad. La revaluación pasa, pues, por la descolonización del imaginario. Se requiere por lo tanto una revolución cultural; es imprescindible abandonar la idea de una expansión ilimitada. Por otra parte, en el punto más bajo del círculo de la 8Rs, la relocalización, resulta el medio más importante para conseguir el descrecimiento; implica volver a una vida y una economía local; implica volver a considerar el territorio donde vivimos. Consumir lo que se produce en la ecorregión: Producir lo que se consume en la ecorregión. El descrecimiento busca un nuevo re encantamiento del mundo, el re encantamiento que generan los poetas, los pintores y los estetas de toda especie, en resumen: los especialistas de lo inútil, de lo gratuito, del sueño de las partes sacrificadas de nosotros mismos: el hombre habita en el mundo como un poeta (Heidegger).
Miguel Valencia Mulkay