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29 de marzo de 2010

Combatir la Pobreza Suprimiendo a los pobres

29-10-2008


Combatir la pobreza suprimiendo a los pobres

María Eva García Simone
APM


Con la teoría maltusiana como punto de partida, Estados Unidos prevé “terminar” con la pobreza de las regiones periféricas por medio de un plan sistemático.


Existe una creciente disparidad entre el poder económico que ostentan los países desarrollados en desmedro de los países subdesarrollados, como los latinoamericanos. En este contexto de desigualdad socioeconómica, las grandes víctimas de las crisis financieras protagonistas del escenario mundial -no sólo en la actualidad sino también históricamente- son los pobres. (Ver: “La incertidumbre domina el escenario”. APM 17/10/2008) Millones de personas padecen hambre en el mundo, diversas carencias, enfermedades producidas por la falta de atención sanitaria, restricción al acceso a la educación, desocupación, entre decenas de otros males producidos por las políticas capitalistas que gobiernan el orbe.

Según estimaciones del Banco Mundial (BM), desde 1981 hasta la actualidad, la tasa de pobreza disminuyó en América Latina, teniendo como base el ingreso de dos dólares por día en relación con los precios del año 2005. No obstante, este supuesto decrecimiento de la cantidad de pobres no es suficiente para reducir de manera considerable la pobreza y la indigencia de estos países periféricos.

A su vez, estas cifras del poco creíble organismo financiero internacional parecen dejar de lado las sucesivas estrategias inflacionarias que se suscitan en estas tierras, tras la suba de los precios internacionales, la caída de la rentabilidad de las producciones y los reiterados avatares del sistema económico mundial que tienen como principales víctimas a los países subdesarrollados.

A medida que la brecha asciende entre ricos proxenetas del sistema y pobres carentes de satisfacción de sus más mínimas necesidades, las políticas dirigidas desde los centros de poder -como Washington- hacia los países marginales o subdesarrollados, se centran en la reducción de los beneficios hacia las poblaciones de estos últimos.

En este tejido de falencias sociales y económicas agudizadas por las acciones o inacciones de las clases poderosas, el sistema -que produce con su avance mayores desigualdades- plantea una solución al tema: la planificación familiar.

El conflicto del hambre y la pobreza en las regiones subdesarrolladas se analiza, desde la perspectiva estadounidense a través de la teoría del economista y demógrafo Tomas Malthus. De acuerdo a este estudioso de la población, la misma tiende a crecer más rápidamente que la oferta de alimentos disponibles en el mundo.

En el mundo actual, una de las crisis que más víctimas presenta a diario es la crisis alimentaria. Entre discusiones teóricas por la Soberanía Alimentaria de las regiones -el uso de alimentos para generar combustibles y los precios de los mismos- millones de personas continúan muriendo de hambre y otras millones padeciendo la ausencia del pan de cada día en sus mesas. (Ver: “El mundo sigue con hambre”. APM 19/10/2008)

En los días que corren, 923 millones de personas padecen hambre y las cifras continúan su curso sin que exista un freno que logre disminuir el sufrimiento y la desidia por la atraviesan estos seres.

En este aspecto, la solución sostenida desde las grandes potencias hegemónicas no recae en el replanteamiento de las estructuras sociales y económicas internacionales que generan desocupación y miseria, sino que -por el contrario- se basa en el simplismo de reducir la cantidad de nacimientos para evitar la procreación de “nuevos pobres”.

Tal como lo afirma Eduardo Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina, “incorporadas desde siempre a la constelación del poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el menor interés en averiguar si el patriotismo podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única forma posible de la política internacional”.

De esta manera, algunos de los dirigentes latinoamericanos y las oligarquías optan por seguir al pie de la letra las directivas de las potencias, hipotecando el presente y el futuro de los latinoamericanos. Del mismo modo que sucedió en el pasado con los pueblos originarios.

En su libro Ensayo sobre el principio de la población de (1798), el británico Malthus sostiene que cuando se produce un aumento de la producción de alimentos superior al crecimiento de la población, se estimula la tasa de crecimiento. Por otro lado, si la población aumenta demasiado en relación a la producción de alimentos, el crecimiento se frena debido a las hambrunas, las enfermedades y las guerras.

Por consiguiente, este análisis conlleva a la idea de que la medida tendiente a revertir los males de la humanidad se encuentra en reducir el crecimiento poblacional, sobre todo de aquellas zonas con escasa producción y rentabilidad. Es así como el Banco Mundial -uno de los principales promotores de la panificación familiar- advirtió el en 2007 que: “los donantes adinerados y los organismos de ayuda están perdiendo de vista la utilidad de los anticonceptivos, la planificación familiar y otros programas de salud reproductiva para el proceso de desarrollo”.

Según el informe “Cuestiones de población en el siglo XXI: la tarea del Banco Mundial”, esta ausencia de medidas regulatorias de la tasa de natalidad acarrea una depreciación del crecimiento económico, ya que esta entidad internacional considera que el número de nacimientos de un país se halla íntimamente ligado a pobreza endémica, la educación inadecuada y las elevadas cifras de muertes maternas e infantiles.

