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30 de marzo de 2010

El Decrecimiento será socialista o no será

23-04-2009


El Decrecimiento será socialista o no será

Enric Mompó
Rebelión


Las teorías del decrecimiento económico, defendidas en su día por Nicolás Georgescu-Roegen, están a la orden del día entre la izquierda anticapitalista europea. Sus defensores resaltan la urgencia de detener el tren desbocado de la economía capitalista, que amenaza con llevar al planeta entero a la catástrofe, para sustituirla por un nuevo modelo social y económico, que sustituya el consumismo y el productivismo atroz, por el ocio, la vida social y el desarrollo de las cualidades humanas. Algunos critican al marxismo por haber asumido el modelo desarrollista del capitalismo, aceptando uno de los principales mitos de éste: el crecimiento como panacea de todos los males.

Sus críticos aluden a los estrechos límites en los que se mueve. Su desarrollo teórico al margen de las relaciones y la lucha de clases, lleva a sustituir el proyecto revolucionario por un llamamiento a adoptar en el seno del capitalismo formas individualizadas de resistencia, basadas en el consumo racional y la vuelta a la agricultura local y ecológica, sin plantear un modelo social y económico alternativo coherente. Los objetivos se alcanzarían mediante un cambio de mentalidad de la mayoría, pero en ningún momento se habla de cómo conseguirlo, especialmente en un mundo en el que el gran capital dispone del poder y de inmensos recursos para manipular a la sociedad. En la problemática norte-sur, la mayoría de los decrecentistas defiende la bandera del etnocentrismo frente al imperialismo cultural del capitalismo occidental. La idealización de las culturas locales no sería otra cosa que el reverso exacto del occidentalcentrismo hoy imperante. Se sustituye la apología del imperialismo cultural, por la exaltación de las culturas autóctonas, como si en éstas no existiera la explotación del hombre por el hombre y no existieran opresores y oprimidos. Está claro que no todo es tan sencillo.

Las teorías del decrecimiento tienen importantes limitaciones y graves contradicciones que hay que cuestionar, pero también debemos rescatar sus virtudes.

Sus más y sus menos

La primera y quizás la más importante es la denuncia de que el capitalismo y su máscara el crecimiento económico indefinido) constituyen una amenaza mortal para el planeta y la humanidad. La necesidad de reproducción infinita del capital se estrella con la tozuda realidad, vivimos en un planeta con enormes recursos, pero limitados. El desarrollismo (en todo el mundo) y el consumismo desenfrenados (en las metrópolis imperialistas y entre las clases dirigentes de los países coloniales y semicoloniales) llevan a la agudización de la depredación de los ecosistemas y al agotamiento de los recursos. En 2004 la huella ecológica de la humanidad era de 1,25 (los planetas como el nuestro necesarios para mantener la producción y el consumo actuales). Pero la huella ecológica de un norteamericano y un afgano no son comparables. Tampoco el consumo de las clases sociales es el mismo. El consumo de la burguesía no es el mismo que el de las clases trabajadoras Para sobrevivir, el capitalismo hipoteca nuestras vidas y también las de las generaciones venideras. Pan para hoy, hambre para mañana Agota los recursos minerales, expolia la biodiversidad sin darle tiempo para recuperarse, contamina el planeta y lo llena de deshechos. El antropochovinismo es la coartada para tranquilizar los temores y la conciencia: cuando se presente el problema, la ciencia y la técnica al servicio del ingenio humano encontrarán la solución. La fe ciega en la ciencia y la técnica no es pensamiento científico, sino superstición.

Otra de las ideas clave del decrecimiento, es la crítica al desarrollismo que durante muchos años hizo suyo el movimiento socialista. No hablamos del ala “izquierda” del capitalismo que, como la actual socialdemocracia pretende transformarlo para hacerlo más tragable, sino de los que pretenden sustituirlo. Esto les ha llevado a hacer una crítica injustificada de Marx y Engels. Es cierto que a lo largo de la historia la mayoría de las corrientes del movimiento socialista abrazaron el modelo desarrollista. El capitalismo era un enorme salto cualitativo de las fuerzas productivas, con respecto al feudalismo y los modos de producción anteriores. La humanidad, por primera vez en su historia, tenía la posibilidad de liberarse de la escasez y la penuria, y de la extrema dependencia de la naturaleza, que le acompañaban desde la noche de los tiempos. Marx y Engels lo comprendieron perfectamente, pero esto no significa que no denunciaran los aspectos negativos (el empobrecimiento de la tierra, la contaminación…). No profundizaron en la cuestión porque en aquella época no constituía una amenaza seria para la supervivencia del planeta. El desarrollo de las fuerzas productivas permitiría la emancipación de la esclavitud del trabajo (de sus aspectos más penosos y alienantes) y la naturaleza (no como su dueño y señor, sino como su gestor, que aprovecha el conocimiento de sus leyes en su propio beneficio, sin destruirla, ni perjudicarla). No se les puede atribuir los errores que cometieron sus seguidores.

Hay que encuadrar cada situación en su momento histórico, sino corremos el riesgo de no entender nada. La mejora de las condiciones de vida de los trabajadores y la mayoría de la sociedad estaba asociada a la superación del capitalismo, que permitiría un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas. Esto hizo que muchos socialistas abrazaran el modelo desarrollista, como una especie de cornucopia moderna que llevaría a la humanidad a la sociedad de la abundancia sin fin y les impidió comprender los aspectos destructivos que se acumulaban con el capitalismo. Socialismo era más de todo para todos. La era de las conquistas científicas y tecnológicas prendió en la mayor parte del movimiento socialista, que hizo suyo la noción capitalista del progreso y la exaltación de la inteligencia humana como fundamento del nuevo pensamiento mágico. Pero también hubo corrientes minoritarias que se plantearon la cuestión. Todo esto está ampliamente desarrollado por John Bellamy Foster en su libro “La ecología de Marx”[1]y no es necesario que nos extendamos más.

La revolución bolchevique tuvo como tarea prioritaria crecer, porque el primer paso para su supervivencia era escapar de la miseria generalizada, que el feudalismo zarista primero, la I Guerra mundial y la guerra civil después, habían provocado. El socialismo no podía ser la socialización de la miseria. Lo que correspondía en aquel momento era el desarrollo planificado, democrático y participativo. Lamentablemente la revolución no escoge los escenarios en los que se desarrolla. Ideas tan admirables como la “democracia obrera” y “el control y la participación de los trabajadores en las fábricas y el destino del país”, casaban mal con la realidad de una Rusia feudal y analfabeta. La que tenía que ser la primera dictadura del proletariado (es decir, del 90% de la sociedad) se transformó en una siniestra y sanguinaria dictadura sobre el proletariado. La carrera entre la URSS y el capitalismo, para demostrar qué modelo era más eficaz en el crecimiento fue una aberración del estalinismo, para justificar la razón de ser de la casta burocrática que usurpaba el nombre del socialismo. En esa carrera el capitalismo demostró ser más eficaz, hasta el punto de convertir la vorágine productivista en un peligro para todos.

El socialismo no compite con el capitalismo para ver quien crece más. Abre la vía a una realidad cualitativamente distinta: la de la planificación solidaria, democrática y participativa de la producción, la de la economía al servicio del ser humano (y no al revés). La libertad y la felicidad consisten en la satisfacción de las necesidades reales de las personas y en la potenciación de sus cualidades, y no pueden basarse en un modo de producción que inventa cada día nuevas necesidades para que la gente produzca y consuma más y más, en una carrera demencial hacia la nada, que sólo beneficia al capital.

Algunas de las posiciones más extremas de los teóricos del decrecimiento corren el peligro de caer en el antiindustrialismo. El capitalismo pretende justificarse con el mito del crecimiento ilimitado como la senda hacia el paraíso de la abundancia infinita, y con el de que, gracias a la ciencia y la técnica, siempre se encontrará una solución a los problemas. Cuando hay malas noticias (cambio climático, agotamiento de los recursos) a veces existe la tentación de querer matar al mensajero. Industria, crecimiento y desarrollo, ciencia y técnica, son conceptos vacíos si no los situamos en un momento y en manos de una clase social concreta. Los instrumentos no son buenos, ni malos, todo depende de lo que pretendamos conseguir. La ciencia y la técnica al servicio del capital pueden destruir el mundo, pero también pueden ayudarnos a preservarlo y a regenerarlo, si el objetivo es el beneficio de la humanidad y su entorno. Si crecer implica expoliar la naturaleza, con el objetivo de obtener ganancias inmediatas, sin que importen las consecuencias, es negativo; pero si crecer implica aprender las leyes de la naturaleza en nuestro beneficio, conscientes y responsables de que hay que preservarla para las generaciones venideras, no hay nada que decir.

El crecimiento de las fuerzas productivas que supuso el capitalismo fue positivo en su momento, porque permitió a una parte de la humanidad mejorar su calidad de vida. El objetivo del socialismo y los movimientos antiimperialistas fue que estas mejoras pudieran llegar a todos y no sólo a una minoría. El contexto ahora es más complicado. Los primeros intentos de llevar a cabo el socialismo fracasaron, y el capitalismo en plena senilidad ha pasado de ser un factor positivo a convertirse justo en lo contrario.

¿Capitalismo o socialismo?

El crecimiento capitalista no es la panacea de los males de la humanidad, sino una de sus causas. Pero ¿Cómo superar el capitalismo? Una cuestión en la que existe una gran confusión y que el fracaso histórico en la construcción del socialismo no ayuda a aclarar. Los partidarios del decrecimiento han lanzado esbozos interesantes sobre algunas cuestiones, pero se escabullen a la hora de plantear un modelo de sociedad.

¿Capitalismo o socialismo?, ¿Defendemos la posibilidad de reformar el capitalismo o asumimos que la sociedad que defendemos está en abierta ruptura con él? A lo largo de ciento cincuenta años los partidarios de reformar el capitalismo han acabado convirtiéndose en sus más firmes defensores. ¿Puede existir un capitalismo que no sea la dictadura del capital? No, incluso en las “democracias” más “avanzadas” las leyes del mercado, es decir, las necesidades de reproducción infinita del capital, son las que imperan, las que derriban y ponen gobiernos, las que hunden y levantan países y las que condenan a millones de personas a la miseria. El emperador Obama fue puesto en el trono por obra y gracia del espíritu del capital, y es él y sólo él, el que decidirá si continúa o tiene que ser destronado. El capitalismo que existe (algunos se empeñan en llamarle neoliberalismo) es el único capitalismo posible, porque es el que obedece más fielmente las necesidades del capital.

