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23 de enero de 2013

Responsabilidad gubernamental y académica en la accidentalidad en las carreteras, vías rápidas, calles y avenidas.

Responsabilidad gubernamental y académica en la accidentalidad en las carreteras, vías rápidas, calles y avenidas.
 

Celebro que las televisoras, radiodifusoras y periódicos por fin se ocupen un poco en los últimos meses de la escandalosa cifra anual de muertos, discapacitados, minusválidos y daños materiales producida por los accidentes en el transporte, proceso siniestro que hemos denunciado por más de 15 años. No obstante, en sus reportajes hay que deplorar que únicamente se ocupen de responsabilizar de esta calamidad social a los choferes o conductores del transporte, o a los ciclistas o a los peatones. Omiten señalar que la responsabilidad principal de los accidentes está en quienes diseñan o gestionan el sistema de transportes; olvidan reconocer la gran cantidad de fallas de seguridad que tienen las carreteras, vías rápidas, calles y avenidas de nuestro país; silencian el hecho de que los reglamentos, las normas, las políticas y las leyes de transporte, de desarrollo urbano y del medio ambiente tienen enormes deficiencias. Los accidentes en las carreteras y en la ciudad tienden a repetirse en los mismos lugares y bajo ciertas circunstancias muy previsibles; las reparaciones de las infraestructuras se hacen habitualmente con el mayor de los descuidos. Los vecinos y los conductores se pueden quejar mil veces que sus reclamos tienen muy pocas posibilidades de ser escuchados por las autoridades, ya que están blindadas por la impunidad que caracteriza al Estado mexicano. Esta gran insensibilidad gubernamental tiene raíces profundas.

 
Los accidentes en carretera o en el transito urbano superan a las guerras en mortalidad y otros daños; son la principal causa de muerte no natural y la primera causa de muerte, incluida la natural, en el tramo de edades entre los 16 y los 28 años; son la primera causa de minusvalías y discapacidades; sin embargo, la mentalidad automovilística(El Volante), dominante en los gobiernos y las universidades, ha legitimado o logrado la aceptación social de esta terrible matanza y estos enormes daños sociales. El tráfico de automóviles constituye en sí mismo una situación de peligro para las personas y sus bienes, porque consiste en el movimiento de vehículos de gran masa que se desplazan a través de zonas habitadas a velocidades a las cuales el organismo humano no puede recibir impactos o colisiones con otros cuerpos sin sufrir serios daños, porque no está naturalmente adaptado para resistir tales impactos. Ha sido el conjunto de intereses ligado al automóvil quien ha creado en universidades y gobiernos un cuerpo de doctrina de Seguridad Vial que defiende la existencia de lo indefendible: su muy elevada peligrosidad intrínseca.Esta absurda doctrina gubernamental de Seguridad Vial está detrás de la incriminación en los medios de las víctimas del sistema de transportes: el conductor del vehículo, el ciclista y el peatón. Además, si un árbol, un edificio o un puente “causan” accidentes, la “solución”siempre consiste en talar el árbol, derruir el edificio o sustituir el puente. Esta insensibilidad de la mentalidad automovilística, encuentra en hoy en día en México su castigo: la multiplicación de accidentes en los que pesados trailers y tortons aplastan automóviles como si fueran cucarachas.

 
Un aspecto fundamental de la doctrina gubernamental de Seguridad Vial está en que evita visibilizar a la causa principal de la accidentalidad del transporte: la velocidad excesiva del transporte, que se ha convertido en la causa directa o complementaria de cerca de dos tercios de los accidentes del transporte carretero o de ciudad. Estudios internacionales han mostrado reiteradamente la importancia de los límites de velocidad. Los articulistas estiman que la reducción del límite de velocidad en carreteras desde los 100 a los 90 kph, y en zonas urbanas de 60 a 50 kph, el número de muertos y heridos podría descender hasta en una tercera parte. El establecimiento de un límite de velocidad de 30 kph en la ciudad de México, no sólo tendría un efecto muy benéfico en el aspecto de la reducción radical de la cifra de muertos, discapacitados, minusválidos y daños materiales, también, en la reducción de los tiempos diarios de transporte, de consumo de gasolina y diesel, de contaminación del aire y de muertos y enfermos por la mala calidad del aire. La velocidad de 30 kph es la velocidad óptima del transporte en la ciudad, como lo demuestran muchos estudios internacionales.




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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
¡Descrecimiento o Extinción!
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