El cuidado de la vida humana y de la tierra: una mirada desde las mujeres
Posted: 15 Apr 2010 12:20 PM PDT
Hortensia Fernández Medrano
En todos los tiempos y en todas las culturas las mujeres se han ocupado del cuidado de la vida humana, actividad sin la cual esta no es posible. A estas tareas de cuidado, les hemos dado el nombre de tareas de sostenibilidad de la vida humana porque son imprescindibles para la supervivencia de la especie humana, pero en realidad se trata de tareas muy diferentes en cuanto a su naturaleza y carácter.
El carácter humano (tanto biológico como social) de estas tareas, corresponde a los cuidados realizados a lo largo del ciclo biológico de las personas y que se derivan del hecho de poseer un cuerpo que nace, crece, envejece y muere. Muchas veces nos referimos a tareas que son actos monótonos y repetitivos pero necesarios como preparar alimentos, lavar, limpiar, etc. más bien propias del trabajo doméstico pero también a las relaciones afectivas que estos cuidados acompañan.
Estas tareas incluyen los cuidados prolongados realizados a lo largo de la infancia y gracias a los cuales las crías humanas nacidas en total estado de indefensión y dependencia pueden llegar a sobrevivir y superar su animalidad humanizándose.
En el proceso evolutivo de los humanos el hecho más significativo que distingue a la especie humana del resto de los animales e incluso de otros primates antropomorfos como gorilas, chimpancés y orangutanes es justamente el hecho de ser la única especie en la que se realizan cuidados prolongados en las crías. Se trata de una consecuencia derivada del hecho de la reducción del canal pélvico en las mujeres como adaptación a la bipedestación, que ha dificultado el parto en las mujeres y ha provocado alumbramientos precoces, cuando la maduración neuronal del feto no ha sido completada.
El precio a pagar por la adquisición de la posición bípeda es el nacimiento de crías inmaduras nacidas antes de terminar su encefalización, con la necesidad de ser cuidados después del nacimiento, pero a su vez este hecho ha sido la causa del gran desarrollo del cerebro humano adulto que llega a multiplicar por cuatro su volumen respecto al cerebro del neonato, mientras que en otros primates como los chimpancés éste no pasa de ser ni el doble en estado adulto.
El conflicto entre locomoción y capacidad cerebral se resolvió gracias a la prolongación de la tasa de crecimiento fetal del cerebro de forma extrauterina en el neonato hasta los 12 meses. Esta solución supone que los niños nacen con una gran indefensión e inmadurez neuromotriz que confiere a la especie humana un largo periodo de cuidados y aprendizaje único entre todas las especies animales y que ha tenido una importancia vital en el desarrollo intelectual y cultural de la humanidad.
La prolongación del desarrollo del feto de forma extrauterina y la innovación de la niñez (periodo comprendido entre los 2 y 7 años) como rasgo adaptativo de la especie humana ha permitido un largo periodo de aprendizaje en el que poder transmitir pautas culturales y conocimientos como el lenguaje, por lo que el cuidado tiene una importancia vital en el desarrollo intelectual y cultural de la humanidad ya que sin él no hay maduración neuronal ni transmisión de cultura ni por lo tanto civilización. Por lo tanto, esta característica única entre los animales va a ser la que permita a un niño recién nacido llegar a transformarse en persona.
Como dice la ecofeminista Ynestra King: “La humanidad emerge desde la naturaleza no humana, es decir, que el proceso de educación de un infante humano sin socializar e indiferenciado que se transforma en persona adulta es el puente entre la naturaleza y la cultura”.
Los cuidados de carácter humano también implican proporcionar atenciones especiales a las personas más desvalidas del grupo como enfermos y ancianos que les permitan sobrevivir como lo demuestra el hallazgo de fósiles humanos muy antiguos en Dmanisi (Georgia), de unos 1,6 -1,8 millones de años, en los que ya se puede observar que han conseguido sobrevivir a la enfermedad y a la decadencia física gracias al cuidado realizado por otros miembros de la comunidad. De forma general, estos cuidados significan atender las necesidades de los cuerpos, de forma natural para que la vida continúe, lo cual implica cosas normales y corrientes pero necesarias como cocinar, alimentar, lavar, limpiar, acompañar… o preocuparse de que todo funcione.
En cambio, los cuidados de carácter eminentemente social son los que permiten que las personas no sólo puedan sobrevivir sino alcanzar unos niveles de existencia en condiciones de suficiencia y equidad con el resto de la humanidad como son el acceso al agua, al alimento, a la energía, a la vivienda, a la educación y a la sanidad. Por ello, estos cuidados incluyen la atención a las comunidades en riesgo de exclusión por la pobreza o afectados por los rigores climáticos, las sequías, las hambrunas, los conflictos bélicos, las catástrofes o los desplazamientos provocados por las políticas neoliberales aplicadas a los países empobrecidos. Pero también satisfacen necesidades no forzosamente biológicas pero que implican un nivel de existencia digno (nos referimos a necesidades de tipo afectivo, cultural o psicológico, entre otras las que suponen un bienestar para la humanidad).
En todas estas situaciones, sabemos que las mujeres han tenido un papel clave en la gestión de la escasez y en la resolución de los conflictos por su especial relación con la corporeidad, debida a la división del trabajo en función del sexo y no a su particular biología.
Y también hay un aspecto ecológico o de relación con la naturaleza en estos cuidados derivado del hecho de que nuestro destino está interconectado con el de la biosfera. El reconocimiento de esta dependencia nos obliga a cuidarla y admitir la existencia de Gaia como un mecanismo de regulación de la biosfera que da primacía a la vida sobre todas las demás características.
En la visión de Gaia de Lovelock-Margulis se considera al planeta Tierra como resultado de la acción de los seres vivos, tanto sobre la atmósfera actual como sobre la hidrosfera, o los materiales de la corteza terrestre, y no al revés, es decir, que no es que las condiciones especiales de la tierra hayan permitido el desarrollo y evolución de la vida sobre la tierra, sino que es la vida quien ha determinado el desarrollo y evolución de las condiciones adecuadas para la vida sobre la tierra.
El abuso y explotación que hemos hecho de los recursos naturales como si fuesen ilimitados nos ha llevado a una situación en la que hemos puesto en peligro nuestra permanencia en la Tierra, ya que como ha dicho el ecólogo Ramón Margalef: “Gaia puede prescindir de la especie humana si no la respetamos pero nosotros no podemos prescindir de ella”por lo que cuidar de la Tierra es también ocuparse de la supervivencia o sostenibilidad de la especie humana.
ANALOGÍAS ENTRE LA EXPLOTACIÓN DE LA NATURALEZA Y EL TRABAJO DE LAS MUJERES
Como dice Marilyn Waring en su libro Si las mujeres contaran: “El trato que se da a la madre tierra y el que se da a las mujeres y los niños dentro del sistema de contabilidad nacional presentan múltiples paralelismos fundamentales, no presta ninguna atención a la preservación de los recursos naturales ni al trabajo de la mayor parte de sus habitantes ni al trabajo no remunerado de la reproducción de la misma vida humana así como a su manutención y cuidado. El sistema no puede responder a valores a los que se niega reconocimiento”.