Entonces ¿porqué añadir más confusión?, no puede existir una sociedad del ocio, vida social y altruismo en su seno, ni tampoco un consumo responsable (salvo como una opción individual o claramente minoritaria, muy loable pero totalmente insuficiente). No puede existir un capitalismo verde, o ecológico que sea consecuente y no una máscara para vender más. No, por la sencilla razón de que esas cuestiones están en abierta contradicción con sus leyes. El consumo responsable, la lucha eficaz por el medio ambiente, el fomento de la fraternidad sólo serán posibles, en una sociedad en la que no imperen las leyes del capital, el socialismo (a todos nosotros nos toca darle contenido).

Veamos dos ejemplos. Recientemente el profesor Carlos Taibo[2], al que admiro por muchos de sus trabajos, defendía entre otras cosas, la idea de reducir el horario laboral recortando los salarios, para crear más puestos de trabajo (asegurándose de que el dinero irá a parar a los trabajadores y no a los empresarios). ¿Quién le pone el cascabel al gato?, ¿la democracia?, ¿la constitución? ¡La idea que hay que defender es justamente la contraria!, hay que recortar las horas de trabajo, pero sin reducción de los salarios (salvo para una minoría, el poder adquisitivo de los salarios no permite grandes alegrías). El salario de los que se reincorporen a los nuevos puestos debe venir de las ganancias empresariales. No es nuestra función hacer de consejeros del capital. La escala móvil de horas de trabajo y de salarios, tan olvidadas hoy día, tenían la virtud de desarrollar la conciencia de los explotados. Pedirle a los trabajadores que acepten voluntariamente la reducción de sus ya reducidos salarios, con la idea de que el dinero no da la felicidad ralla el absurdo. Ellos le contestarían: ¿La crisis? ¡Qué la paguen los ricos!

También no hace mucho, en una entrevista en El País a Serge Latouche[3] , le preguntaron si sus teorías no eran algo utópicas. El teórico se descolgó diciendo. “Es una revolución y toda revolución implica un cambio de mentalidad”, para después hablar de la revolución de mayo de 1968 “que no fue violenta” (por si alguien se asustaba ante el término), “cuando la gente salió a la calle a pedir otro modelo de vida. No fue un cambio tan espectacular como la revolución francesa, pero sí trajo transformaciones. El planeta necesita que cambiemos de estilo de vida”. Los límites de mayo del 68 marcaron su fracaso y la vuelta de De Gaulle al poder. Las transformaciones a las que alude fueron un simple maquillaje para el capitalismo francés siguiera intacto. Un cambio de la conciencia de la mayoría es necesario, pero no es suficiente, sino se encarna. Una revolución es el parto de una nueva sociedad, no una operación de cirugía estética. ¿Violencia? Depende. Eso sí, no la deseamos. En cualquier caso, la encarnación de esa conciencia no puede ser obstaculizada por una minoría que se resista a perder sus privilegios. Mientras tanto hay que tener claro que, con los mecanismos de la democracia burguesa se pueden ganar batallas pero no la guerra. No despreciamos las batallas, pero no tenemos que perder de vista que el objetivo de cada batalla, es ganar la guerra.

(Publicación EN DEFENSA DEL MARXISMO)
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[1]JOHN BELLAMY FOSTER. “La ecología de Marx”. Materialismo y naturaleza. Ed. El Viejo Topo.España 2004.
[2] CARLOS TAIBO. Rebelión. En Defensa del decrecimiento.23.03.09
[3] SERGE LATOUCHE. El País, 30.03.09

29 de marzo de 2010

Combatir la Pobreza Suprimiendo a los pobres

29-10-2008


Combatir la pobreza suprimiendo a los pobres

María Eva García Simone
APM


Con la teoría maltusiana como punto de partida, Estados Unidos prevé “terminar” con la pobreza de las regiones periféricas por medio de un plan sistemático.


Existe una creciente disparidad entre el poder económico que ostentan los países desarrollados en desmedro de los países subdesarrollados, como los latinoamericanos. En este contexto de desigualdad socioeconómica, las grandes víctimas de las crisis financieras protagonistas del escenario mundial -no sólo en la actualidad sino también históricamente- son los pobres. (Ver: “La incertidumbre domina el escenario”. APM 17/10/2008) Millones de personas padecen hambre en el mundo, diversas carencias, enfermedades producidas por la falta de atención sanitaria, restricción al acceso a la educación, desocupación, entre decenas de otros males producidos por las políticas capitalistas que gobiernan el orbe.

Según estimaciones del Banco Mundial (BM), desde 1981 hasta la actualidad, la tasa de pobreza disminuyó en América Latina, teniendo como base el ingreso de dos dólares por día en relación con los precios del año 2005. No obstante, este supuesto decrecimiento de la cantidad de pobres no es suficiente para reducir de manera considerable la pobreza y la indigencia de estos países periféricos.

A su vez, estas cifras del poco creíble organismo financiero internacional parecen dejar de lado las sucesivas estrategias inflacionarias que se suscitan en estas tierras, tras la suba de los precios internacionales, la caída de la rentabilidad de las producciones y los reiterados avatares del sistema económico mundial que tienen como principales víctimas a los países subdesarrollados.

A medida que la brecha asciende entre ricos proxenetas del sistema y pobres carentes de satisfacción de sus más mínimas necesidades, las políticas dirigidas desde los centros de poder -como Washington- hacia los países marginales o subdesarrollados, se centran en la reducción de los beneficios hacia las poblaciones de estos últimos.

En este tejido de falencias sociales y económicas agudizadas por las acciones o inacciones de las clases poderosas, el sistema -que produce con su avance mayores desigualdades- plantea una solución al tema: la planificación familiar.

El conflicto del hambre y la pobreza en las regiones subdesarrolladas se analiza, desde la perspectiva estadounidense a través de la teoría del economista y demógrafo Tomas Malthus. De acuerdo a este estudioso de la población, la misma tiende a crecer más rápidamente que la oferta de alimentos disponibles en el mundo.

En el mundo actual, una de las crisis que más víctimas presenta a diario es la crisis alimentaria. Entre discusiones teóricas por la Soberanía Alimentaria de las regiones -el uso de alimentos para generar combustibles y los precios de los mismos- millones de personas continúan muriendo de hambre y otras millones padeciendo la ausencia del pan de cada día en sus mesas. (Ver: “El mundo sigue con hambre”. APM 19/10/2008)

En los días que corren, 923 millones de personas padecen hambre y las cifras continúan su curso sin que exista un freno que logre disminuir el sufrimiento y la desidia por la atraviesan estos seres.

En este aspecto, la solución sostenida desde las grandes potencias hegemónicas no recae en el replanteamiento de las estructuras sociales y económicas internacionales que generan desocupación y miseria, sino que -por el contrario- se basa en el simplismo de reducir la cantidad de nacimientos para evitar la procreación de “nuevos pobres”.

Tal como lo afirma Eduardo Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina, “incorporadas desde siempre a la constelación del poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el menor interés en averiguar si el patriotismo podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única forma posible de la política internacional”.

De esta manera, algunos de los dirigentes latinoamericanos y las oligarquías optan por seguir al pie de la letra las directivas de las potencias, hipotecando el presente y el futuro de los latinoamericanos. Del mismo modo que sucedió en el pasado con los pueblos originarios.

En su libro Ensayo sobre el principio de la población de (1798), el británico Malthus sostiene que cuando se produce un aumento de la producción de alimentos superior al crecimiento de la población, se estimula la tasa de crecimiento. Por otro lado, si la población aumenta demasiado en relación a la producción de alimentos, el crecimiento se frena debido a las hambrunas, las enfermedades y las guerras.

Por consiguiente, este análisis conlleva a la idea de que la medida tendiente a revertir los males de la humanidad se encuentra en reducir el crecimiento poblacional, sobre todo de aquellas zonas con escasa producción y rentabilidad. Es así como el Banco Mundial -uno de los principales promotores de la panificación familiar- advirtió el en 2007 que: “los donantes adinerados y los organismos de ayuda están perdiendo de vista la utilidad de los anticonceptivos, la planificación familiar y otros programas de salud reproductiva para el proceso de desarrollo”.

Según el informe “Cuestiones de población en el siglo XXI: la tarea del Banco Mundial”, esta ausencia de medidas regulatorias de la tasa de natalidad acarrea una depreciación del crecimiento económico, ya que esta entidad internacional considera que el número de nacimientos de un país se halla íntimamente ligado a pobreza endémica, la educación inadecuada y las elevadas cifras de muertes maternas e infantiles.

La teoría de Malthus contradecía la creencia optimista, prevaleciente en el siglo XIX, según la cual la fertilidad de una sociedad conduciría el progreso económico. En este sentido, aquellas naciones que alcanzaron ese deseado progreso y someten a sus reglas a las demás, consideran dicha teoría como argumento para generar campañas esterilizadoras en territorios pobres.

Existen decenas de ejemplos de campañas esterilizadoras financiadas por Estados Unidos en América Latina en connivencia con las autoridades y organismos locales. Es así como en México, diferentes organizaciones denunciaron estas operaciones forzosas llevadas a cabo por el gobierno, destinadas a eliminar la pobreza. Esta acción fue incentivada por el Fondo para la Población de las Naciones Unidas (FPNU), que propuso al Estado la alternativa de negociar una parte de la deuda externa del país a cambio de aplicar dicho programa.

Asimismo, en Perú, durante los gobierno de Alan García y Alberto Fujimori, se desarrolló un “Programa de Planificación Familiar” dirigido a combatir a las masas pobres. Los métodos utilizados constituían un peligro contra la vida, ya que en muchos de los casos provocaron infecciones, perforaciones intrauterinas, o efectos secundarios ocasionados por las drogas anticonceptivas.

A su vez, en Brasil, según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Población publicado en 1997, la esterilización se aplicó al 40 por ciento de la población como un método de control demográfico. En este sentido, el país promueve la esterilización gratuita en hospitales públicos para toda persona mayor de 25 años de edad.

