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28 de diciembre de 2009

LIBERAR EL IMAGINARIO SOCIAL PARA LIBERAR NUESTRAS COMUNIDADES

LIBERAR EL IMAGINARIO SOCIAL


PARA LIBERAR NUESTRAS COMUNIDADES

Discurso de Miguel Valencia, el 9 de diciembre de 2009, en el seminario de descrecimiento del Klimaforum09 de Copenhague, durante la COP-15 de la ONU. Seminario “De la Globalización a la Localización”, con la participación, además, de Tim Jackson (UK, Sustainable Development Commision), Sophie Banks (Transition Towns)

Traducción del texto original en ingles.

Mueren nuestros pueblos y ciudades a causa del intenso desarrollo

En México, en todas partes opera una misma fuerza que debilita a nuestros pueblos, enferma y mata a sus habitantes, destruye nuestras comunidades y burla nuestros bienes comunes tradicionales. Ocasiona año tras año la pérdida de los fundamentos de su vida: acuíferos, bosques, ríos, lagos, mares. Constantemente empobrece la fauna y la flora de nuestro país. Esta fuerza es la modernización. Se trata de una guerra no declarada contra la naturaleza y los bienes comunes de los pueblos. En su nombre, los paisajes se empobrecen por los monocultivos de maíz, cebada, palmeras, y también, por la urbanización dispersa, canales, torres de alta tensión. Nuestros pueblos están cada día más invadidos por pavimento, tuberías, autos, ruidos, anuncios, franquicias comerciales, tiendas Wal Mart. Los campesinos y la gente de los pueblos observan impotentes cómo se construyen en pocos meses pasos a desnivel, vías rápidas, grandes estacionamientos, enormes centros comerciales, casas industrializadas (tipo ARA, GEO). Ven llenarse de botellas o bolsas de plástico usadas o botes de aluminio, de impresos, de piezas metálicas o de plástico usadas, sus plazas, banquetas, parques públicos, en pocas horas.

Los pueblos y ciudades de México están perdiendo rápidamente sus campesinos, sus artesanos y sus sabios, pero, al mismo tiempo resienten un rápido aumento en sus niveles de violencia, pobreza y desempleo, debido al aumento desmedido de los monocultivos, la migración, el cultivo y el tráfico de drogas, las maquiladoras y los nuevos estilos de vida. Nuestros pueblos se convierten en territorios sin poder, sujetos a poderes sin territorio. La economía mundial domina ahora la vida y la economía de nuestros pueblos y comunidades, las que han perdido la capacidad de sostenerse por sí mismas.

La confrontación y el disenso social con la globalización: la crónica de una guerra sangrienta de baja intensidad.

El disenso social emerge con fuerza a principios de los 90, pero, desde el principio de este siglo, más de 1500 movimientos locales de resistencia se han dado en México: campesinos, indígenas, mujeres, trabajadores, vecinos, ciudadanos de todos los estratos sociales, han rechazado la construcción de aeropuertos, grandes presas, carreteras, instalaciones petroleras, confinamientos de residuos tóxicos, operaciones mineras, extracciones de agua, vialidades en segundos pisos, líneas de Metro. Entre los movimientos de mayor relevancia están: el pueblo de San Francisco Atenco que detuvo la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México; Ignacio del Valle, el dirigente campesino de este movimiento se encuentra en una prisión de alta seguridad condenado a 112 años de prisión; el pueblo de Zimapan detuvo el confinamiento de residuos peligrosos; el pueblo de la ciudad de San Luis Potosí, ha detenido las operaciones en San Xavier de una empresa minera canadiense; campesinos de las comunidades de La Parota, en Acapulco, han detenido el proyecto de una gran presa; pueblos cercanos a Cuatro Ciénagas se oponen continuamente a la extracción de agua en la reserva ecológica del desierto; el movimiento de los trece pueblos de Morelos contra la urbanización de sus campos de cultivo de caña y arroz; los campesinos de Tlahuac contra la construcción de la Línea 12 el Metro, en los humedales y tierras de cultivo de esa zona en la Ciudad de México. En los últimos años, la mayor parte de los dirigentes de los movimientos locales han sufrido órdenes de aprensión. Cuando menos cada quince días desaparece misteriosamente un dirigente local o es encontrado torturado y asesinado por personas desconocidas.

La manipulación del imaginario social por medio de los programas de desarrollo y la globalización han sido trágicas.