En efecto, la extracción de madera, carbón o petróleo tiene mucho que ver con la explotación del trabajo de las mujeres, y es algo de lo que se ha apropiado la sociedad capitalista-patriarcal, al no valorar ni la energía solar de la que depende toda la producción de vida en nuestro planeta y por lo tanto todos nuestros recursos fósiles ni la energía de las mujeres ligada al cuidado de la vida humana: ni una ni otra aparecen internalizadas en el PIB, luego no existen desde el punto de vista de nuestra economía.
En ese sentido, los países del Norte tienen contraída una deuda con los países del Sur como consecuencia de la expoliación a que han sido sometidos por los países colonizadores que se han apropiado sistemáticamente de todas sus riquezas, así como las que han seguido después, y que han supuesto deforestación y pérdida de biodiversidad en sus cultivos para poder pagar la deuda externa, impuesta por nuestro modelo de desarrollo. A esta deuda desde el ecologismo y la economía ecológica se le ha atribuido el nombre de deuda ecológica.
Con esta denominación se intenta subvertir el concepto de deuda externa según el cual se admite que son los países en vías de desarrollo los que deben algo a los países desarrollados a través de los créditos realizados por el FMI y BM sin tener en cuenta los fabulosos intereses obtenidos por estos últimos ni el empobrecimiento de las comunidades de los países en vías de desarrollo producido por la aplicación de las políticas de ajuste estructural que han supuesto el deterioro de las escasas políticas sociales existentes, mediante el recorte de los presupuestos del gasto público.
Del mismo modo, podemos decir que la humanidad tiene contraída una deuda con las mujeres por el trabajo de cuidado y sostenimiento de la vida realizado a lo largo de todo el ciclo de la vida humana en todas las sociedades, como en sacar adelante a las comunidades en situación de conflicto o hambre, tarea que enaltece a la especie humana y sin la cual nuestro mundo se convierte en una jungla sin solidaridad, en la que se implantan los mecanismos de salvación individual.
Y así como el pago de la deuda externa no reconoce la deuda históricamente contraída por el Norte hacia el Sur, el pago de esta deuda no tiene nada que ver con las políticas de igualdad, ya que no tienen en cuenta la deuda de orden simbólico hacia las mujeres.
CRISIS ECOLOGICA Y CRISIS DE LOS CUIDADOS
Hemos intensificado los ritmos de explotación y hemos creado una crisis ecológica y una crisis de los cuidados irresolubles dentro de este modelo económico depredador y patriarcal.
Nuestro sistema de explotación de la naturaleza basado pura y simplemente en la extracción, aunque eufemísticamente lo llamemos producción ha tocado fondo: después de años de extracción continua, el petróleo está a punto de agotarse o por lo menos el petróleo barato. Ahora cada vez habrá que invertir más esfuerzo y tecnología en la extracción de lo que nos queda una vez alcanzado el peak-oil, por lo que cada vez será más caro.
Reducir el consumo en el norte y desarrollar energías renovables como las derivadas del aprovechamiento de la energía solar o eólica que ya en este momento permiten atender nuestras necesidades mas básicas, debería ser una de nuestras prioridades más acuciantes, que sólo la ceguera política o los intereses de los monopolios eléctricos o los derivados del sector petrolero impiden poner en marcha.
Por otra parte, nuestra economía basada exclusivamente en los combustibles fósiles o paleoeconomía está llegando a su fin con los problemas creados con las emisiones de CO2 que están acelerando el cambio climático a un ritmo sin precedentes, con lo que la supervivencia de la especie humana en condiciones de dignidad y de equidad está amenazada.
Y, como siempre, serán los pueblos en vías de desarrollo los primeros en sufrir las consecuencias de las sequías y de la escasez, al convertirlos en áreas de monocultivos de agrocombustibles, con grandes riesgos de vulnerabilidad ecológica de sus ecosistemas al disminuir la diversidad de sus cultivos con el único objetivo de no renunciar a nada y seguir con nuestro modelo de consumo en el mundo desarrollado.
Nuestras políticas alimentarias del Norte están causando graves problemas en el Sur al obligar a muchas poblaciones a abandonar los cultivos tradicionales de productos básicos para su alimentación y a renunciar a su soberanía alimentaria. Al tener que competir con productos importados de los países del norte producidos con precios subvencionados. Esta es una consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales de la OMC, políticas que han provocado el desplazamiento de campesin@s que vivían de una economía de subsistencia a las urbes superpobladas y empobrecidas del país, entrando en el ciclo infernal de la miseria.
Entre est@s, las mujeres son las más afectadas ya que son las que se han ocupado siempre del sustento de la vida o como lo ha llamado Maria Mies de la producción de vida, “porque ellas no sólo consumen y recolectan lo que creció en la naturaleza sino que hacen que las cosas crezcan” para mantener y alimentar al grupo familiar. De ahí, la mayor implicación de las mujeres en este movimiento por la soberanía alimentaria, como es la Marcha Mundial de Mujeres.
En cuanto a lo que hemos llamado crisis de los cuidados, en el momento en que las mujeres, con su incorporación masiva al mercado de trabajo han dejado de realizar en mayor o menor proporción este trabajo de cuidado no remunerado, se ha creado un vacío en la cobertura de este servicio que el sistema no ha cubierto de ninguna forma, con lo que se empiezan a crear problemas de personas mal atendidas en nuestra sociedad (sobre todo mayores y niños), situación a la que nosotras llamamos crisis de los cuidados, irresolubles dentro de este sistema de reparto desigual del trabajo de cuidado.
Además hemos transferido el problema a los países del Sur, donde cada vez se acentuarán más los problemas de desatención de niños y mayores, al provocarse una emigración de cuidadoras, constituidas fundamentalmente por mujeres jóvenes que dejan a sus hijos y familias para atender a las nuestras, o sea que la desatención en el mejor de los casos, la hemos trasladado a los países del Sur, dando lugar a lo que hemos llamado globalización del trabajo de cuidado.
Cabría encontrar otro modelo más armónico con la naturaleza y entre los humanos y humanas, independientemente del género o lugar de procedencia donde se respeten los bienes naturales y se comparta el trabajo de cuidado entre hombres y mujeres para hacer nuestro modelo más sostenible ya que, como decía nuestra compañera Anna Bosch: “las sociedades modernas han olvidado que la condición básica para seguir existiendo en tanto que humanidad es vivir arraigadas a la tierra y manifestándonos con un cuerpo”.
BIBLIOGRAFÍA
BERMÚDEZ DE CASTRO, José Mª: El chico de la Gran Dolina. Crítica. Barcelona, 2002.
BOSCH Anna, Maria Inés AMOROSO y Hortensia FERNÁNDEZ: Arraigadas en la tierra ( Malabaristas de la vida). Icaria. Barcelona, 2003.
KING,Ynestra: Curando las heridas: feminismo, ecología y el dualismo naturaleza-cultura. Ecorama, 1997.
LOVELOCK J. Las edades de Gaia.. Tusquets Col. Metatemas. Barcelona, 1993.
MIES Maria y Vandana SHIVA: Ecofeminismo. Icaria.Barcelona, 1993.
WARING Marilyn: Si las mujeres contaran. Vindicación Feminista, Madrid, 1994.