De esta manera, los esfuerzos de quienes pretendían mejorar los niveles de existencia de aquellos seres signados por la desidia de sus gobernantes, fueron opacados por el crecimiento de las políticas de planificación familiar o esterilización sostenidas desde los intereses hegemónicos con el fin de controlar la tasa de natalidad de las regiones dependientes.

Así como el catedrático y sacerdote anglicano Malthus entendía al excesivo crecimiento demográfico como contrario al progreso económico, Estados Unidos -desde la década del sesenta con el inicio de la “Alianza para el Progreso”– comenzó a considerar al control de la natalidad como una manera de frenar las reacciones revolucionarias latinoamericanas ante la creciente demanda de alimentos y mejoras del nivel de vida.

Asimismo, el ensayo maltusiano pretende señalar que el aumento de la producción de alimentos obedece a una progresión aritmética y el crecimiento del número de seres humanos lo hace según una progresión geométrica. Por lo tanto, se considera como una cuestión positiva al control natural, es decir, a aquellas guerras, epidemias o hambrunas que definen la muerte prematura de las sociedades.

A su vez, el británico postulaba que si se pretende evitar la necesidad de ese control natural, se debería proceder a limitar de forma voluntaria el crecimiento demográfico, a través del retraso de la edad nupcial o de la abstinencia sexual, si era necesario.

Es preciso considerar que esta teoría resulta para las potencias mundiales y sus objetivos obsoleta, debido a que fue formulada en el siglo XVIII. Por ende, estos centros de poder han decidido no sólo fomentar ese “control natural” acrecentando el número de guerras y muertos víctimas de la violencia, del hambre, de las enfermedades, de la ausencia de asistencia sanitaria en las regiones más vulnerables del planeta, sino también considerar al control de la natalidad como otro factor decisivo para la vigilancia de estos territorios.

Entonces, se puede decir que el plan maltusiano ha sido desarrollado, haciéndolo aún más siniestro y sistemático. Cabe considerar que Malthus debido a su condición de religioso anglicano estaba en desacuerdo con las disposiciones de control de natalidad.

Así como lo enuncia el escritor uruguayo Galeano en el libro citado, los crímenes ya no se difunden en las crónicas rojas, sino en las estadísticas de la FAO (organismo para la Agricultura y la Alimentación subordinado por la ONU). (Ver: “La mesa no está servida”. APM 06/06/2008)

Latinoamérica no sólo sufre las altas tasas de mortalidad infantil, sino que también debe obedecer a los planeamientos de control de la natalidad derivados de las políticas hegemónicas. En este sentido, para Robert McNamara, ex presidente del Banco Mundial, uno de los mayores obstáculos para el crecimiento económico de América Latina es la explosión demográfica.

Sin embargo, el continente aún presenta grandes extensiones de tierras sin poblar y el hambre continúa en aumento. ¿Será que en lugar de medidas de control de natalidad, se requieren políticas de producción y generadoras de puestos de trabajo que tiendan a revertir la situación de desempleo y miseria?

Tal como lo escribe Eduardo Galeano: “El imperio (Estados Unidos) propone ahora, con más pánico que generosidad, resolver los problemas de América Latina eliminando de antemano a los latinoamericanos”. A través de políticas eugenistas, es decir, de medidas con una inclinación hacia la perfección de la humanidad a través de la eliminación de los nuevos pobres, en el sentido darwiniano, neomalthusiano y fascista (eugenista era la concepción hitleriana acerca de la sociedad alemana), las potencias mundiales pretenden conservar sus dominios.

megarciasimone@prensamercosur.com.ar

28 de marzo de 2010

Agricultura suburbana. Abrazo productivo a la ciudad

Agricultura suburbana

Abrazo productivo a la ciudad


En la periferia de la ciudad de Camagüey, avanza un programa integral para incrementar la obtención de alimentos, que se ha convertido en ejemplo para otros territorios.

Por CARIDAD CARROBELLO (nacionales@bohemia.co.cu)
Fotos: ANTONIO PONS (
foto@bohemia.co.cu)
Bohemia



(11 de marzo de 2010)

En medio de la terraza donde nos encontramos, un racimo de platanitos manzanos invita a probarlos. También se disputan la primacía tentadora, cocos, melones y el dulce especial de la casa, una natilla hecha con leche del ordeño de esa mañana, cubierta de caramelo.





Dentro de poco las producciones de hortalizas obtenidas mediante el cultivo semiprotegido se harán notar en el municipio agromontino


En la finca La Encantada, ubicada en los alrededores de la ciudad de Camagüey, todo es armonía. Sus propietarios son Gladys Rodríguez y Oscar Torres, un matrimonio que entrega al Estado leche de vaca, carne porcina, y se inicia en la cría de toros.

Estos socios de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) José Antonio Echeverría cuentan que están integrados al programa de agricultura suburbana y han ampliado sus producciones gracias a la tierra recibida en usufructo, que ya tienen limpia de marabú y cercada por cuartones. En ella han plantado caña, king grass y pangola, para asegurar el alimento del rebaño vacuno y el guarapo que dan a los cerdos.


En la finca la estancada, Oscar Torres elabora el alimento para que sus vacas incrementen la producción total a 15 mil litros de leche


Al ganado mayor estarán dedicadas más de 39 mil hectáreas de tierra, que representan 61 por ciento de las fincas planificadas para el llamado cinturón productivo de la ciudad agramontina. Les siguen en número las 456 fincas para cultivos varios, con más de cinco mil hectáreas.

Mediante un recorrido por la carretera circunvalante de la urbe provincial, Ángel Peláez Pérez, director de la empresa pecuaria Triángulo 3, muestra los cambios que se están produciendo en el anillo de diez kilómetros que abraza a la ciudad.

Su empresa es una de las que integran el programa de agricultura suburbana, con el objetivo de lograr una mayor oferta de alimentos frescos a la población de la ciudad de Camaguey, procedentes del propio municipio. Este suministro hoy solo cubre la quinta parte de lo consumido, y se debe traer el resto desde otros territorios distantes, con un gran gasto de combustible y merma de los productos.

Peláez llama la atención sobre la recuperación de muchas áreas que en esta franja estuvieron infectadas de marabú, la siembra de pastos y forrajes, el aumento en las entregas de la leche a la industria, además del crecimiento de la masa vacuna —que en toda su empresa llega a más de dos mil cabezas—, así como de las crías de ganado equino y ovino-caprino.

Para elaborar el programa de agricultura suburbana se estudiaron los suelos y el agua disponible, explica Darío Batista, subdirector de cultivos varios y responsable del proyecto en Camagüey



Un tema que le ocupa ahora son los portones de identificación de sus entidades ganaderas tan próximas a la bella ciudad, pues deberán tener un diseño común y mejorar aún más el aspecto con hileras de cocoteros en las entradas.

No es un elemento trivial. Constituye parte de la habitual buena imagen que identifica al vaquero camagüeyano, la cual, según Jorge Salas, de la finca Rancho Alegre, en la CCS José Antonio Echeverría, está llena de pinceladas propias y hasta excluyentes: “Nosotros no concebimos vernos con zapatillas deportivas y gorra, ni acarreando las reses en una bicicleta”.

Proyección a corto plazo

Darío Batista García, subdirector de cultivos varios y responsable del proyecto de agricultura suburbana en Camagüey, expone a los reporteros de BOHEMIA los detalles del programa.

Un total de mil 419 fincas han sido previstas hasta el 2015 —puntualiza—. El programa de agricultura suburbana va paso a paso: luego de declarar listas 75 fincas en 2009, en los cuatro años siguientes el esfuerzo será mayor, con mil 91; y entre 2014 y 2015, las 248 restantes.




El mejor futuro genético para las crías ovino –caprinas está garantizado con los resultados de la granja Los Pinos



Las fincas constituyen la célula fundamental en el proceso, ya que está demostrado el alto sentimiento de pertenencia y de productividad que caracteriza a este tipo de organización productiva. Existirán 144 dentro de 21 entidades estatales; 210, en 17 Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), 45 en ocho Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y mil veinte en 15 CCS.

El dirigente acude a una presentación digital, ya conocida en otras partes del país, como muestra del pormenorizado estudio efectuado. Frente al gráfico del territorio, el cual curiosamente asemeja una tinaja camagüeyana, explica que el proyecto queda integrado por tres zonas de desarrollo: el espacio externo de la ciudad de Camagüey y los aledaños de Altagracia y San Blas.

El área total del proyecto es de casi 65 mil hectáreas, de ella el terreno agrícola constituye un 80 por ciento. En este se habían reconocido como ociosas más de seis mil hectáreas, que ya fueron entregadas a los solicitantes.

Darío insiste en que hay un concepto científico detrás de este trabajo. Han sido consideradas las características químicas, físicas y morfológicas de la tierra, además de las exigencias fisiológicas de las especies que serán plantadas.

Se clasificaron seis grupos de suelos. Los aptos para plátano, otras viandas, hortalizas, granos, y frutales, constituyen un 48 por ciento, mientras que para el resto se determinaron otros usos, fundamentalmente para la cría de animales y la plantación de árboles, aunque en un 17 por ciento de estos también pudieran desarrollarse siembras de arroz, vegetales y otros granos, con ciertos manejos en su utilización.


La buena imagen es muy importante para el ganadero camagüeyano, asegura José Salas


Por ser la producción de viandas el objetivo fundamental de esta propuesta, fue importante identificar el potencial hídrico de embalses y el subsuelo en el área suburbana.

Administradas por el Ministerio de la Agricultura, existen 34 micropresas. Los recursos explotables de agua subterránea están evaluados solo en la zona al norte de la ciudad de Camagüey (la de mayor perspectiva); por este déficit, hay que cultivar variedades vegetales resistentes a las sequías.

En la actualidad, el área bajo riego representa el ocho por ciento de la dedicada a los cultivos varios, pero existen condiciones de suelo, agua y electricidad para llegar a la mitad de ellas. En la medida en que mejoren las posibilidades económicas del país, pudieran acometerse inversiones en sistemas de riego, circuitos eléctricos y obras hidráulicas con fines agrícolas, las cuales han sido minuciosamente consideradas, concluye el subdirector de cultivos varios de la provincia.