Por muchas décadas, las imágenes de autos nuevos, supercarreteras, grandes presas, puentes, torres, pasos a desnivel, casas en los suburbios, han devastado la mente de la mayor parte del pueblo mexicano, sin embargo, con la llegada de la globalización, fueron introducidas nuevas imágenes de “clase mundial”, de armamento, viajes en cruceros, casas contemporáneas y muchas otras que colonizaron la mente de buena parte de las clases populares, media y alta. El “sueño americano” y el estilo de vida de los europeos se ha convertido en parte integral del imaginario de la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, estas imágenes están detrás del impulso que destruye a los pueblos de México y sus tesoros naturales. A partir del espectáculo de la riqueza, nacen varias fes o credos modernos que invaden no sólo a México, sino a la mayor parte de las personas en todos los países. Estos nuevos credos pueden ser resumidos en los siguientes: Fe en el progreso, en el desarrollo y en la modernización; Fe en la ciencia y la tecnología; Fe en el crecimiento económico; Fe en el Estado moderno y en las instituciones democráticas. Como consecuencia de estos credos modernos, la mayor parte de la gente cree que no existe vida digna en la Tierra sin celulares, lap tops, agua embotellada, autos, trenes rápidos, aviones… y que los periódicos internacionales, las estaciones de radio y las transmisiones de TV son esenciales para vivir bien. Y que no puede haber una sociedad próspera sin abundantes certificados escolares, grados universitarios y doctorados.

Con la aparición del pensamiento económico, durante la revolución epistémica del siglo 18, nacieron estos credos contemporáneos.

Las ideas económicas introdujeron la idea de un mundo sin límites, sin fronteras, de explotación ilimitada de la naturaleza y de legitimización de las actividades de alto riesgo; en esos días, los estados modernos perdieron las nociones de la escala, del tamaño, de la proporción, de los limites y comenzaron a subsidiar y proteger las actividades industriales y el comercio internacional. En ese siglo, se crearon las bases de nuestro sistema legal, con el propósito de proteger a los piratas, los banqueros, las corporaciones; y luego, la ciencia y la tecnología se convirtieron en los socios más importantes de la economía. Nuestro pensamiento moderno y estos credos contemporáneos nacen de esta revolución epistémica. En nuestros días, casi todo el mundo está involucrado en sólo una dimensión de la vida: la dimensión económica: El Hombre Unidimensional, denunciado por Herbert Marcuse en los años 60, está presente hoy en día en todas partes, en todo el mundo. Los tecnocientíficos realizan en estos días experimentos de muy alto riesgo, utilizando energía nuclear, ingeniería genética, nanotecnología, robótica, de forma tal que “convierten a los seres humanos en una especie en peligro de extinción”, de acuerdo con Billy Joy, el gran científico americano de la computación. La economía ha conquistado la mente del hombre moderno y manda el sentido de su vida, sus necesidades, deseos, creencias. La idea de la escasez, esencial para el pensamiento económico, satura el pensamiento moderno. En nuestros días, debido al pensamiento económico, los estados y las multinacionales enfrentan un dilema shakespeariano “crecer o no ser”. La economía está detrás de la fealdad, el gigantismo, el cambio acelerado que ahora domina al mundo moderno.

La economía funciona por medio de diferentes sistemas e instrumentos diseñados por tecnocientíficos.

Sistemas como: los estados, organizaciones mundiales, bancos centrales, operaciones financieras, empleos, escuelas, universidades, hospitales, medios, negocios agrícolas, turismo, transporte; instrumentos como: autos, aviones, internet, celulares, perturban la conducta humana y producen profundos cambios en los valores, creencias, deseos, necesidades; en este proceso, ciertos cambios en la mente humana cambian la percepción de la realidad: una extrañamiento del individuo frente a su comunidad, sociedad o mundo. Los individuos alienados por los sistemas y los instrumentos desean tener más cosas, mas grandes y más rápido, y son los más influyentes. Los sistemas facilitan, desde luego, la “libre elección”, pero, en un mundo sin gente; inculcan el espíritu competitivo, la búsqueda del provecho propio, el gusto por los tecnicismos. Estimulan el anonimato, el conformismo, las adicciones, el consumismo, el servilismo, la subordinación, el desarraigo, el desencanto. Inducen el alejamiento de la naturaleza, la vida dispendiosa, los intercambios sórdidos, el desprecio por el trabajo manual, el amor por las jerarquías, el desdén por la espontaneidad. Convierten el trabajo en una adicción y el consumo en el fundamento de la vida. Los tecnosistemas potencian al sistema dominante y degradan las mentes de la gente. La colonización del imaginario social moderno es sistémica. Evidentemente, estos sistemas económicos están en contra del orden natural y de la convivencia humana; convierten a la pobreza en miseria y producen la terrible violencia que invade al mundo; impulsan la destrucción de la naturaleza.