Intervención presentada con ocasión del Forum Social Catalá, dedicado a La Crisis y celebrado los días 30 y 31 de enero de 2010 en Barcelona
El descrecimiento es la punta de lanza de un importante número de propuestas que apuntan a un cambio en la forma de vivir de todos los habitantes del planeta ante la actual incertidumbre social, económica y medio ambiental. El objetivo de este blog es abrir un espacio a los comentarios y a la difusión de propuestas que permitan comprender algo elemental: no se puede ya crecer en un mundo finito, y con ello derribar el fetichismo del crecimiento.
24 de mayo de 2010
19 de mayo de 2010
14 de mayo de 2010
Un movimiento mundial emergente. El decrecimiento y la oportunidad del declive energético
14-07-2008
Un movimiento mundial emergente
El decrecimiento y la oportunidad del declive energético
Laura Blanco Grau / Sylvain Fischer
Diagonal
Frente a la crisis energética y el crecimiento desmesurado a costa de todo, un movimiento mundial apuesta por decrecer.
En 2002 tiene lugar en París la conferencia “Deshacer el desarrollo, rehacer el mundo”, donde confluyen críticas sociales y ecologistas con la voluntad de desmitificar la ideología del desarrollo económico occidental. Este evento sentó una base teórica para alumbrar el movimiento por el decrecimiento, que se desarrolla en Francia y Bélgica a través de revistas, movimientos antipublicidad, antitecnología y de agroecología.
Una idea transversal al movimiento es la simplicidad voluntaria, particularmente presente en Canadá y EE UU, que consiste en optar por consumir menos, vivir más sencillamente e intercambiar localmente para reconstruir la convivencia y la implicación local, y para ganar en autosuficiencia frente al todo mercantilizado del capitalismo. En Italia, la decrescita se centra en proyectos de autogestión y economía local a escala municipal y en numerosas manifestaciones contra la construcción de megainfraestructuras.
Desde 2004, en varios países europeos se organizan marchas andando, con asno o en bicicleta, para revindicar la lentitud y otro modo de intercambio sin intermediarios. Paralelamente, en el mundo anglosajón nacen en 2005 las ‘ciudades en transición’, que redibujan todos los aspectos de la vida local con el objetivo de afrontar el declive del petróleo. En 2007, el decrecimiento aparece en México y Argentina. En este mismo año, nace en Cataluña la Entesa pel decreixement, como una red de contestación social alrededor del decrecimiento. El año siguiente, el colectivo Temps de re-voltes inicia una marcha en bicicleta que recorre Cataluña durante varios meses y que culmina este mes de julio en un encuentro de movimientos sociales, destinado a concretar proyectos de decrecimiento y contrapoder.
En Cataluña, como en el resto del mundo, la crisis energética refleja la urgencia de movilizarse por el decrecimiento, tanto por el riesgo de tensión social frente a la escasez de recursos, como por la oportunidad que se nos ofrece para cuestionar y transformar la sociedad. Si tomamos como ejemplo el sector más consumidor de energía, el transporte, el declive energético podría forzar el fin de la civilización del automóvil, promotora de individualismo y tan destructora en términos de medio ambiente y urbanismo. Con ello, se conseguiría una reivindicación ecologista que hasta ahora permanecía fuera de alcance.
De la misma manera, el declive nos invita a prescindir de las mercancías que han viajado cientos de kilómetros, para optar por el consumo local y por la autoproducción, y a boicotear por fin los supermercados y el espectáculo de los centros comerciales. En definitiva, producir y consumir menos, localizar los intercambios, participar en la autogestión local de la comunidad y sus recursos, compartir… en todos los aspectos de la vida, la crisis abre una vía para desmaterializar la felicidad y redescubrir una vida colectiva más cercana a la naturaleza.
Laura Blanco Grau y Sylvain Fischer, de Entesa pel decreixement.
Un movimiento mundial emergente
El decrecimiento y la oportunidad del declive energético
Laura Blanco Grau / Sylvain Fischer
Diagonal
Frente a la crisis energética y el crecimiento desmesurado a costa de todo, un movimiento mundial apuesta por decrecer.
En 2002 tiene lugar en París la conferencia “Deshacer el desarrollo, rehacer el mundo”, donde confluyen críticas sociales y ecologistas con la voluntad de desmitificar la ideología del desarrollo económico occidental. Este evento sentó una base teórica para alumbrar el movimiento por el decrecimiento, que se desarrolla en Francia y Bélgica a través de revistas, movimientos antipublicidad, antitecnología y de agroecología.
Una idea transversal al movimiento es la simplicidad voluntaria, particularmente presente en Canadá y EE UU, que consiste en optar por consumir menos, vivir más sencillamente e intercambiar localmente para reconstruir la convivencia y la implicación local, y para ganar en autosuficiencia frente al todo mercantilizado del capitalismo. En Italia, la decrescita se centra en proyectos de autogestión y economía local a escala municipal y en numerosas manifestaciones contra la construcción de megainfraestructuras.
Desde 2004, en varios países europeos se organizan marchas andando, con asno o en bicicleta, para revindicar la lentitud y otro modo de intercambio sin intermediarios. Paralelamente, en el mundo anglosajón nacen en 2005 las ‘ciudades en transición’, que redibujan todos los aspectos de la vida local con el objetivo de afrontar el declive del petróleo. En 2007, el decrecimiento aparece en México y Argentina. En este mismo año, nace en Cataluña la Entesa pel decreixement, como una red de contestación social alrededor del decrecimiento. El año siguiente, el colectivo Temps de re-voltes inicia una marcha en bicicleta que recorre Cataluña durante varios meses y que culmina este mes de julio en un encuentro de movimientos sociales, destinado a concretar proyectos de decrecimiento y contrapoder.
En Cataluña, como en el resto del mundo, la crisis energética refleja la urgencia de movilizarse por el decrecimiento, tanto por el riesgo de tensión social frente a la escasez de recursos, como por la oportunidad que se nos ofrece para cuestionar y transformar la sociedad. Si tomamos como ejemplo el sector más consumidor de energía, el transporte, el declive energético podría forzar el fin de la civilización del automóvil, promotora de individualismo y tan destructora en términos de medio ambiente y urbanismo. Con ello, se conseguiría una reivindicación ecologista que hasta ahora permanecía fuera de alcance.
De la misma manera, el declive nos invita a prescindir de las mercancías que han viajado cientos de kilómetros, para optar por el consumo local y por la autoproducción, y a boicotear por fin los supermercados y el espectáculo de los centros comerciales. En definitiva, producir y consumir menos, localizar los intercambios, participar en la autogestión local de la comunidad y sus recursos, compartir… en todos los aspectos de la vida, la crisis abre una vía para desmaterializar la felicidad y redescubrir una vida colectiva más cercana a la naturaleza.
Laura Blanco Grau y Sylvain Fischer, de Entesa pel decreixement.
8 de mayo de 2010
DE LA CRISIS DEL CRECIMIENTO EN LA ERA POSTCAPITALISTA
DE LA CRISIS DEL CRECIMIENTO EN LA ERA POSTCAPITALISTA
Autores corporativos:
Entesa per Decrexeiment (editora)
Autores personales:
Dalmau, Blai (Autor/a) Serrano Olmedo, Rocío (Traductor/a)
Fecha:
14 de Mayo de 2009
Entradilla:
El autor afirma que desde el advenimiento de la crisis estructural del capitalismo las soluciones pasan por poner en marcha la sociedad postcapitalista, que con prácticas de cooperación y soberanía popular de a luz a una sociedad mucho mejor para todos y todas, con un decrecimiento sereno y virtuoso.