Pensar con luz larga

Las limitaciones económicas actuales de Cuba obligan a maximizar la eficiencia interna en el uso de los recursos. De ahí que entre los productores de la agricultura suburbana en Camagüey resulte indispensable el conocimiento y manejo de técnicas como la tracción animal, el empleo de abonos orgánicos, el control biológico de plagas, entre otras.


El municipio de Camagüey genera el 20 por ciento de los alimentos que consumen sus 300 mil habitantes; otros territorios aportan el resto, con gran gasto de combustible, merma de calidad de los productos. La agricultura suburbana busca corregir esta situación


Ya está en marcha la capacitación para productores de alimentos en condiciones sostenibles, con la colaboración de la Escuela Provincial de Capacitación, los Institutos de Producción Agrícola (IPA), de Sanidad Vegetal, de Suelo, la Estación Experimental de Pastos y Forrajes, el Laboratorio de Veterinaria, el Instituto de Viandas Tropicales de Camagüey, y agrupaciones como Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) y la ANAP.

Para el control biológico de enfermedades y plagas en los cultivos existen tres laboratorios de producción de entomófagos y entomopatógenos con una capacidad limitada. Esto no responde a los requerimientos de protección fitosanitaria de las siembras planificadas, por lo cual urge la organización de otros centros especializados en dicha elaboración.

El nuevo proyecto intenta reducir al mínimo el gasto de recursos también en la cunicultura


Aparejado con los resultados del campo, hay que hacer funcionar bien el engranaje de la comercialización, entre otras exigencias. La red de acopio y distribución actual tiene aquí cuatro subcentros, ubicados en Santa Rita, Calle del Medio, Galán Mora y La Yaba. Desde ellos deben partir los suministros a los mercados.

Luego de observar lo que ha ocurrido con el incremento de la producción en otros territorios del país, es necesario tener ojo previsor y fortalecer la comercialización con la creación de puntos de recepción de mercancías cerca de los productores para que estos acarreen hasta allí sus cosechas, y recogerlas de inmediato.

Asimismo, hay que mirar con luz larga el aprovechamiento de los picos productivos y el uso de los residuos de cosechas. De ahí que se piense desde ahora en elaborar conservas.

El territorio cuenta con siete miniindustrias dentro de la agricultura urbana y cuatro a nivel de municipio. Además está la fábrica El Mambí, que prevé duplicar la capacidad de procesamiento de tomate y frutas con nuevas instalaciones. Pero tanto las unidades pequeñas como la fábrica enfrentan una limitante con los envases.

Poner la vianda donde va

El proyecto de agricultura suburbana ha estudiado la demanda alimentaria de la población del municipio de Camagüey y las necesidades en perspectiva hasta 2015, incluso teniendo en cuenta el crecimiento poblacional. Las producciones de cultivos varios y pecuarias son las que más deberán crecer.



Sembrada de viandas, frutales y vegetales está la finca de Nicomedes, a quien le ha nacido un verdadero amor por la tierra y el orgullo de sentirse útil


Frente a una máquina de riego en la UBPC de cultivos varios Victoria 2, Jesús González, su administrador, valora que los camagüeyanos pueden ser tan buenos productores de viandas como de ganado. En contra del esquema de criar solamente ganado, se tendrá que ir potenciando poco a poco la cultura de sembrar.

Su tesis la ha puesto a prueba desde que recientemente se ocupara de administrar esta cooperativa que —casi en ruinas durante el pasado año por la ineficiencia y el golpe rematador de los huracanes— ha logrado ir saliendo a flote.

“Lo primero fue el rescate del numeroso grupo de trabajadores que se nos había ido de aquí”, dice Jesús, y amplía que el éxodo estuvo originado en la falta de motivación, pues no se lograban las producciones, el marabú campeaba y los salarios disminuían.

“Ahora organizamos las áreas por fincas y el sistema de pago es por resultados. Diversificamos la producción con cerdos, conejos, patos, ceba de toros, acuicultura. Estamos recuperando las áreas de guayaba y pensamos restablecer la miniindustria. En 2009 cumplimos el plan de cosecha y vamos a crecer en 2010.”



Igual a este centro de doma, habrá otros 14 en el municipio de Camagüey. La yunta de bueyes es considerada uno de los más importantes recursos de sostenibilidad agrícola



Al entusiasmo del administrador de la UBPC se une la reflexión de hacer una agricultura científica: “En esta área del cordón de la ciudad tenemos que ser serios productores de viandas y granos.

Para ello, cada siembra debe tener un expediente tecnológico, contar con gente conocedora al frente, y calcular las posibilidades reales de sacarle más a la tierra. Por ejemplo, con las seis máquinas de riego que recuperaremos el año que viene, podremos rotar nuestros suelos hasta 2,5 veces. Eso dará más producción.”

No muy lejos de aquí se encuentra la granja estatal Victoria 1. Luis Enrique Curró, director de la empresa de cultivos varios del municipio Camagüey, expone que allí están a punto de cosecharse extensas áreas de plátanos, además de boniato, malanga y yuca.

Idael Bencosme, administrador de la granja, sueña con un salto productivo para el actual año, de no haber contratiempos atmosféricos: “De aquí saldrán rastras de viandas”, asegura.

La agricultura suburbana en la ciudad de Camagüey ha incorporado a nuevos productores. Ejemplo del naciente amor por los cultivos es Nicomedes Pérez Rey. Tiene buenos resultados con sus calabazas empaladas y se destaca en el aprovechamiento máximo de la tierra, con tomates y otros cultivos intercalados entre las siembras de guanábana, anón, chirimoya, limón y otros frutales.

Ya se llama a sí mismo campesino. Disfruta con el paisaje, los árboles, ver crecer sus posturas, y sobre todo con poder contribuir a alimentar a los camagüeyanos. “He tenido muchas ocupaciones. Pero la tierra me reclamó, pedí mi pedacito en usufructo y ahora es cuando más feliz y útil me he sentido en mi vida.”

Producir más con menos

La estrategia de potenciar la producción agrícola en las zonas suburbanas de Cuba comenzó en 18 localidades del país, como respuesta al llamado del presidente de los consejos de Estado y de Ministro, general de ejército Raúl Castro, de producir alimentos con el menor uso de combustible y potenciando las iniciativas locales.

Entre las razones que validan este proyecto está acercar al productor las áreas de cultivo, y las cosechas al consumidor: ello permite el empleo más racional del transporte y de la fuerza de trabajo, y garantiza una comercialización más ágil y con calidad.

El aprovechamiento de tierras hasta ahora cubiertas de marabú y otras malezas, ha estado entre las prioridades. Adolfo Rodríguez Nodal, director del Programa Nacional de Agricultura Urbana, ha dicho que la iniciativa consiste en utilizar mejor las zonas aledañas a ciudades y poblados en un radio de dos a diez kilómetros de distancia, muchas hasta ahora improductivas. A la vez acerca el suministro a esas comunidades, en las cuales reside más del 75 por ciento de los cubanos.

Fuente: http://www.bohemia.cu/2010/03/11/nacionales/agricultura-cubana.html
Información proporcionada por el Dr. Raúl Olmedo.

El Mundo según Monsanto: un libro para dejar de comer tranquilo

DOCUMENTAL:

EL MUNDO SEGÚN MONSANTO:
un libro para dejar de comer tranquilo



El documental "El Mundo según Monsanto", difundido por la televisión francoalemana Arte, traza la historia del principal fabricante de organismos genéticamente modificados (OGM), cuyos granos de soja, maíz y algodón se propagan por el mundo pese a las alertas ecologistas. El documental señala los peligros resultantes del crecimiento exponencial de los cultivos de transgénicos, que en 2007 cubrían 100 millones de hectáreas, con propiedades genéticas patentadas en un 90% por Monsanto. Asimismo, habla de la por muchos afortunada "biotecnología" que no es más que la inovación para acelerar el envenenamiento de las especies en la tierra, las multiples demandas de agricultures a Monsanto por no respetar la raiz natural de las semillas y los daños a centenares de habitantes las cuales no ha sido difundidas, asi como el contrabando en los certificados de semillas.

La investigación, de tres años, se basó en miles de documentos oficiales, publicaciones científicas y artículos encontrados en Google.

Su autora, la periodista francesa Marie-Monique Robin, estuvo en nuestro país el pasado 5 de marzo, en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara, hablando en torno al tema. (Información obtenida por Greenpease México).

Los link de descarga son 11, los cuales les anexo para su revisión y debate:

1 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=rbR_eW4yIKY

2 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=eWs8gjjqpTc&feature=related

3 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=YBJ8O1Lsv6o&feature=related

4 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=kqD8x34iupA&feature=related

5 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=kJZuWXHApdI&feature=related

6 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=Xb40ve9eWJk&feature=related

7 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=zQZQHoNxeAc&feature=related

8 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=ox3_kXYgypI&feature=related

9 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=qgveI3eUKHE&feature=related

10 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=iQ_r5HD16yM&feature=related

11 de 11: http://www.youtube.com/watch?v=NMjKfbgFa80&feature=related


Es momento de abrir el debate en todos los espacios, pues nos estan envenenando poco a poco y empobreciendo miles de campesinos a lo largo del mundo.


"DIGAMOS ¡NO! A UN MUNDO TRANSGÉNICO"

Atte:
DULCE KARINA FIERROS BARQUERA
" Crear vida requiere ciertas cualidades de las que carece el individuo impotente.
Destruir vida sólo requiere una cualidad: el uso de la fuerza. El individuo que no puede crear,
quiere destruir… es la violencia del inválido, del individuo a quien la vidanegó la posibilidad
de expresar positivamente sus potencias humanas » Erich Fromm
Movimiento "Descrecimiento UNAM"
http://descrecimiento.blogspot.com

26 de marzo de 2010

Decrecimiento: Contra el Mito del Crecimiento Económico Ilimitado

DECRECIMIENTO:
CONTRA EL MITO DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO ILIMITADO


JOSÉ BELLVER // DECRECE MADRID

Sábado 16 de enero de 2010. Número 117

El concepto de decrecimiento es un ariete contra el mito del crecimiento económico ilimitado en una tierra finita, que no ha hecho sino agravar las desigualdades sociales y el deterioro ecológico global. El crecimiento indefinido es a su vez consustancial al capitalismo, que opta siempre por una huída hacia delante. La propia idea de “capitalismo verde” es por tanto una falacia. Lo único posible, a la par que necesario, es un cambio radical de la estructura social y económica.


