Por Dulce Karina Fierros
“El Descrecimiento será feminista o no será”
Serge Latouche en su visita a la Facultad de Economía de la UNAM
“Ella camina silenciosamente, pero, bajo ese aspecto tan tranquilo, es todo furia, pura energía eléctrica. Al mujer común es tan común como una tormenta eléctrica”
Judy Grahn, escritora y poeta norteamericana
El día 8 de marzo se celebra el Día de la Mujer, momento en el que la defensa de los derechos de la mujer es lo que cuenta y en el que debemos reivindicar dichos derechos públicamente con más fuerza que nunca.
El movimiento en pro de los derechos de la mujer no surgió en el siglo XX o en el XIX como muchas pensábamos, sino que existen antecedentes documentados ya anteriormente. Sin embargo, hasta el siglo XX no se han logrado los mayores logros, siempre con el sacrificio y la lucha de numerosas mujeres que no han querido conformarse.
Pero celebrar el día de la mujer, sobre todo en un país como México, aunque necesario, pero no exclusivamente debiera de hacernos referencia a las “luchas” no ganadas, a los derechos aún debidos por nuestra sociedad o a los indicadores de violencia cada vez mas crecientes. Sino que es el espacio perfecto para abrirnos a repensarnos como pilar social e histórico, a pensarnos como elemento sustancial de cualquier sociedad, a pensar en cómo, el papel de la mujer es un punto indispensable en el triunfo de cualquier revolución, sobre todo, si esta vira hacia un cambio estructural e ideológico urgente y permanente.
El día de mujer y todos los días, es el día de pensar cómo queremos ser mañana. Porque no hay historia sin mujeres, ni mujeres sin historia.
El papel de la mujer en la historia es tan importante como indispensable, pues es un pilar ético con capacidad de formadoras o deformadoras. Ellas en el transcurso de la historia han sido quienes han forjado costumbres y hasta culturas, no en vano, en El espíritu de las Leyes, Montesquieu, enuncia que las costumbres hacen las leyes, a las costumbres las hacen las mujeres, entonces son las mujeres quienes hacen las leyes. De tal magnitud es el papel de la mujer.
Pero esta valoración del papel de la mujer a lo largo de las décadas ha sido subestimada, sin darnos cuenta, hombres y mujeres, que la mujer es un pilar para cualquier cambio de paradigma.
Estos últimos día, afortunadamente he tenido a bien conocer a mujeres excepcionales, quienes desde sus trincheras desde hace muchos años, luchan por generar espacios de reflexión y acción, y aunque me considero aún “verde” en estos temas, y de antemano pido adelantadas disculpas si algunos argumentos se quedan limitados, espero puedan comprender que si bien, el presente escrito no es una radiografía perfecta del papel de la mujer en la historia, si tiene el objeto, de verla como un elementos indiscutiblemente fundamental en los movimientos teóricos y sociales que proponen un cambio al sistema que actualmente tiene a sociedades enteras sumidad en miseria e injustica.
La identidad femenina en la frontera entre la conciencia y la interacción social
¿La mujer? Es muy sencillo, dicen los aficionados a las fórmulas simplistas: es una matriz, un ovario; es una hembra, y basta esa palabra para definirla. El término “hembra” no es peyorativo por el hecho de que enraíza a la mujer en la naturaleza, sino porque la confina dentro de los límites de su sexo, y más aún sí ese sexo le parece al hombre despreciable y enemigo aun entre las bestias inocentes.
Espontáneamente, creemos que, sea lo que sea que nos reserve la vida, podemos vivir los cambios permaneciendo “los mismos”. Bajo el término de identidad social (social identity), se ha difundido en el mundo anglosajón un concepto que se refiere obviamente a la persona, pero en su pertenencia a un grupo (y por tanto aquél del cual se diferencia). Esto hace que me surja la pregunta: ¿De qué modo la diferencia de género entra en la identidad social para definir un grupo y comprender una sociedad?
El género es una realidad estructurante de todas las sociedades humanas. “Género” -tanto en su aspecto racional entre el hombre y la mujer como en su calidad de base de las identidades femenina y masculina- es lo propio de las sociedades humanas. La conceptualización del género es un logro reciente de los estudios sobre las mujeres (“Women´s Studies”). Hasta fechas recientes especialistas de todo tipo (médicos, sacerdotes, psicólogos) estaban escribiendo en términos de la esencia del sexo femenino, o del masculino, es decir, biologizando toda la conducta social humana, o situándola en el reino animal. El carácter refutable de las diferencias biológicas entre los dos sexos no aporta ningún dato acerca de su significado social.