Introducción/Descripción:
La crisis del crecimiento.
El crecimiento económico del capitalismo en las últimas décadas se ha basado en el aumento del endeudamiento, el expolio insostenible del planeta y la mercantilización extensiva e intensiva. Obviamente, este proceso debía tocar techo. No se puede ir endeudado más y más a la población sin que llegue un momento en que ésta ya no puede pagar las deudas. No se puede ir extrayendo más y más de la naturaleza sin que llegue un momento que esta cierre el grifo. Hoy se están sobrepasando estos dos límites, comenzando a agotar las posibilidades del crecimiento exponencial capitalista. Esto está provocando la mayor crisis de la historia de este sistema.
El capitalismo ha empezado a caer por su parte superior, el sistema financiero, pero su deslizamiento comienza a llegar a sus bases: la economía de mercado, el estado, la propiedad privada y el dinero son instituciones fundamentales de este sistema, y hace tiempo que llevan latente una crisis que hoy se convierte plenamente manifiesta. Esta es la crisis de un sistema que pretende organizar la sociedad bajo la lógica de la acumulación individual a costa del beneficio colectivo. Esta es la crisis de un sistema con necesidad insaciable de crecimiento económico y con una tendencia paralela hacia la concentración de poder político y económico en cada vez más pocas manos.
Todos los expertos del poder están reunidos en permanentes Todos los expertos del poder están reunidos en permanentes consultas pluridisciplinarias si no para curar a la sociedad enferma, al menos para alargar su aparente supervivencia hasta donde se pueda, hasta el coma irreversible si es necesario. Pero hoy ya casi no se pueden ni siquiera paliar los problemas con la misma forma de pensar que los ha creado. Sólo se pueden agravar. La crisis del crecimiento no se superará mediante inyecciones de mayor crecimiento ficticio: el balón ya se ha hecho demasiado grande, y en caso de que los administradores de este sistema pudieran hacerla más grande aún, sólo llevaría a una decadencia aún más abrupto y inapelable al poco tiempo.
Podemos vivir sin capitalismo.
En las últimas décadas del siglo XX, a medida que el sistema se expande y adquiría más poder, la transformación social radical parecía utópica. Los mecanismos de represión y acondicionamiento del sistema y las inercias establecidas aparentemente eran demasiado fuertes como para concebir factible un cambio estructural y generalizado. Por este motivo, en estos años los movimientos sociales se han limitado generalmente a intentar evitar los progresos más nocivos del capitalismo o reivindicar reformas y mejoras parciales, o también, se han creado alternativas minoritarias al margen de la sociedad dominante. Estos parecían los únicos objetivos alcanzables.
Pero desde el advenimiento de la recesión económica mundial y la crisis estructural y crónica que empezamos, se está dando la vuelta a la tortilla. En adelante, y cada vez más, lo que es utópico no es tranformar la sociedad establecida, sino mantenerla. Por ello, la estrategia de reivindicar reformas y mejoras sociales a un sistema herido de muerte, que a duras penas puede mantenerse en pie, será cada vez más infructuosa. En esta nueva era que inauguramos, también resultará insuficiente construir alternativas minoritarias y periféricas para escapar de la sociedad dominante, cuando las alternativas al capitalismo son necesarias en el centro mismo de la vida social y por la gran mayoría de personas.
Como personas que nos toca vivir en este peculiar momento histórico (el momento en que el sistema capitalista empieza a ser imposible) podemos visualizar la suerte que tenemos y no la desgracia, comprender la situación y realizar los pasos teórico-prácticos para la fundación de una nueva sociedad. El tráfico del sistema capitalista a uno de post-capitalista es un periodo vacilante y quebradiza, lleno de incertidumbre, pues caen y deca instituciones, y con ellas, los planes de vida de muchas personas. La manera para que este proceso sea vivido como una renacimiento y no como una lánguida degradación, la manera de ver la crisis como una oportunidad y no como una perturbadora maldición, es comprender que la era postcapitalista es necesaria, y que con prácticas de cooperación y soberanía popular podemos dar luz a una sociedad mucho mejor para todos y todas, con un decrecimiento sereno y virtuoso.
Probablemente, ahora es el momento para que que los grandes ideales de nuestra época, los valores de la modernidad como la igualdad, la fraternidad, la libertad, la democracia y la racionalidad, puedan erigirse como verdaderas líneas fundamentales de la sociedad. Hasta ahora eran simplemente un conjunto de ideales frustrados, unos valores pisoteados y dejados de lado por la lógica lucrativista y concentracionista del capitalismo. Pero en la época de la disolución de este sistema, las bases y las herramientas para construir la sociedad postcapitalista podrían ser estos ideales que hoy son compartidas casi universalmente.
Las personas con problemas ocasionados por el sistema, tales como exclusión, precariedad, pobreza y desempleo somos también cada vez más.Nos podemos poner de acuerdo, juntando necesidad y conciencia, para dar los golpecitos necesarios para acabar de hacer caer al sistema decadente ya la vez iniciar la era postcapitalista. No hace falta que esperemos a que toda la población esté preparada y convencida: si lo hacemos bien, los indecisos se apunatarán cuando las cosas comiencen a funcionar de otra manera.
No demos lugar a que la crisis sistémica sea un compendio de quejas y lamentos, sino todo lo contrario, un catalizador de la acción tranformadora, un motivo para alimentar una nueva fe en el mundo.
URL:
http://decreixement.net/blog/blai/de-la-crisi-del-creixement-lera-postcapitalista
4 de mayo de 2010
Entrevista con Carlos Taibo, analista internacional
07-07-2008
Aloia Álvarez Feáns
Revista Pueblos
Leemos sus libros y sus artículos en prensa, tanto hegemónica como alternativa o contrainformativa, y le escuchamos en una asociación de barrio, en un aula, o en un teatro con solera. Durante un rato le toca estar del otro lado de la mesa pero al salir a los pasillos parece, porque lo pretende, un estudiante. De Burgos a Vigo, pasando por Madrid, viaja casi siempre en autobús, con la mochila cargada de fragmentos de realidad y una buena lupa para saber mirarlos. Media hora con Carlos Taibo, el analista total, da para mucho, por lo que deja ganas de más. Dice que Europa del Este ya le aburre, lo que no significa que ya no le importe lo que allí sucede, pero es que, como nos cuenta en esta entrevista, hay asuntos estructurales, definitorios de la marcha del planeta, que hoy por hoy precisan de una cuidadosa atención.
A pesar de que tu especialización académica se orienta al estudio de la Europa Central y Oriental, escribes sobre muchos otros temas. ¿Qué merece hoy tus preocupaciones?
La verdad es que la Europa Central y Oriental me ha acabado por cansar, ahora me interesan temas más generales y sobre todo algunos de los debates teóricos que empiezan a surgir y que tengo la certeza de que serán los principales dentro de pocos años. Por ejemplo, el debate sobre el crecimiento económico: cada vez estoy más convencido de que hay que discutir la bondad de la categoría correspondiente y esto implica empezar a apostar con claridad por fórmulas de decrecimiento económico y reducción del consumo. Algo que en modo alguno tiene que ver necesariamente con una reducción de nuestro bienestar y nuestra felicidad, antes al contrario, creo que este tipo de discusiones se va a imponer cada vez más rápido entre nosotros porque cada vez somos más conscientes de los límites del planeta y de la necesidad inexorable de poner un freno a lo que hemos hecho durante siglos.