Pero el decrecimiento no se propone como una receta, ya que en él confluyen diversas tradiciones de transformación radical del sistema. El esquema decrecentista se ubica en tres esferas: la individual, la colectiva y el cambio político. En lo personal, propone esencialmente la simplicidad voluntaria, la autoproducción o la reducción de la dependencia del mercado, que se oponen frontalmente a la sociedad de consumo. En lo colectivo (indisociable de lo individual), la autogestión y la autoorganización son fundamentales en iniciativas como cooperativas de producción, de consumo o sistemas de intercambio no mercantil. Pero sin cambio político, todo esto será marginal. Promovemos, pues, la reducción y el reparto del tiempo de trabajo; redistribución de la riqueza; banca pública; sustitución del PIB como referente de progreso; participación colectiva desde lo local; relocalización de la producción; agroecología; rediseño sostenible de las ciudades; fomentar la prevención frente a la reparación; reconversión de los sectores más contaminantes, a nuevas industrias basadas en el reciclaje y el cierre de ciclos... Y, en general, la reducción del consumo mediante incentivos al ahorro y penalización del despilfarro.

En definitiva: el decrecimiento no es ir hacia atrás, sino más bien ‘echar el freno’ y replantear conceptos como ‘felicidad’ y ‘progreso’, que se encuentran más en la justicia social, el desarrollo personal y el equilibrio ambiental que en el crecimiento económico ilimitado.

22 de marzo de 2010

Copenhague, una manipulada conferencia semioculta para unos 4.800 millones de personas ausentes

Copenhague, una manipulada conferencia semioculta para unos 4.800 millones de personas ausentes




Rómulo Pardo Silva

http://www.malpublicados.blogspot.com/





Aunque se trataba de la supervivencia de la especie humana los medias de los empresarios dieron la mínima información sobre el encuentro. Nada comparable con la cobertura para las Torres Gemelas o el campeonato mundial de fútbol en Sudáfrica. El objetivo era defender sus egoístas intereses minimizando su conocimiento y el consiguiente rechazo social.

En Dinamarca no hubo transparencia y apego a las normas internacionales. Se aplicó la prepotencia y el cinismo de los políticos occidentales sobre gobernantes tributarios. El documento final fue preparado semanas antes por los países ricos y se hizo público después de asegurar el acatamiento de los representantes de los pueblos víctimas. De los 193 estados presentes sólo fueron consultados en su formulación 25. Los mandatarios independientes y responsables por el futuro fueron excluidos y los valientes manifestantes jóvenes de la sociedad civil reprimidos con la violencia de antiguos colonialistas en las calles.

La delegada de Venezuela, Claudia Salermo, dice que para la jornada final habían sido convocados a las 20 horas para "conocer… el texto que 25 países seleccionados de los que ellos llamaron los líderes más importantes, representativos del mundo, habían llegado a un acuerdo… ". A las 23 horas "mientras esperábamos… en la plenaria formal de las Naciones Unidas… sale una rueda de prensa de todos los principales lideres europeos y Obama mostrando éste es el acuerdo de cambio climático”… "todos… nos tuvimos que acercar a las pantallas de televisión para ver de qué se trataba ese acuerdo que nosotros, los Estados soberanos del mundo, en ese momento desconocíamos". Después de siete horas el presidente de la Cumbre, el primer ministro de Dinamarca, Lars Loekke Rasmussen, ingresó "diciendo: 'En este momento les van a repartir el texto, éste es el acuerdo y esta reunión está suspendida para que ustedes lean esto y en algún momento se les va a convocar por la pantalla nuevamente". "Cuando el primer ministro… apareció… todos los delegados estaban dormidos sobre las mesas esperando… y simplemente lanza el texto… y dice que se va". Salerno explica que se lastimó la mano golpeando la mesa y el pulsador para que se le permitiera el derecho a expresarse "… golpeé tan duro la mesa, y mi indignación era tan grande que no me di cuenta y se me rompió la mano… ensangrentada…".

Los representantes de Cuba, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, y Venezuela se opusieron. La representante dice, "fuimos los únicos países que nos paramos y dijimos no vamos a aceptar que ningún imperio nos impongan ningún acuerdo de 25 cuando somos 192 países soberanos". También Sudán, como Presidente del Grupo de los 77, y Tuvalu declararon que el documento era inaceptable.

La propuesta de los desarrollados fue aprobada por la mayoría de los delegados y Naciones Unidas, mediante el expediente de ‘tomar nota’, la consideró como el acuerdo de la conferencia, pero la falta de unanimidad le impidió ser adoptado como acuerdo oficial.

El texto de mayoría expresa las conveniencias de los países ricos: formula compromisos sin carácter obligatorio; permite aumentar la temperatura global hasta en 2 grados, lo que podría significar 3 grados según un experto, cuando los científicos advierten de no superar el límite de 1,5 grados; admite el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero, contra el criterio científico que declara insoslayable una reducción de al menos el 45% para el año 2020, y del 80 al 90% para el 2050; hace posible no establecer acuerdos obligatorios optando por el acuerdo político de intenciones; omite compromisos concretos de financiamiento y transferencia de tecnologías a los países en desarrollo como parte del cumplimiento de las obligaciones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

El documento se limita a la idea de que los países desarrollados participen en una llamada movilización de recursos que se dice pueden ser públicos o privados, una fórmula con que pueden seguir contaminando comprando en los mercados del carbono la reducción de emisiones de países en desarrollo. Intenta dar por concluido el Protocolo de Kioto sin fijarle un segundo período de obligaciones, por el cual los responsables históricos del calentamiento, Europa y Estados Unidos que desde 1860 han depositado el 76% de las emisiones de CO2 acumuladas en la atmósfera, han aceptado reducciones cuantificadas de emisiones hasta alcanzar niveles que permitan el control del problema. Persigue anular el Plan de Acción de Bali, de 2007, que acordó que los países desarrollados tendrían obligaciones de mitigación en tanto los en vías de desarrollo aportarían voluntariamente.



Estados Unidos que quema el 25% del petróleo mundial, ofrece 30 mil millones de dólares para los próximos 3 años y llegar a una suma de 100 mil millones en 2020 mientras su gasto militar en el año 2008 fue de 711 mil millones de dólares y de 170 mil millones de dólares sólo en sus operaciones de guerra en Iraq y Afganistán.

Los países del ALBA fueron los únicos que señalaron sin vacilaciones ante los 193 gobiernos que la causa de que el hombre tenga amenazado su futuro es el capitalismo con su forma de producir y consumir que explota y empobrece irracional e irreparablemente la naturaleza. Los presidentes Evo Morales y Hugo Chávez les señalaron que la única vía de solución para todos es el socialismo solidario y sustentable.

El enfriamiento del clima exige medidas muy duras en la sociedad capitalista. Para reducir las emisiones de gases invernadero tendría que paralizar producciones que son lucrativas y propias de su estilo de vida consumista. Hacer que sus privilegiados ciudadanos consuman menos. En Copenhague se negaron a hacerlo.

Para obligarlos no hay una población cohesionada, informada, libre de la publicidad consumista; ni partidos socialistas fuertes.

Dada la realidad mundial no se debía esperar algo muy diferente. El predominio en los países desarrollados y en desarrollo de los empresarios, necesariamente ambiciosos, violentos y abusivos, la corrupción de gobernantes dependientes, 2.500 millones personas en la pobreza, 1.100 millones sin agua potable, 2.600 millones sin servicios de saneamiento, más de 800 millones de analfabetos, más de 1.000 millones de hambrientos, el manejo sin contrapeso de los medios de información privados… hacen extremadamente difícil la constitución de un bloque social político de resistencia a la burguesía global/local.

Así se explica que avalaran el incumplimiento de su responsabilidad a los países ricos, gobiernos que tienen millones de pobres como Brasil, India, China, Sudáfrica; políticos sumisos a empresariados que persiguen ser potencias futuras o funcionarios estatales vinculados a capitalistas nuevos.

El calentamiento global se intensifica. Es imperioso que se creen organizaciones que permitan informar y coordinar a los pobres y solidarios para luchar por una alternativa sustentable de decrecimiento con justicia. Se necesitan partidos que se atrevan a decir que el planeta no puede sostener un crecimiento indefinido de la economía porque no hay recursos suficientes, porque son finitos. Políticos que defiendan que la única manera de ser justos con toda la humanidad es reducir drásticamente el consumo en los países ricos, aumentarlo hasta satisfacer las necesidades básicas en los pobres y vivir con menos bienes materiales disfrutando la cultura, la recreación…

Contra los pobres hay una parte minoritaria rica de la humanidad que tiene medios para defenderse de las consecuencias del cambio climático y para apoderarse de las riquezas naturales de las poblaciones que emigren o mueran. El desafío vital es para la mayoría que no debe esperar soluciones sino de ellos mismos. Los primeros piensan en un poscapitalismo fascista corporativo; los segundos deben hacer suyo el socialismo.

Contacto romulo.pardo@gmail.com

21 de marzo de 2010

Decrecimiento, más allá del anti-capitalismo

Decrecimiento, más allá del anti-capitalismo




Héctor A. Sanjuán Redondo


Rebelión





Durante estos tiempos de crisis capitalista, rescates sin escrúpulos, vaivenes bursátiles e incertidumbre general, están apareciendo multitud de artículos que ponen su granito de arena en hacer de la idea del decrecimiento algo menos ajena a lo que venía siendo, sobretodo en el ámbito de la izquierda alternativa.



Cierto es, como bien expresan muchos de estos textos, que la acumulación para unos pocos intrínseca al capitalismo está en la base de la espiral autodestructiva reinante, que la explotación capitalista del mundo lo está llevando a su ruina humana y ecológica, que decrecer es imperativo ante los límites energéticos y materiales de un planeta exhausto por la sobre-explotación.