Las escuelas enseñan las grandes ventajas de la productividad y cómo volverse un consumidor disciplinado; enseñan cómo vivir en permanente servidumbre e insatisfacción. No sólo la Coca Cola o el automóvil son adictivos, también las escuelas y las clínicas pueden volverse una droga. Como dijo alguna vez Iván Illich “El opio de las escuelas es más poderoso que aquel de las viejas religiones”. Los medios masivos sistemáticamente desinforman a la población por medio de la información en exceso; la combinación de la desinformación con la publicidad política y comercial produce deformación, propaganda y manipulación. Como el virus del SIDA, la escuela destruye las defensas inmunitarias; tal como lo hacen los traficantes de droga, la publicidad crea nuevas necesidades. El trabajo cotidiano es cada día más abstracto y requiere más horas: coloniza intensamente el imaginario. El desempleo es percibido como una culpa personal, no como una falla del sistema, lo que conduce a la parálisis y a la destrucción individual y social. En la nueva sociedad de consumo, tal como lo refiere Zygmut Baumann, “los individuos promueven un producto simultáneamente, cuando ellos mismos son el producto que promueven; ellos son el consumidor, el gerente de ventas, el vendedor y el articulo en venta. Los exámenes que deben aprobar las personas hoy en día para tener acceso a las posiciones sociales de mayor reconocimiento exigen que el individuo se recicle en un objeto o propiedad preciosa, en un producto capaz de llamar la atención, atraer clientes y generar demanda”.

Los sistemas modernos producen uniformidad en todo el mundo; las diferencias desaparecen entre las ciudades, suburbios, pueblos, viviendas, paisajes, generaciones, géneros; en este ambiente de uniformidad, la personalidad humana pierde identidad y referencias culturales que le permitan orientar su vida; y así, proliferan las conductas individuales de alto riesgo en el mundo: aumenta, el consumo de drogas, el crimen, los deportes extremos, ciertas formas de sexualidad; el pánico, la vaciedad persiguen a todas las actividades humanas; mientras más aumentan las disfunciones sociales, los políticos y los capitalistas se sienten más poderosos. La tragedia está en que cada día más gente en el mundo desea la creación de más empleos; quieren más inversiones en infraestructura, vivienda, hospitales, experimentos científicos y avances tecnológicos. La gente confía en los sistemas modernos y en las economías en crecimiento; la gente confía en los mismos instrumentos e instituciones que destruyen su vida y su futuro.

La liberación del imaginario social es esencial para relocalizar la vida y la economía.

Es imposible liberar el imaginario social sin una crítica severa al sistema dominante. Esta liberación implica estudios, investigaciones, reflexiones, trabajo sobre sí mismo; implica empeños filosóficos; entraña el deseo de ser libre, la voluntad de cambiar nuestro modo de vida y la construcción de una praxis personal pertinente; requiere una desintoxicación y una educación en los caminos del descrecimiento. “Sin el abandono de la droga del crecimiento, dice Serge Latouche, no podemos cambiar nuestro propio imaginario, mucho menos el imaginario de los otros. No es posible cambiar el mundo con leyes y decretos… La clave está en la auto transformación….Puesto que nuestro imaginario ha sido colonizado, el enemigo se esconde en nuestras mentes…. Sin embargo, debido al carácter sistémico de los valores dominantes…nadie es responsable…; el proceso es anónimo… En consecuencia, el adversario son los otros y nos sentimos incapaces de cambiar nosotros mismos”. Y cita a Baumann “existe un mundo común en la sociedad globalizada y este es el mundo del pensamiento único”. Latouche señala “más allá de la élite, el conjunto de valores y creencias compartido por la gente en el mundo es considerable”. Para liberar a nuestros pueblos, muchos individuos deben abandonar bastantes sueños e ideas, como: tener un auto, una casa en los suburbios o un título universitario; deben abandonar la idea de que tener un empleo es bueno para su salud y su futuro. Los activistas del descrecimiento tenemos que demostrar que podemos vivir con menos infraestructuras, equipos y objetos, y con una mínima dependencia de los gobiernos, los partidos y las grandes empresas.