En ese sentido, hoy mismo el Banco Mundial se reafirmaba en sus teorías smithianas al descartar intervenir en el mercado mundial de alimentos a pesar de las nefastas consecuencias que esto está teniendo, y va a tener, sobre la vida de millones de personas. La mano invisible es masculina, blanca y lleva anillos de oro, ¿no?
Sí, y has dicho algo muy importante, lo de intervenir en los mercados. Parece una fórmula que atenta contra la ley de la gravedad pero, qué menos que intervenir en los mercados cuando cabe suponer con argumentos certeros que eso puede permitir que varios millones de seres humanos conserven la vida. Creo, sin embargo, que el tono lo aporta, no ya las posiciones del Banco Mundial, que son esperables, sino lo que está haciendo el Gobierno español, que ha acrecentado, al parecer de manera sensible, sus niveles de ayuda alimentaria. Alguien dirá: "pues muy bien". Pues no, muy mal, porque lo que está haciendo el Gobierno es acrecentar el negocio de las transnacionales que están especulando con el precio de los alimentos en la medida en que le está entregando dinero a los países pobres para que compren esos alimentos a ese precio. Me parece que no es la forma más ingeniosa de enfrentar el problema de fondo. Pero, en cualquier caso, parece que el Gobierno español, como los demás, ha decidido que no hay ningún motivo para entrar a saco cuestionando el negocio especulativo de las grandes transnacionales. Éste es el meollo de la cuestión.
Como sostenías en un artículo reciente, no sólo el partido en el Gobierno, sino también el resto de los partidos políticos representativos del Estado, sigue ciegamente ese axioma del crecimiento económico. Sorprende que ni siquiera Izquierda Unida (IU) se salga de esa línea...
Sí, al parecer resulta muy difícil romper con este axioma económico por el que interpretamos automáticamente que el crecimiento económico es la fórmula mágica que resuelve todo: los servicios sociales, el desempleo, la pobreza... Todos los datos empíricos invitan a recelar de esta percepción de los hechos. El crecimiento económico no tiene nada que ver con los servicios sociales, con la pobreza, ni con la resolución del desempleo, pero, sin embargo, lo seguimos repitiendo. Claro, hay que entender que en términos electorales una fuerza política que se presentase impulsando una reducción del crecimiento económico y del PIB inmediatamente sería lapidada. El problema de IU en este caso es que es lapidada igual, así que podría inducir a decir: "bueno, digan lo que tienen que decir, que van a ser lapidados igual". Me parece que es una manera bastante sensata de sugerir a los dirigentes de IU que tienen que romper de manera más drástica con las reglas del juego del debate teórico que impone la ciencia oficial en el momento presente.
Más allá de esto, ¿a qué crees que ha respondido su descalabro en las últimas elecciones generales?
Creo que a dos razones distintas. Una de largo aliento: IU es un proyecto que no funciona, que no es creíble, porque es una fuerza política que hace mucho tiempo que se desgajó de la realidad social en la mayoría de los lugares. Hay una división cada vez más aguda entre la izquierda política y la izquierda social; esto se traduce en que la mayoría de los votantes de IU (esa es, al menos, mi apreciación), la votan porque no hay otra cosa, no porque crean realmente en la coalición. Y luego hay otra razón de carácter más coyuntural, y es que cuando una fuerza política como IU, en los cuatro últimos años, se sitúa muy cerca del Partido Socialista, y establece pactos que dificultan hacer visible su identidad, lo lógico es que muchos votantes decidan votar al original y no a la copia, algo que se ha sumado a lo anterior y dibuja una tragedia en términos del número de votos recibidos. De todas maneras yo creo que es más importante el problema de la calidad del voto. A los dirigentes de IU lo que debería preocuparles es el tono alicaído de la mayor parte de los votantes, no el hecho de que sean 1.500.000 ó 600.000. Creo que IU es una fuerza política a la que se le pasó el tiempo. Esto tiene que ver con el hecho de que ha estado (y ésta es una lectura personal) muy controlada por el Partido Comunista de España, y que no ha acabado por engarzar con la sociedad real, con la izquierda real. Es muy raro que en ninguna de sus listas electorales incorpore a los activistas de los movimientos sociales. Los candidatos de IU son el producto de una discusión entre las diferentes cúpulas o grupos de presión que actúan dentro de la coalición. Y cualquier persona sensata sabe que eso cada vez tiene menos que ver con la izquierda real, lo que yo llamo la izquierda social.
Y esa izquierda real o social, ¿en qué punto está? ¿Cómo la ves?
La veo más viva que la izquierda política. Estoy dispuesto a reconocer que esto no es decir mucho, porque la izquierda política está tan muerta que cualquier cosa es más viva. Bueno, yo creo que no hemos ido para peor. Los movimientos antiglobalización, sin alharacas, han ido madurando; las redes sociales contestatarias también; el movimiento de okupación es una realidad abierta en prácticamente todas las ciudades con algún peso y en muchos pueblos. Esto quiere decir que algo empieza a cambiar y yo subrayo que cambia al margen de la izquierda política, es decir, no es un cambio de la izquierda política que tira de otros movimientos; me parece que se ha invertido el papel, es la izquierda política la que va detrás de los movimientos cuando se interesa por lo que éstos hacen, algo que no siempre ocurre. En ese sentido yo siempre digo que hoy no hay ningún tipo de agresión promovida por el sistema que no reciba algún tipo de respuesta. Puede ser más o menos adecuada, imaginativa, numerosa, pero en cualquier caso es un cambio interesante con respecto al pasado porque hace diez años esto no ocurría. Y agregaría un dato más, mucha gente joven parece que ha empezado a recuperar el pulso de la contestación, algo que durante bastante tiempo no sucedía, los jóvenes estaban prácticamente ausentes de todo. Subrayo: no es que los jóvenes se hayan incorporado a iniciativas promovidas por generaciones mayores, es que los jóvenes han empezado a promover sus propias iniciativas. Es muy llamativo, por ejemplo, que en el caso de la universidad, la contestación al proceso de Bolonia llegue casi en exclusiva de los estudiantes...
¿Mayo del 68 revisitado?
Bueno, hay un minimayo vinculado con la actividad de los estudiantes, no con la de los profesores, que creo que están cada vez más funcionarizados, anquilosados, y poco interesados por cambiar nada. No creo mucho en la universidad como hervidero de iniciativas de transformación social; quiero decir, la metáfora del mayo del 68 entre nosotros hoy no sirve, al menos en este terreno de la universidad como promotora de un cambio de percepción y de prácticas distintas. Me parece que hay que mirar hacia otros lados, hacia los barrios, las iniciativas que surgen en la periferia de un movimiento obrero cada vez más esclerotizado, con unos sindicatos hiperinstalados en la lógica del sistema... Pero en la periferia de ese mundo sindical hay realidades que merecen respeto y que empiezan a reflexionar hipercríticamente sobre la realidad y, en primer lugar, a contestar el papel que desempeñan los sindicatos mayoritarios.
Hablando de periferias, ampliemos el marco de análisis. Estamos asistiendo a un auge de los llamados movimientos antiglobalización que mencionabas antes. Pongámosles nombre y situémoslos en el momento presente. ¿Cómo te gusta denominarlos? ¿Hacia dónde se dirigen?