Pero cierto es también, que la idea de decrecimiento, además de romper de frente con el capitalismo, rompe con otros dogmas de los que la doctrina imperante no es dueña exclusiva. El decrecimiento no olvida que el “desarrollo”, el “Progreso”, el “Avance de la sociedad”, más allá de control del capital o de la organización social, han sido las constantes incuestionables de la historia, y que son sinónimo no sólo de crecimiento en el estricto sentido económico, sino también del aumento de la complejidad, de la tecnificación de la vida, de la especialización total, de la mayor acumulación de poder, de la uniformización global, de la explotación y tantos otros males cuya solución se presenta, qué casualidad, apretando la misma tuerca que los ha causado.



No me parece oportuno olvidar, sobretodo en tiempos de afanada búsqueda de alternativas como estos, las enseñanzas de Ivan Illich cuando afirmaba que, pasado cierto límite, se pierde el control sobre las herramientas que, aunque creadas para hacernos más libres, acaban por dominarnos[1]. Mucho tiene esto que ver, al final, con la contundencia con la que André Gorz expresaba que “cada pancarta que proclama 'queremos trabajo', proclama la victoria del capital sobre una humanidad esclavizada de trabajadores que ya no son trabajadores pero que no pueden ser nada más”[2]. Igual de certeras me parecen las palabras de Jacques Ellul cuando aseguraba que es imposible dirigir el avance de la Técnica[3] que, ni buena ni mala, sólo persigue su propio desarrollo, de imprevisibles consecuencias en una espiral dónde, para cada avance positivo, los problemas creados son cada vez más inabordables[4].



El decrecimiento, al que estos autores y muchos más han ido dado forma a lo largo ya de décadas, pone el énfasis en la vuelta a lo local, a lo cercano, lo simple. Se presenta incompatible con todo sistema empeñado en añadir capas de complejidad al funcionamiento de un mundo cuya globalidad ya nadie comprende.



La apuesta por el decrecimiento no es simplemente anti-capitalista, sino esencialmente anti-burocrática, anti-especialista, anti-potencial, anti-productivista y busca dar lugar a un mundo dónde además de la sostenibilidad, primen los valores humanos por encima de los de la Técnica y la economía.



No se trata de volver a la frondosidad de los bosques y a la luz de las hogueras, sino de cuestionar a fondo cada paso, de establecer prioridades y límites para desmontar las complejidades de un sistema que, a pesar de las fachadas democrática, es controlable únicamente por un grupo reducido de expertos aprobados por el Poder de turno.



Sólo desterrando el mito del Progreso podremos apreciar con mayor claridad que si es vergonzoso inyectar fondos públicos en bancos y mercados, no lo es menos lanzar cohetes, acelerar partículas, investigar la fusión nuclear o impulsar infinidad de otros proyectos civiles y militares ejecutados por los gobiernos y corporaciones de turno. Imposible es obviar el papel de una economía productivista y globalizada en todos estos procesos que obstinados en el “avance de la humanidad”, condenan a la miseria a su mayor parte.



Notas:



[1]. “La convivencialidad”. Ivan Illich.



[2]. “André Gorz Vive, la lucha ecologista sigue”. Florent Marcellesi



[3]. Entiéndase la Técnica como “la elección del método más eficiente para alcanzar un objetivo, sin miras a factores humanos o ecológicos que pudiesen condicionarlo”, según J. Ellul. Más tarde, Serge Latouche incorporará el factor económico (rentabilidad) a los análisis de Ellul y desarrollará el concepto de la Megamáquina.



[4]. “Jacques Ellul, l'homme qui avait presque tout prévu” Jean-Luc Porquet.

13 de marzo de 2010

El Taimado Arte de Destruir Ciudades

El Taimado Arte de Destruir Ciudades
4 de febrero de 2010



Sobre la tendencia totalitaria del fenómeno urbano

La ciudad es un modelo particularmente revolucionario de asentamiento humano aparecida por primera vez durante el IV milenio a.C. en la Mesopotamia. El verdadero Edén fue una ciudad, no un jardín. Allí nacieron la escritura, la contabilidad, las ciencias, las artes y la verdadera democracia; las ideas de libertad y revolución, la sexualidad no convencional, la poesía, la historia y la filosofía; pero también, la burocracia, las jerarquías, las clases, los ejércitos regulares y el dinero.

Pausanias rehusaba llamar ciudad a los agregados construidos sin plaza ni edificios públicos, es decir, sin espacio público, sin un lugar de participación e intervención directa de las ciudadanía, sin un terreno para la política comunitaria (política viene de polis, ciudad en griego). En efecto, en la ciudad, gobierno, justicia, fiesta, mercado, teatro, pensamiento, ceremonial y pedagogía, o sea, todas las actividades consideradas públicas, transcurrían al aire libre o en lugares abiertos. Sus límites estaban perfectamente definidos por un recinto urbano protegido por fosos y murallas.

Existía una clara distinción entre la ciudad, la forma excepcional de un espacio habitado, y la no ciudad, el campo, la forma habitual. Conservando tales criterios, ninguna urbe conocida hoy en día podría considerarse ciudad, puesto que ninguna dispone de espacios públicos. Las rotondas han substituido a las plazas vacías y las zonas verdes a los jardines públicos, testimonios de un pasado sobre el que se hizo, teórica y prácticamente, tabla rasa, mientras que sucesivas autopistas periféricas marcaban la frontera momentánea a rebasar por una ininterrumpida oleada urbanizadora.

La urbe totalitaria surge de la destrucción y de la fagocitación del espacio rural; no se distingue de su entorno sino por la densidad edificatoria, siempre en aumento; no tiene puertas ni límites, sólo cinturones viarios con muchos carriles, verdaderos tentáculos mediante los cuales aquella envuelve a todo el territorio en un abrazo letal. A la variedad y originalidad de las calles y las plazas de la ciudad tradicional, opone la vulgaridad y monotonía de las barriadas yuxtapuestas. A la belleza de sus arquitecturas que manifiestan un amor a la vida y a todo lo humano, la urbe sobrepone la monstruosidad de monumentos que pretenden simbolizar el progreso y la modernidad. Las decisiones que conciernen a sus habitantes son tomadas en espacios bien cerrados, por no decir blindados, a menudo privados, defendidos por esbirros y telecámaras. Nada ocurre gratuitamente, ni siquiera los grandes espectáculos deportivo-culturales que jalonan las etapas urbanizadoras: los accesos son de pago, siempre hay que comprar entrada.

La vida cotidiana transcurre o bien dentro de un vehículo, o bien en una casa dormitorio bunkerizada. Si la muerte en la ciudad había siempre acarreado una manifestación de duelo público, en la urbe totalitaria es un asunto privado sin importancia que no concierne más que al difunto. Vida y muerte son tan semejantes que apenas pueden distinguirse. La insensibilidad general es el resultado: los muertos vivientes no se preocupan ni de los sufrimientos ajenos, ni del aire que respiran.

En el marco de una expansión infinita, el territorio rural pierde su patrimonio histórico, sus leyes propias, sus tradiciones locales y sus señas de identidad, para convertirse en satélite amorfo de la conurbación central. En realidad es un territorio considerado edificable, residencial, zona logísitica o lugar de paso; en suma, una prolongación de la urbe a la que trasladar sus penosas condiciones de supervivencia y su manera especial de entender el progreso: carestía, consumismo, atascos, insalubridad, neurosis, ruidos, contaminación y comida industrial. No será ya el amor a la libertad, la solidaridad o la vindicta de clase lo que podrá caracterizar al habitante, sino las virtudes del ciudadano moderno, a saber, el miedo al prójimo, el odio racial y la manipulabilidad, condiciones políticas fascistas. En realidad el territorio podría definirse como el espacio intersticial entre dos conurbaciones, y como tal, destinado a suprimirse mediante las infraestructuras de circulación rápida y la concentración de la población dispersa.

El territorio racionalmente ocupado, es decir, con densidad de población baja, ideal para la forma de vida rural, es inviable para la economía capitalista. Se han hecho números y la vida en el campo resulta parca en ganancias monetarias; hay que concentrar a sus habitantes alrededor de un centro comercial y de ocio, encerrarlos en sus casas y enchufarles la tele. Podrá ser malo para los habitantes, pero es bueno para la especulación inmobiliaria, la motorización y el negocio turístico; por lo tanto, bueno para la economía, que es quien a la postre decide.


El verdadero urbanismo surge con la revolución industrial. A lo largo de la historia la ciudad había padecido los embates de poderes totalitarios, pero nunca sus elementos habían quedado atrapados en una relación social abstracta, nunca habían sido mediatizados completamente por cosas, fuesen mercancías, trabajo o dinero. Eso empezó a ocurrir con el ascenso de la burguesía al poder. Si el primer urbanismo burgués proclamó la ciudad como lugar privilegiado para la acumulación del capital, solamente cuando esa función fue declarada única podemos hablar de totalitarismo. De un dominio formal del capital se pasó a un dominio real. He llamado a esa fase urbanismo desarrollista, pues en esa etapa histórica que preludia a la urbe fascista, queda fijada la prioridad del crecimiento económico y urbano por encima de cualquier otra consideración. Tal propósito vino sellado por un pacto social entre los capitostes políticos, los empresarios nacionales y los dirigentes sindicales que proporcionó treinta años gloriosos de beneficios y transformó a las clases peligrosas en masas domesticadas.

Las grandes familias burguesas cedieron el mando a mánagers y cuadros ejecutivos. De una sociedad de productores se pasó a una sociedad de consumidores; de una economía industrial, a otra de servicios; de un capitalismo nacional tutelado por el Estado a un capitalismo global dirigido por las altas finanzas. El desarrollismo urbano es un periodo de transición que debuta con la aniquilación de la agricultura campesina y finaliza con la crisis de la industria. A partir de ese momento todos los problemas serán reducidos a su dimensión técnica, especialmente los urbanísticos. En adelante, la política, la economía, el derecho y la moral carecerán de autonomía, y sólo podrán ser abordadas desde la técnica, en nombre del progreso y del futuro entendidos, claro está, como progreso y futuro técnicos.