La teoría de Malthus contradecía la creencia optimista, prevaleciente en el siglo XIX, según la cual la fertilidad de una sociedad conduciría el progreso económico. En este sentido, aquellas naciones que alcanzaron ese deseado progreso y someten a sus reglas a las demás, consideran dicha teoría como argumento para generar campañas esterilizadoras en territorios pobres.

Existen decenas de ejemplos de campañas esterilizadoras financiadas por Estados Unidos en América Latina en connivencia con las autoridades y organismos locales. Es así como en México, diferentes organizaciones denunciaron estas operaciones forzosas llevadas a cabo por el gobierno, destinadas a eliminar la pobreza. Esta acción fue incentivada por el Fondo para la Población de las Naciones Unidas (FPNU), que propuso al Estado la alternativa de negociar una parte de la deuda externa del país a cambio de aplicar dicho programa.

Asimismo, en Perú, durante los gobierno de Alan García y Alberto Fujimori, se desarrolló un “Programa de Planificación Familiar” dirigido a combatir a las masas pobres. Los métodos utilizados constituían un peligro contra la vida, ya que en muchos de los casos provocaron infecciones, perforaciones intrauterinas, o efectos secundarios ocasionados por las drogas anticonceptivas.

A su vez, en Brasil, según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Población publicado en 1997, la esterilización se aplicó al 40 por ciento de la población como un método de control demográfico. En este sentido, el país promueve la esterilización gratuita en hospitales públicos para toda persona mayor de 25 años de edad.

De esta manera, los esfuerzos de quienes pretendían mejorar los niveles de existencia de aquellos seres signados por la desidia de sus gobernantes, fueron opacados por el crecimiento de las políticas de planificación familiar o esterilización sostenidas desde los intereses hegemónicos con el fin de controlar la tasa de natalidad de las regiones dependientes.

Así como el catedrático y sacerdote anglicano Malthus entendía al excesivo crecimiento demográfico como contrario al progreso económico, Estados Unidos -desde la década del sesenta con el inicio de la “Alianza para el Progreso”– comenzó a considerar al control de la natalidad como una manera de frenar las reacciones revolucionarias latinoamericanas ante la creciente demanda de alimentos y mejoras del nivel de vida.

Asimismo, el ensayo maltusiano pretende señalar que el aumento de la producción de alimentos obedece a una progresión aritmética y el crecimiento del número de seres humanos lo hace según una progresión geométrica. Por lo tanto, se considera como una cuestión positiva al control natural, es decir, a aquellas guerras, epidemias o hambrunas que definen la muerte prematura de las sociedades.

A su vez, el británico postulaba que si se pretende evitar la necesidad de ese control natural, se debería proceder a limitar de forma voluntaria el crecimiento demográfico, a través del retraso de la edad nupcial o de la abstinencia sexual, si era necesario.

Es preciso considerar que esta teoría resulta para las potencias mundiales y sus objetivos obsoleta, debido a que fue formulada en el siglo XVIII. Por ende, estos centros de poder han decidido no sólo fomentar ese “control natural” acrecentando el número de guerras y muertos víctimas de la violencia, del hambre, de las enfermedades, de la ausencia de asistencia sanitaria en las regiones más vulnerables del planeta, sino también considerar al control de la natalidad como otro factor decisivo para la vigilancia de estos territorios.

Entonces, se puede decir que el plan maltusiano ha sido desarrollado, haciéndolo aún más siniestro y sistemático. Cabe considerar que Malthus debido a su condición de religioso anglicano estaba en desacuerdo con las disposiciones de control de natalidad.

Así como lo enuncia el escritor uruguayo Galeano en el libro citado, los crímenes ya no se difunden en las crónicas rojas, sino en las estadísticas de la FAO (organismo para la Agricultura y la Alimentación subordinado por la ONU). (Ver: “La mesa no está servida”. APM 06/06/2008)

Latinoamérica no sólo sufre las altas tasas de mortalidad infantil, sino que también debe obedecer a los planeamientos de control de la natalidad derivados de las políticas hegemónicas. En este sentido, para Robert McNamara, ex presidente del Banco Mundial, uno de los mayores obstáculos para el crecimiento económico de América Latina es la explosión demográfica.

Sin embargo, el continente aún presenta grandes extensiones de tierras sin poblar y el hambre continúa en aumento. ¿Será que en lugar de medidas de control de natalidad, se requieren políticas de producción y generadoras de puestos de trabajo que tiendan a revertir la situación de desempleo y miseria?

Tal como lo escribe Eduardo Galeano: “El imperio (Estados Unidos) propone ahora, con más pánico que generosidad, resolver los problemas de América Latina eliminando de antemano a los latinoamericanos”. A través de políticas eugenistas, es decir, de medidas con una inclinación hacia la perfección de la humanidad a través de la eliminación de los nuevos pobres, en el sentido darwiniano, neomalthusiano y fascista (eugenista era la concepción hitleriana acerca de la sociedad alemana), las potencias mundiales pretenden conservar sus dominios.

megarciasimone@prensamercosur.com.ar

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