Bueno, lo de la antiglobalización plantea problemas, es verdad que retrata en clave estrictamente negativa a movimientos que no están en una franca vocación de proponer alternativas. Hay quien dice, por lo demás, que la mayoría de ellos no se oponen ontológicamente a la globalización sino en concreto a la globalización capitalista o neoliberal, pero que defenderían una globalización de los derechos o las libertades... Esto suena bien pero creo que es un discurso bastante vacuo. No sé muy bien qué es eso de la globalización de los derechos y las libertades, antes hablábamos de internacionalismo para referirnos a estas cosas, no sé por qué tenemos que desdeñar palabras que nos han servido durante mucho tiempo. Al margen de esto, lo de la altermundialización o globalización alternativa creo que son palabras que generan circuitos intelectuales que piensan poco en a quiénes se dirigen y qué es lo que van a comprender quienes reciben esos mensajes. Y, si hablamos de lo que ocurre con los movimientos antiglobalización tendemos a partir de la base de lo que ocurre con nuestros movimientos antiglobalización y esto supone olvidar que los principales movimientos radican en el Sur: en Argentina, Perú, Ecuador, Brasil, México, Bolivia, Tailandia, India... Creo que éste es el elemento fundamental del balance, lo que está cambiando es lo que llega del Sur. Y eso supone, con todas las limitaciones que queramos, una inversión de lo que ha ocurrido casi siempre, que es que los movimientos del Norte, que despliegan toda su parafernalia intelectual, son los que atraen a movimientos del Sur. Entiendo que ahora se está invirtiendo en algún grado el proceso, sin descartar que muchos de esos movimientos del Sur reflejan determinados espacios etnocéntricos y eurocéntricos de dependencia con respecto a los del Norte. ¿En qué estoy pensando? Bueno, de manera singular en los Foros Sociales de Portoalegre, que se desplegaban materialmente en un país del Sur pero quien protagonizaba las sesiones eran intelectuales del Norte, con lo cual se estaba generando también alguna ficción con la que convenía romper sugiriendo que tal vez lo que queríamos hacer no era esto.
Hace poco titulabas un artículo con una revisión del manido lema de estos encuentros: "Otro mundo peor es probable". No suena muy optimista...
Bueno, soy optimista en lo que respecta al auge de las resistencias pero soy pesimista en lo que se refiere al derrotero del planeta. Me parece que estas cosas se pueden combinar de manera relativamente fácil. Los habitantes del Norte del planeta somos profundamente insolidarios, hemos oído un millón de veces que cada día mueren miles de seres humanos a causa del hambre, pero esto no nos importa porque ese fenómeno no nos toca materialmente. Pero van a llegar inmediatamente dos procesos que sí nos van a afectar materialmente: el cambio climático, por un lado, y el encarecimiento espectacular del precio de las materias primas energéticas. A mi entender, la llegada espectacular de estos procesos va a generar dos consecuencias de signo distinto. La primera: va a ser una edad de oro para los movimientos de emancipación, que van a encontrar un caldo de cultivo para sus mensajes mucho más sólido que en el pasado, por ejemplo, para el discurso del decrecimiento. La otra cara de la cuestión es que probablemente van a empezar a emerger políticas de darwinismo social extremo que tal vez van a recordar a muchas de las medidas que aplicó Hitler en el decenio de 1930 en Alemania. Los estamentos de poder principales del planeta, conscientes de la escasez, van a desplegar medidas encaminadas a garantizar que los recursos escasos estén a disposición de una escueta minoría de seres humanos, y esto genera un horizonte muy delicado al que hay que empezar a buscar respuestas. Intuyo que, hoy por hoy, alguno de los elementos pioneros de esta política de darwinismo social son los que está aplicando Berlusconi en Italia con los inmigrantes. Claro, el primer eslabón débil lo configuran las poblaciones foráneas que no son plenos ciudadanos como nosotros y de las que conviene prescindir cuando llega la etapa de las vacas flacas. Por eso prefiero separar estas dos dimensiones: los movimientos van a crecer, pero en un escenario cada vez más difícil. En cualquier caso creo que sí, otro mundo peor es bastante probable...
Entrevista con Carlos Taibo, analista internacional
"El crecimiento económico no tiene nada que ver con los servicios sociales, con la pobreza, ni con la resolución del desempleo, pero, sin embargo, lo seguimos repitiendo"
Aloia Álvarez Feáns
Revista Pueblos
Leemos sus libros y sus artículos en prensa, tanto hegemónica como alternativa o contrainformativa, y le escuchamos en una asociación de barrio, en un aula, o en un teatro con solera. Durante un rato le toca estar del otro lado de la mesa pero al salir a los pasillos parece, porque lo pretende, un estudiante. De Burgos a Vigo, pasando por Madrid, viaja casi siempre en autobús, con la mochila cargada de fragmentos de realidad y una buena lupa para saber mirarlos. Media hora con Carlos Taibo, el analista total, da para mucho, por lo que deja ganas de más. Dice que Europa del Este ya le aburre, lo que no significa que ya no le importe lo que allí sucede, pero es que, como nos cuenta en esta entrevista, hay asuntos estructurales, definitorios de la marcha del planeta, que hoy por hoy precisan de una cuidadosa atención.
A pesar de que tu especialización académica se orienta al estudio de la Europa Central y Oriental, escribes sobre muchos otros temas. ¿Qué merece hoy tus preocupaciones?
La verdad es que la Europa Central y Oriental me ha acabado por cansar, ahora me interesan temas más generales y sobre todo algunos de los debates teóricos que empiezan a surgir y que tengo la certeza de que serán los principales dentro de pocos años. Por ejemplo, el debate sobre el crecimiento económico: cada vez estoy más convencido de que hay que discutir la bondad de la categoría correspondiente y esto implica empezar a apostar con claridad por fórmulas de decrecimiento económico y reducción del consumo. Algo que en modo alguno tiene que ver necesariamente con una reducción de nuestro bienestar y nuestra felicidad, antes al contrario, creo que este tipo de discusiones se va a imponer cada vez más rápido entre nosotros porque cada vez somos más conscientes de los límites del planeta y de la necesidad inexorable de poner un freno a lo que hemos hecho durante siglos.
En ese sentido, hoy mismo el Banco Mundial se reafirmaba en sus teorías smithianas al descartar intervenir en el mercado mundial de alimentos a pesar de las nefastas consecuencias que esto está teniendo, y va a tener, sobre la vida de millones de personas. La mano invisible es masculina, blanca y lleva anillos de oro, ¿no?
Sí, y has dicho algo muy importante, lo de intervenir en los mercados. Parece una fórmula que atenta contra la ley de la gravedad pero, qué menos que intervenir en los mercados cuando cabe suponer con argumentos certeros que eso puede permitir que varios millones de seres humanos conserven la vida. Creo, sin embargo, que el tono lo aporta, no ya las posiciones del Banco Mundial, que son esperables, sino lo que está haciendo el Gobierno español, que ha acrecentado, al parecer de manera sensible, sus niveles de ayuda alimentaria. Alguien dirá: "pues muy bien". Pues no, muy mal, porque lo que está haciendo el Gobierno es acrecentar el negocio de las transnacionales que están especulando con el precio de los alimentos en la medida en que le está entregando dinero a los países pobres para que compren esos alimentos a ese precio. Me parece que no es la forma más ingeniosa de enfrentar el problema de fondo. Pero, en cualquier caso, parece que el Gobierno español, como los demás, ha decidido que no hay ningún motivo para entrar a saco cuestionando el negocio especulativo de las grandes transnacionales. Éste es el meollo de la cuestión.