Cuando la tecnología se sobrepone a cualquier discurso ideológico y ocupa una posición central, todas las cuestiones se resuelven partiendo de ella. La modernización tecnológica será la clave para superar todos los obstáculos y el criterio fundamental de la verdad modernizada. Y por el contrario, oponerse a ella definirá al enemigo social, al reaccionario, al “antisistema”. La libertad existe en una sola dirección, la de la técnica: cualquiera puede ser libre para comprar un coche y tiene derecho a la velocidad; la lentitud y el caminar son actos subversivos. La técnica no es neutral; es instrumento y arma, y en calidad de tales, sirve a quien posee su secreto, a quien enchufa o desenchufa, a quien decide su aplicación. O sea, sirve al poder dominante, al poder de la dominación. Es el matrimonio con el capital lo que la ha puesto al servicio de la opresión, determinando tanto su evolución y desarrollo, como su devenir religioso. La técnica es a la vez condición de existencia y religión de las masas despolitizadas, amaestradas y asustadas. Alcanzado este estadio, la técnica ya es totalitaria. No ya porque abarque la totalidad de la vida, sino porque arrasa con todo. No reconoce límites, puesto que no reconoce la supremacía de lo humano. La misma limitación de los recursos, de la nocividad del ambiente o la degradación de la vida, sirve de estímulo. Hay soluciones técnicas para todo, y no caben otras.

Para el caso que nos ocupa, el urbanismo totalitario, diríamos que es tecnicista, sigue las leyes y los principios de la tecnología, e igual que ella, funciona destruyendo todo lo precedente para reconstruirlo de nuevo a cada innovación. Bajo la dictadura de la tecnología no es que el trabajo se haga precario: la misma existencia se vuelve precaria. Una vez liquidado el proletariado de las fábricas, las fuerzas productivas, ya eminentemente técnicas, son en esencia fuerzas destructivas. El urbanismo, también lo es. El crecimiento económico, que no puede apoyarse más que en medios técnicos, impone gracias a la maquinaria urbanizadora, un estado de guerra permanente contra el territorio y sus habitantes. Por eso los arquitectos y urbanistas habrán de ser juzgados como criminales de guerra. Por eso quienes tratan de contemporizar y aceptan una destrucción negociada acaban traicionando la buena causa del territorio. La lucha antidesarrollista y en defensa del territorio es la única que plantea la cuestión social en su totalidad, puesto que más que nunca es una lucha por la vida. Es la lucha de clases del siglo XXI. No se entiende esa lucha en armonía con un modelo capitalista no cuestionado, es inconcebible fuera del horizonte de la desurbanización y la autogestión territorial. Sólo en los escenarios donde transcurren los combates contra la barbarie urbanizadora podrán soplar los aires de libertad que fueron expulsados de las primitivas ciudades y podrá resurgir las fecundas maneras vitales que caracterizaron la cultura agraria. Hic Rhodus, hic salta!

Elaborado a partir de las charlas, debates y entrevistas ocurridos el 7, 8 y 9 de enero de 2010 en Radio Black Out, en la Librería Calusca de Milán, en la sala Pasquale Cavaliere de Turín, y en la Ex Pescheria de Avigliana (Val Susa).

Miguel Amorós.

Tomado de: http://www.decrecimiento.info/

10 de marzo de 2010

Los peligros que nos amenazan

Los peligros que nos amenazan


(Tomado de CubaDebate)



No se trata de una cuestión ideológica relacionada con la esperanza irremediable de que un mundo mejor es y debe ser posible.

Es conocido que el homo sapiens existe desde hace aproximadamente 200 mil años, lo que equivale a un minúsculo espacio del tiempo transcurrido desde que surgieron las primeras formas de vida elementales en nuestro planeta hace alrededor de tres mil millones de años.

Las respuestas ante los insondables misterios de la vida y la naturaleza han sido fundamentalmente de carácter religioso. Carecería de sentido pretender que fuese de otra forma, y tengo la convicción de que nunca dejará de ser así. Mientras más profundiza la ciencia en la explicación del universo, el espacio, el tiempo, la materia y la energía, las infinitas galaxias y las teorías sobre el origen de las constelaciones y estrellas, los átomos y fracciones de los mismos que dieron origen a la vida y la brevedad de la misma, y los millones y millones de combinaciones por segundo que rigen su existencia, más preguntas se hará el hombre en busca de explicaciones que serán cada vez más complejas y difíciles.

Mientras más se enfrascan los seres humanos en buscar respuestas a tan profundas y complejas tareas que se relacionan con la inteligencia, más valdrán la pena los esfuerzos por sacarlos de su colosal ignorancia sobre las posibilidades reales de lo que nuestra especie inteligente ha creado y es capaz de crear. Vivir e ignorarlo es la negación total de nuestra condición humana.

Algo, sin embargo, es absolutamente cierto, muy pocos se imaginan cuán cerca puede estar la desaparición de nuestra especie. Hace casi 20 años, en una Cumbre Mundial sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro, abordé ese peligro ante un público selecto de Jefes de Estado y de Gobierno que escuchó con respeto e interés, aunque nada preocupado por el riesgo que veía a distancia de siglos, tal vez milenios. Para ellos, con seguridad, la tecnología y la ciencia, más un sentido elemental de responsabilidad política, serían capaces de enfrentarlo. Con una gran foto de personajes importantes, los más poderosos e influyentes entre ellos, concluyó feliz aquella importante Cumbre. No había peligro alguno.

Del cambio climático apenas se hablaba. George Bush, padre, y otros relumbrantes líderes de la Alianza Atlántica, disfrutaban la victoria sobre el campo socialista europeo. La Unión Soviética fue desintegrada y arruinada. Un inmenso caudal del dinero ruso pasó a los bancos occidentales, su economía se desintegró, y su escudo defensivo frente a las bases militares de la OTAN, había sido desmantelado.

A la antigua superpotencia que aportó la vida de más de 25 millones de sus hijos en la segunda guerra mundial, le quedó solo la capacidad de respuesta estratégica del poder nuclear, que se había visto obligada a crear después que Estados Unidos desarrolló en secreto el arma atómica lanzada sobre dos ciudades japonesas, cuando el adversario vencido por el avance incontenible de las fuerzas aliadas no estaba ya en condiciones de combatir.

Se inició así la Guerra Fría y la fabricación de miles de armas termonucleares, cada vez más destructivas y precisas, capaces de aniquilar varias veces la población del planeta. El enfrentamiento nuclear sin embargo continuó, las armas se hicieron cada vez más precisas y destructivas. Rusia no se resigna al mundo unipolar que pretende imponer Washington. Otras naciones como China, India y Brasil emergen con inusitada fuerza económica.

Por primera vez, la especie humana, en un mundo globalizado y repleto de contradicciones, ha creado la capacidad de destruirse a sí misma. A ello se añaden armas de crueldad sin precedentes, como las bacteriológicas y químicas, las de napalm y fósforo vivo, que son usadas contra la población civil y disfrutan de total impunidad, las electromagnéticas y otras formas de exterminio. Ningún rincón en las profundidades de la tierra o de los mares quedaría fuera del alcance de los actuales medios de guerra.

Se conoce que por estas vías han sido creados decenas de miles de artefactos nucleares, incluso de carácter portátil.

El mayor peligro deriva de la decisión de líderes con tales facultades en la toma de decisión, que el error y la locura, tan frecuentes en la naturaleza humana, pueden conducir a increíbles catástrofes.

Han transcurrido casi 65 años desde que estallaron los dos primeros artefactos nucleares, por la decisión de un sujeto mediocre que tras la muerte de Roosevelt quedó al mando de la poderosa y rica potencia norteamericana. Hoy son ocho los países que, en su mayoría por el apoyo de Estados Unidos, disponen de esas armas, y varios más disfrutan de la tecnología y los recursos para fabricarlas en un mínimo de tiempo. Grupos terroristas, enajenados por el odio, podrían ser capaces de acudir a ellas, del mismo modo que gobiernos terroristas e irresponsables no vacilarían en usarlas dada su conducta genocida e incontrolable.

La industria militar es la más próspera de todas y Estados Unidos el mayor exportador de armas.

Si de todos los riesgos mencionados se libera nuestra especie, existe uno todavía mayor, o al menos más ineludible: el cambio climático.

La humanidad cuenta hoy con siete mil millones de habitantes, y pronto, en un plazo de 40 años, alcanzará nueve mil millones, una cifra nueve veces mayor que hace apenas 200 años. En tiempos de la antigua Grecia, me atrevo a suponer que éramos alrededor de 40 veces menos en todo el planeta.

Lo asombroso de nuestra época es la contradicción entre la ideología burguesa imperialista y la supervivencia de la especie. No se trata ya de que exista la justicia entre los seres humanos, hoy más que posible e irrenunciable; sino del derecho y las posibilidades de supervivencia de los mismos.

Cuando el horizonte de los conocimientos se amplía hasta límites jamás concebidos, más se acerca el abismo adonde la humanidad es conducida. Todos los sufrimientos conocidos hasta hoy son apenas sombra de lo que la humanidad pueda tener por delante.

Tres hechos ocurrieron en solo 71 días, que la humanidad no puede pasar por alto.

El 18 de diciembre de 2009, la comunidad internacional sufrió el mayor descalabro de la historia, en su intento de buscar solución al más grave problema que amenaza el mundo en este instante: la necesidad de poner fin con toda urgencia a los gases de efecto invernadero que están provocando el más grave problema enfrentado hasta hoy por la humanidad. Todas las esperanzas habían sido puestas en la Cumbre de Copenhague después de años de preparación con posterioridad al Protocolo de Kyoto, que el Gobierno de Estados Unidos —el más grande contaminador del mundo— se había dado el lujo de ignorar. El resto de la comunidad mundial, 192 países, esta vez incluyendo a Estados Unidos, se habían comprometido a promover un nuevo acuerdo. Fue tan vergonzoso el intento norteamericano de imponer sus intereses hegemónicos que, violando elementales principios democráticos, intentó establecer condiciones inaceptables para el resto del mundo de forma antidemocrática, en virtud de compromisos bilaterales con un grupo de los países más influyentes de las Naciones Unidas.

A los Estados que integran la organización internacional se les invitó a firmar un documento que constituye una burla, en el que se habla de aportes futuros meramente teóricos para frenar el cambio climático.