Pero, la liberación del imaginario social implica, también, la defensa voluntaria de territorios, animales, bosques, ríos, mares, culturas campesinas, bienes comunes, saberes tradicionales, especies en peligro de extinción; entraña la defensa del aire limpio, del espacio público, de los derechos humanos. También, implica el rechazo a los cultivos de organismos genéticamente modificados o transgénicos, al desarrollo de la energía nuclear, de los agronegocios, de las operaciones mineras y petroleras; rechazo a la construcción de confinamientos de residuos peligrosos, de presas, de grandes granjas y establos, de las casas producidas en serie; repudio al uso del automóvil, al “desarrollo local”. La liberación del imaginario social implica, también, la denuncia del llamado desarrollo sustentable; entraña revitalizar el pueblo por medio de la producción hecha para las necesidades locales y el consumo de los productos locales; organizar micro cooperativas y micro sindicatos; reducir voluntariamente el tiempo de trabajo y el consumo; construir nuevas comunidades ecológicas con reglas rigurosas. Además, significa cultivar verduras en nuestras propias viviendas o en nuestra eco región; caminar o andar en bicicleta en nuestra movilidad cotidiana; modificar los excusados y las instalaciones de agua de nuestras casas; separar los residuos; apoyar la moneda, los ahorros y los prestamos locales; el uso o la producción de productos hechos artesanalmente. Abandonar el uso del auto, el consumo de agua embotellada y de carne roja. Por otra parte, la liberación del imaginario social implica el fortalecimiento de nuestro compromiso político y social con los problemas de nuestro pueblo o colonia; colaborar con las iniciativas ciudadanas; trabajar voluntariamente en los asuntos ambientales y sociales sin el apoyo de gobiernos, fundaciones o empresas nacionales o internacionales; experimentar formas de sobrevivir la crisis económica, el pico del petróleo, el cambio climático; rechazar el empoderamiento del Estado y del Libre Comercio; romper con el sistema simbólico de la globalización. Finalmente, y no menos importante, poner arte en nuestras vidas.

Una revolución cultural aparece en la Tierra cuando mujeres y hombres trabajan juntos en el renacimiento de su pueblo, colonia o comunidad, cuando amplían el reino de la gratuidad y la solidaridad, cuando los bendice el amor por la naturaleza, el altruismo, la cooperación, el ludismo, la autonomía y la belleza.

Esta revolución cultural empieza en nuestras mentes, en el momento que somos conscientes, como lo fue Baruch Spinoza, que la vida simple y pobre constituye en sí misma una fuente de luz que nos inspira el entendimiento de las diferentes dimensiones de la pobreza y de nuestra propia potencialidad; que las alegrías de la vida frugal y pobre nos permite liberar el deseo de ser libres hasta nuestros límites naturales y evitar el dominio de las afecciones externas o fantasías que disminuyen o inhiben este deseo y nuestras capacidades. Como lo dijo Spinoza, permitamos que la realidad nos enseñe sus verdades, con el fin de comprender el mundo como es, aquí y ahora; en esta forma podemos liberarnos de toda forma de servidumbre y adquirir una libertad arraigada en la Necesidad; así podremos encontrar buenas respuestas a preguntas muy difíciles. Tenemos que descubrir y respetar la liga esencial que existe entre el Deseo y la Razón, para el buen despliegue de nuestro potencial y para facilitar la creación de sociedades basadas en la libertad y en el respeto a la singularidad de cada quien. Spinoza dijo que “la debilidad consiste únicamente en dejar que las cosas externas conduzcan nuestra vida e ignorar lo que exige nuestra propia naturaleza por sí misma. Siglos después, Gandhi nos dice “Podemos conseguir la libertad a través de la soberanía interna”.

El cambio climático, el pico del petróleo, las tecnologías de alto riesgo pueden traernos fácilmente duros cambios en los años venideros, en nuestros pueblos y comunidades, pero, las transformaciones felices sólo vendrán del descubrimiento de nuestra fuerza interior o potencialidad, mientras adoptamos voluntariamente una vida frugal, pobre, simple y lenta.

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