Como sostenías en un artículo reciente, no sólo el partido en el Gobierno, sino también el resto de los partidos políticos representativos del Estado, sigue ciegamente ese axioma del crecimiento económico. Sorprende que ni siquiera Izquierda Unida (IU) se salga de esa línea...
Sí, al parecer resulta muy difícil romper con este axioma económico por el que interpretamos automáticamente que el crecimiento económico es la fórmula mágica que resuelve todo: los servicios sociales, el desempleo, la pobreza... Todos los datos empíricos invitan a recelar de esta percepción de los hechos. El crecimiento económico no tiene nada que ver con los servicios sociales, con la pobreza, ni con la resolución del desempleo, pero, sin embargo, lo seguimos repitiendo. Claro, hay que entender que en términos electorales una fuerza política que se presentase impulsando una reducción del crecimiento económico y del PIB inmediatamente sería lapidada. El problema de IU en este caso es que es lapidada igual, así que podría inducir a decir: "bueno, digan lo que tienen que decir, que van a ser lapidados igual". Me parece que es una manera bastante sensata de sugerir a los dirigentes de IU que tienen que romper de manera más drástica con las reglas del juego del debate teórico que impone la ciencia oficial en el momento presente.
Más allá de esto, ¿a qué crees que ha respondido su descalabro en las últimas elecciones generales?
Creo que a dos razones distintas. Una de largo aliento: IU es un proyecto que no funciona, que no es creíble, porque es una fuerza política que hace mucho tiempo que se desgajó de la realidad social en la mayoría de los lugares. Hay una división cada vez más aguda entre la izquierda política y la izquierda social; esto se traduce en que la mayoría de los votantes de IU (esa es, al menos, mi apreciación), la votan porque no hay otra cosa, no porque crean realmente en la coalición. Y luego hay otra razón de carácter más coyuntural, y es que cuando una fuerza política como IU, en los cuatro últimos años, se sitúa muy cerca del Partido Socialista, y establece pactos que dificultan hacer visible su identidad, lo lógico es que muchos votantes decidan votar al original y no a la copia, algo que se ha sumado a lo anterior y dibuja una tragedia en términos del número de votos recibidos. De todas maneras yo creo que es más importante el problema de la calidad del voto. A los dirigentes de IU lo que debería preocuparles es el tono alicaído de la mayor parte de los votantes, no el hecho de que sean 1.500.000 ó 600.000. Creo que IU es una fuerza política a la que se le pasó el tiempo. Esto tiene que ver con el hecho de que ha estado (y ésta es una lectura personal) muy controlada por el Partido Comunista de España, y que no ha acabado por engarzar con la sociedad real, con la izquierda real. Es muy raro que en ninguna de sus listas electorales incorpore a los activistas de los movimientos sociales. Los candidatos de IU son el producto de una discusión entre las diferentes cúpulas o grupos de presión que actúan dentro de la coalición. Y cualquier persona sensata sabe que eso cada vez tiene menos que ver con la izquierda real, lo que yo llamo la izquierda social.
Y esa izquierda real o social, ¿en qué punto está? ¿Cómo la ves?
La veo más viva que la izquierda política. Estoy dispuesto a reconocer que esto no es decir mucho, porque la izquierda política está tan muerta que cualquier cosa es más viva. Bueno, yo creo que no hemos ido para peor. Los movimientos antiglobalización, sin alharacas, han ido madurando; las redes sociales contestatarias también; el movimiento de okupación es una realidad abierta en prácticamente todas las ciudades con algún peso y en muchos pueblos. Esto quiere decir que algo empieza a cambiar y yo subrayo que cambia al margen de la izquierda política, es decir, no es un cambio de la izquierda política que tira de otros movimientos; me parece que se ha invertido el papel, es la izquierda política la que va detrás de los movimientos cuando se interesa por lo que éstos hacen, algo que no siempre ocurre. En ese sentido yo siempre digo que hoy no hay ningún tipo de agresión promovida por el sistema que no reciba algún tipo de respuesta. Puede ser más o menos adecuada, imaginativa, numerosa, pero en cualquier caso es un cambio interesante con respecto al pasado porque hace diez años esto no ocurría. Y agregaría un dato más, mucha gente joven parece que ha empezado a recuperar el pulso de la contestación, algo que durante bastante tiempo no sucedía, los jóvenes estaban prácticamente ausentes de todo. Subrayo: no es que los jóvenes se hayan incorporado a iniciativas promovidas por generaciones mayores, es que los jóvenes han empezado a promover sus propias iniciativas. Es muy llamativo, por ejemplo, que en el caso de la universidad, la contestación al proceso de Bolonia llegue casi en exclusiva de los estudiantes...
¿Mayo del 68 revisitado?
Bueno, hay un minimayo vinculado con la actividad de los estudiantes, no con la de los profesores, que creo que están cada vez más funcionarizados, anquilosados, y poco interesados por cambiar nada. No creo mucho en la universidad como hervidero de iniciativas de transformación social; quiero decir, la metáfora del mayo del 68 entre nosotros hoy no sirve, al menos en este terreno de la universidad como promotora de un cambio de percepción y de prácticas distintas. Me parece que hay que mirar hacia otros lados, hacia los barrios, las iniciativas que surgen en la periferia de un movimiento obrero cada vez más esclerotizado, con unos sindicatos hiperinstalados en la lógica del sistema... Pero en la periferia de ese mundo sindical hay realidades que merecen respeto y que empiezan a reflexionar hipercríticamente sobre la realidad y, en primer lugar, a contestar el papel que desempeñan los sindicatos mayoritarios.
Hablando de periferias, ampliemos el marco de análisis. Estamos asistiendo a un auge de los llamados movimientos antiglobalización que mencionabas antes. Pongámosles nombre y situémoslos en el momento presente. ¿Cómo te gusta denominarlos? ¿Hacia dónde se dirigen?
Bueno, lo de la antiglobalización plantea problemas, es verdad que retrata en clave estrictamente negativa a movimientos que no están en una franca vocación de proponer alternativas. Hay quien dice, por lo demás, que la mayoría de ellos no se oponen ontológicamente a la globalización sino en concreto a la globalización capitalista o neoliberal, pero que defenderían una globalización de los derechos o las libertades... Esto suena bien pero creo que es un discurso bastante vacuo. No sé muy bien qué es eso de la globalización de los derechos y las libertades, antes hablábamos de internacionalismo para referirnos a estas cosas, no sé por qué tenemos que desdeñar palabras que nos han servido durante mucho tiempo. Al margen de esto, lo de la altermundialización o globalización alternativa creo que son palabras que generan circuitos intelectuales que piensan poco en a quiénes se dirigen y qué es lo que van a comprender quienes reciben esos mensajes. Y, si hablamos de lo que ocurre con los movimientos antiglobalización tendemos a partir de la base de lo que ocurre con nuestros movimientos antiglobalización y esto supone olvidar que los principales movimientos radican en el Sur: en Argentina, Perú, Ecuador, Brasil, México, Bolivia, Tailandia, India... Creo que éste es el elemento fundamental del balance, lo que está cambiando es lo que llega del Sur. Y eso supone, con todas las limitaciones que queramos, una inversión de lo que ha ocurrido casi siempre, que es que los movimientos del Norte, que despliegan toda su parafernalia intelectual, son los que atraen a movimientos del Sur. Entiendo que ahora se está invirtiendo en algún grado el proceso, sin descartar que muchos de esos movimientos del Sur reflejan determinados espacios etnocéntricos y eurocéntricos de dependencia con respecto a los del Norte. ¿En qué estoy pensando? Bueno, de manera singular en los Foros Sociales de Portoalegre, que se desplegaban materialmente en un país del Sur pero quien protagonizaba las sesiones eran intelectuales del Norte, con lo cual se estaba generando también alguna ficción con la que convenía romper sugiriendo que tal vez lo que queríamos hacer no era esto.