No habían transcurrido todavía tres semanas cuando, al atardecer del 12 de enero, Haití, el país más pobre del hemisferio y el primero en poner fin al odioso sistema de la esclavitud, sufrió la mayor catástrofe natural en la historia conocida de esta parte del mundo: un terremoto de 7,3 grados en la escala Richter, a solo 10 kilómetros de profundidad y a muy corta distancia de la orilla de sus costas, golpeó la capital del país, en cuyas débiles casas de barro vivían la inmensa mayoría de las personas que resultaron muertas o desaparecidas. Un país montañoso y erosionado de 27 mil kilómetros cuadrados, donde la leña constituye prácticamente la única fuente de combustible doméstica para nueve millones de personas.

Si en algún lugar del planeta una catástrofe natural ha constituido una inmensa tragedia es Haití, símbolo de pobreza y subdesarrollo, donde viven los descendientes trasladados de África por los colonialistas para trabajar como esclavos de los amos blancos.

El hecho conmocionó al mundo en todos los rincones del planeta, estremecido por las imágenes fílmicas divulgadas que rayaban en lo increíble. Los heridos, sangrantes y graves, se movían entre los cadáveres clamando por auxilio. Bajo los escombros yacían los cuerpos de sus seres queridos sin vida. El número de víctimas mortales, según cálculos oficiales, superó las 200 mil personas.

El país ya estaba intervenido por fuerzas de la MINUSTAH, que las Naciones Unidas enviaron para restablecer el orden subvertido por fuerzas mercenarias haitianas que, instigadas por el Gobierno de Bush, se lanzaron contra el Gobierno elegido por el pueblo haitiano. Algunos edificios donde moraban soldados y jefes de las fuerzas de paz también se desplomaron, causando dolorosas víctimas.

Los partes oficiales estiman que, aparte de los muertos, alrededor de 400 mil haitianos fueron heridos y varios millones, casi la mitad de la población total, sufrieron afectaciones. Era una verdadera prueba para la comunidad mundial, que después de la bochornosa Cumbre de Dinamarca estaba en el deber de mostrar que los países desarrollados y ricos serían capaces de enfrentar las amenazas del cambio climático a la vida en nuestro planeta. Haití debe constituir un ejemplo de lo que los países ricos deben hacer por las naciones del Tercer Mundo ante el cambio climático.

Se puede creer o no, desafiando los datos, a mi juicio irrebatibles, de los más serios científicos del planeta y la inmensa mayoría de las personas más instruidas y serias del mundo, quienes piensan que al ritmo actual de calentamiento, los gases de efecto invernadero elevarán la temperatura no solo 1,5 grados, sino hasta 5 grados, y que ya la temperatura media es la más alta en los últimos 600 mil años, mucho antes de que los seres humanos existieran como especie en el planeta.

Es absolutamente impensable que nueve mil millones de seres humanos que habitarán el mundo en el 2050 puedan sobrevivir a semejante catástrofe. Queda la esperanza de que la propia ciencia encuentre solución al problema de la energía que hoy obliga a consumir en 100 años más el resto del combustible gaseoso, líquido y sólido que la naturaleza tardó 400 millones de años en crear. La ciencia tal vez puede encontrar solución a la energía necesaria. La cuestión sería saber cuánto tiempo y a qué costo los seres humanos podrán enfrentar el problema, que no es el único, ya que otros muchos minerales no renovables y graves problemas requieren solución. De una cosa podemos estar seguros, a partir de todos los conceptos hoy conocidos: la estrella más próxima está a cuatro años luz de nuestro Sol, a una velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Una nave espacial tal vez recorra esa distancia en miles de años. El ser humano no tiene otra alternativa que vivir en este planeta.

Parecería innecesario abordar el tema si a solo 54 días del terremoto de Haití, otro increíble sismo de 8,8 grados de la escala Richter, cuyo epicentro estaba a 150 kilómetros de distancia y 47,4 de profundidad al noroeste de la ciudad de Concepción, no ocasionara otra catástrofe humana en Chile. No fue el mayor de la historia en ese hermano país, se dice que otro alcanzó 9 grados, pero esta vez no fue solo un fenómeno de efecto sísmico; mientras en Haití durante horas se esperó un maremoto que no se produjo, en Chile el terremoto fue seguido por un enorme tsunami, que apareció en sus costas entre casi 30 minutos y una hora después, según la distancia y datos que todavía no se conocen con toda precisión y cuyas olas llegaron hasta Japón. De no ser por la experiencia chilena frente a los terremotos, sus construcciones más sólidas y sus mayores recursos, el fenómeno natural habría costado la vida a decenas de miles o tal vez cientos de miles de personas. No por ello dejó de ocasionar alrededor de mil víctimas mortales, según datos oficiales divulgados, miles de heridos y tal vez más de dos millones de personas sufrieron daños materiales. Casi la totalidad de su población de 17 millones 94 mil 275 habitantes, sufrió terriblemente y aún padece las consecuencias del sismo que duró más de dos minutos, sus reiteradas réplicas, y las terribles escenas y sufrimientos que dejó el tsunami a lo largo de sus miles de kilómetros de costa. Nuestra Patria se solidariza plenamente y apoya moralmente el esfuerzo material que la comunidad internacional está en el deber de ofrecerle a Chile. Si algo estuviera en nuestras manos, desde el punto de vista humano, por el hermano pueblo chileno, el pueblo de Cuba no vacilaría en hacerlo.

Pienso que la comunidad internacional está en el deber de informar con objetividad la tragedia sufrida por ambos pueblos. Sería cruel, injusto e irresponsable dejar de educar a los pueblos del mundo sobre los peligros que nos amenazan.

¡Que la verdad prevalezca por encima de la mezquindad y las mentiras con que el imperialismo engaña y confunde a los pueblos!








Fidel Castro Ruz

Marzo 7 de 2010

9 y 27 p.m.

Las mujeres alimentan al mundo

Las mujeres alimentan al mundo


Sara Lovera

http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/76695

México D.F., 18 de febrero (apro).- En el mundo pobre existe una emergencia, se llama crisis alimentaria. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) mil 020 millones de personas están mal nutridas en el mundo, es decir; una de cada 6 de todas las que habitan el planeta. Y pueden llegar a ser mil 500 millones en 2015 si no se hace algo y pronto.

Esta crisis hace visible la pobreza rural, que representa el 75% de toda la pobreza del mundo y está íntimamente ligada a la depredación de los bienes del planeta que nos está cambiando el clima, las corrientes de los ríos y el calado de los vientos.

Como nunca había sucedido, en febrero llueve en Barcelona y el frío hiela los huesos; nevó exageradamente en Berlín; la lluvia que afectó al Distrito Federal y a la zona conurbada de la ciudad de México son pruebas de este abuso que los humanos han hecho del planeta.

Lo más grave es que todavía son principalmente las mujeres las que alimentan al mundo, son ellas las que aseguran que no falte el arroz en el sudeste asiático y ellas las que producen trigo y maíz en América, que proporciona hasta el 90% de los alimentos que consume la población empobrecida de las zonas rurales.

En la África subsahariana las mujeres producen hasta el 80% de los alimentos básicos para el consumo familiar y su venta, ellas cultivan hasta 120 especies vegetales diferentes en los espacios libres junto a los cultivos comerciales de los hombres.

Es decir, estos datos, de un libro que se llama “Las Mujeres Alimentan el Mundo” que editó una organización no gubernamental de Barcelona, llamada Entre Pueblos, revela que el agotamiento del planeta, que se viene, la falta de agua y todo lo que ello significa, pasará por arrasar la vida de millones de mujeres, ellas, mil 600 millones que en el mundo están produciendo alimentos.

Lo más grave, según el artículo de Alex Gillamón, coordinador de esa organización, es que los alimentos son un negocio de empresas que están en todo el mundo haciendo de las suyas, controlando el mercado, los suelos, la agroalimentación, especulando con los granos y para no arriesgar sus ganancias, expulsan a los campesinos y a sus familias de las regiones ricas y productivas.

El agua se acaba mientras que el número de víctimas del hambre es mayor que nunca.

Leer esas cifras, en el contexto de testimonios de mujeres que se organizan por todo el mundo, en una red llamada Vía Campesina, me puso a pensar al menos dos veces en cuánto sabe la opinión pública de este asunto, cuánto se valora que sean las mujeres –muchas esposas de los que migran- quienes son las conservadoras de algunas tradiciones del cuidado del campo y guarda de semillas, quienes calladamente o haciendo alharaca, se oponen a los transgénicos y procuran, con su sabiduría, conservar amplias zonas del planeta.

Es curioso, en el libro referido hay historias completas de cómo se organizan las mujeres en Guatemala, Colombia y México, narra la falta de tierra para las mujeres, de cómo las temporaleras carecen de seguridad social; sin embargo, es un libro de esperanza al describir las estrategias para rescatar las tierras que ellas proponen; rescata las viejas sabidurías populares que permiten producir alimentos para pueblos enteros que hoy podrían desaparecer.

Una estrategia que ha llamado soberanía alimentaria.

La publicación que podría estar disponible en la internet, es un ejemplo de cómo se elaboran propuestas desde la sociedad civil para salvarnos de las políticas que desde el poder se imponen para sólo acumular dinero y apoyar a los grandes capitales; un ejemplo de que a pesar de los perseguidos por defender su tierra, como Ignacio del Valle en Atenco, todavía hay voces que no se derrotan y acciones que se mantienen.

Es así como las voces de las mujeres trascienden todas las fronteras y existen, en los lugares menos imaginados, testimonios de que la población resiste a quienes generan políticas de exterminio humano y demolición de las ideas.

Esta organización no gubernamental, Entre Pueblos, se dedica a reunir estas voces, no sólo en documentos o en un libro, sino que desde Cataluña, acompaña a estos grupos de hombres y mujeres que resisten los embates del capitalismo salvaje en muchos lugares del mundo, pero especialmente en América Latina.

Habría que preguntarse, en todo caso, si quienes toman decisiones o despliegan propuestas para recomponer esta crisis, escuchan o no estas voces que se van extendiendo por todas partes, advirtiendo que ya no hay forma de salvar al mundo con un sistema que sólo piensa en el dinero y no en las personas; en el poder y no en la humanidad; en la acumulación material y no en el horizonte de la vida, que se encuentra en la riqueza de las voces, en las miradas y las creaciones artísticas, en la generosidad y no en el militarismo.

saralovera@yahoo.com.mx