Hace poco titulabas un artículo con una revisión del manido lema de estos encuentros: "Otro mundo peor es probable". No suena muy optimista...
Bueno, soy optimista en lo que respecta al auge de las resistencias pero soy pesimista en lo que se refiere al derrotero del planeta. Me parece que estas cosas se pueden combinar de manera relativamente fácil. Los habitantes del Norte del planeta somos profundamente insolidarios, hemos oído un millón de veces que cada día mueren miles de seres humanos a causa del hambre, pero esto no nos importa porque ese fenómeno no nos toca materialmente. Pero van a llegar inmediatamente dos procesos que sí nos van a afectar materialmente: el cambio climático, por un lado, y el encarecimiento espectacular del precio de las materias primas energéticas. A mi entender, la llegada espectacular de estos procesos va a generar dos consecuencias de signo distinto. La primera: va a ser una edad de oro para los movimientos de emancipación, que van a encontrar un caldo de cultivo para sus mensajes mucho más sólido que en el pasado, por ejemplo, para el discurso del decrecimiento. La otra cara de la cuestión es que probablemente van a empezar a emerger políticas de darwinismo social extremo que tal vez van a recordar a muchas de las medidas que aplicó Hitler en el decenio de 1930 en Alemania. Los estamentos de poder principales del planeta, conscientes de la escasez, van a desplegar medidas encaminadas a garantizar que los recursos escasos estén a disposición de una escueta minoría de seres humanos, y esto genera un horizonte muy delicado al que hay que empezar a buscar respuestas. Intuyo que, hoy por hoy, alguno de los elementos pioneros de esta política de darwinismo social son los que está aplicando Berlusconi en Italia con los inmigrantes. Claro, el primer eslabón débil lo configuran las poblaciones foráneas que no son plenos ciudadanos como nosotros y de las que conviene prescindir cuando llega la etapa de las vacas flacas. Por eso prefiero separar estas dos dimensiones: los movimientos van a crecer, pero en un escenario cada vez más difícil. En cualquier caso creo que sí, otro mundo peor es bastante probable...
1 de mayo de 2010
El Decrecimiento
El decrecimiento
Gustavo Duch Guillot
El País
Nos recuerda John Berger que la peor preocupación que enfrenta nuestra sociedad es la de tener invadidos el espíritu y el pensamiento. Que debemos prestar una atención cuidadosa a lo que nos circunda. La celebración del día sin coches es una posibilidad de hacer dicho ejercicio, pues la invasión de vehículos es uno de los mejores ejemplos para entender por qué nuestra sociedad corre sin rumbo fijo, derrocha sus posibilidades energéticas y entiende que más (más nuevo, más grande, con más cilindrada) es igual a mejor. Por ello, con acierto, se ha vinculado a esa celebración un nuevo concepto político que deberemos tener muy en cuenta, el decrecimiento.
De alguna manera que a mí se me escapa existe un pensamiento dominante que relaciona directamente crecimiento económico (más producción, más consumo) con desarrollo, con prosperidad e incluso (aquí se disparan mis alarmas) como remedio contra las desigualdades. Tanto nos han invadido el pensamiento con la idea de que hay una relación directa entre crecimiento y desarrollo, que incluso algunos autores alternativos enfrascados en estos temas no aceptan ya terminologías sucedáneas, como desarrollo sostenible, desarrollo local, endodesarrollo o desarrollo humano, argumentando que es palabrería para disfrazar al lobo. Son propuestas que pueden nacer de buenos propósitos, asegurar un equilibrio social, respetar y preservar el medio ambiente, etcétera, pero que -dicen- no cuestionan el modelo de crecimiento según acumulación, el crecimiento capitalista.
La fascinación por el cuento del crecimiento económico es tal que Serge Latouche, explica: "consideramos positivo cualquier producción y cualquier gasto incluso cuando la producción es perjudicial... En materia de desarrollo el precio que hay que pagar en el plano social y humano es a menudo enorme". La agricultura que nos alimenta hoy en día es, lamentable, un buen ejemplo de lo que significa priorizar el crecimiento capitalista. Su desarrollo ha sobrepasado en términos globales la satisfacción de las necesidades de la población mundial (aunque el hambre siga afectando a millones de personas) pero sigue imparable, impulsada por la necesidad de generar, no alimentos, sino crecimiento económico. Así, en muchos países del Sur se ha implantado la agricultura de los agronegocios donde sólo importan los volúmenes de producción sin medir las consecuencias: el aumento de las zonas de cultivo a base de deforestación, la desaparición de muchos puestos de trabajo, una agricultura petrodependiente corresponsable del cambio climático, concentración de tierras y rentas, pérdida de biodiversidad y más.
Puede ser difícil de aceptar, pero desde el punto de vista ecológico no hay posibilidad alguna de mantener un planeta con recursos finitos basándonos en modelos de crecimiento ilimitado. No existe tierra cultivable suficiente para mantener una agricultura produccionista que alimente a las personas, alimente a la ganadería intensiva, y que -como nos explican ahora- genere la energía del futuro, los biocombustibles. No podemos aceptar más políticas de crecimiento económico sabiendo que esconde la generación de pobreza y compromete la vida de las generaciones futuras. Entonces, aparece la propuesta y la necesidad de pensar en el decrecimiento: supeditar el mercado a la sociedad, sustituir la competencia por la cooperación, acomodar la economía a la economía de la naturaleza y del sustento, para poder estar en condiciones de retomar el control de nuestras vidas. La ciudadanía del mundo no pierde nada, pierden las corporaciones. El decrecimiento nos llevará a vivir mejor con menos: menos comida basura, menos estrés, menos pleitesía al consumo. Y también aquí el modelo agrícola puede ilustrar bien estas propuestas. Devolver el control de la agricultura a los campesinos, que con la complicidad del resto de la sociedad, aseguren mediante modelos productivos ecológicos (donde los ecosistemas no están al servicio de la economía, sino al revés), consumo de temporada y distribución en mercados locales de alimentos sanos. Apostar por el decrecimiento es encarrilarse en un nuevo rumbo, donde más gente encontrará lugares de vida y trabajo que sin dañar el medio ambiente y sin competir y empobrecer otras regiones, puedan asegurar alimentos de buena calidad y buenos sabores para nosotros, las poblaciones del Sur y las futuras generaciones.
* Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios Sin Fronteras.
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