El concepto de género fue introducido en el siglo XX, por el psicólogo estadounidense Jonhn Money, en 1955. Fue el primero en establecer diferencias entre sexo y género, señalando que la identidad de género es la conciencia que se adquiere de la igualdad, la unidad y la persistencia de la propia individualidad como varón, mujer o ambivalente. De la identidad genérica surge el rol de género, que es todo lo que una persona hace o dice para indicar a los además o así mismo el grado en que es hombre, mujer o ambivalente. Pero ha sido Robert Stoller (1968) quién estableció más nítidamente la diferencia conceptual entre sexo y género.
Desde un criterio descriptivo el género se define como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres.
Esta diferenciación es producto de un largo proceso histórico de construcción social. Es imposible entender a fondo la permanencia de esta desigualdad, si se pierde de vista que toda comparación entre hombres y mujeres, aún cuando sea estadística, está viciada en su fundamento mismo.
Todo este pensar, tiene su origen en la forma de educar a las sociedades, en la occidental son los padres los encargados de transmitir a los hijos el rol de género, o estereotipos, por citar un ejemplo tenemos cuando a los niños se les regala pistolas, coches y se les inculca la famosa frase: “los hombres no lloran”, mientras que a las mujeres se les regalan para jugar, muñecas y casitas, que le vallan inculcando el deber y el rol de la mujer del hogar.
En la actualidad se considera que un “rol de género sano” es aquel que reconoce y acepta las diferencias sin menospreciarlas o ponerlas en competencia. Esto proporcionara a ambos sexos una posibilidad más libre y menos estereotipada de expresarse y de comportarse.
Y aunque, hoy en día, la educación que se nos imparte es diferente o contempla menos las diferencias entre lo que está permitido y lo que esta apropiado tanto para la mujer como para el hombre, las distinciones de género todavía siguen estando muy arraigadas en las costumbres de muchas familias.
Hablar de género, escribir sobre el género es un discurso social hasta hace algunos años emergente. En plan exabrupto podría diagnosticar que la discriminación de género (del femenino casi siempre) es un problema social de moda, así como lo puede ser también la inclusión del género femenino en muchos espacios.
Las mujeres siguen siendo un grupo marginado, que han desempeñado un rol social caracterizado por la dependencia y la sumisión. Durante el siglo XX han luchado por la igualdad con el varón desde múltiples trincheras. Aspiran a ser consideradas en plenitud como lo que en realidad son: humanas.
El tema de la mujer conduce a un cúmulo de reflexiones y pasa por una amplia gama de puntos de vista e interpretaciones. Hay desde quienes suponen que sobre el tema de la mujer está dicho todo, que el papel que debe desempeñar está inscrito desde siempre en su código genético y que todo en ella se desarrolla conforme la naturaleza lo dicta. Estos son los fieles defensores de lo natural y el eterno femenino, que pugnan por que todo siga igual.
Están quienes cuestionan permanentemente el rol de la mujer, su identidad, sus contradicciones y su historia y que en el curso de los últimos años han hecho contribuciones muy valiosas, entre ellas aportar la noción de género que alude a la construcción social y emocional de los individuos a partir de sus diferencias sexuales, es decir, que ser hombre o ser mujer es algo que se construye, que es producto de las características de una sociedad.
Están también, las mujeres que no pertenecen a ningún grupo, la inmensa mayoría, que con su quehacer cotidiano, sus inquietudes, dudas e inconformidades, adhesiones, atavismos, tradiciones, trasgresiones, miedos y demás, construyen cada día las historias de las mujeres, y que también, a su manera; rompen, quiebran, desprestigian y sacuden, las viejas estructuras que las sujetan.
Y están, finalmente las luchadoras sociales que desde el siglo pasado vienen planteando reivindicaciones entorno a la igualdad y la participación de la mujer; entre ellas se encuentran grupos de mujeres que luchan porque se les reconozcan ampliamente sus derechos ciudadanos. La doble connotación del lugar de la mujer: subordinadas-resistente, es al que hay que identificar. Los malestares, necesidades, pueden provenir, más visiblemente, de un acto de opresión, sin embargo, las acciones de resistencia, generalmente opacadas por la escena de victimización, pueden cumplir una función compensatoria del malestar sentido y dicen más de lo que las mujeres pueden llegar a ser.
El reto y la propuesta: la mujer del descrecimiento
El Descrecimiento entendido como una corriente que objeta al crecimiento que se baja en el crecimiento económico desmedido en el que se sustenta el sistema capitalista, que no conforme con la generación de grandes desigualdades entre países ricos y pobres, ha destruido gran parte de nuestro planeta, pretendiendo continuar con el sueño de un crecimiento constante en un planeta finito.
Con la hipótesis constantemente probada, de que cambiando nuestro estilo de consumo que está directamente ligado a nuestro estilo de vida, de pensar, de desear, por un modo más simple, más eco-responsable, estaremos menos estresados, pero sobre todo, preparados ante cualquier crisis de un sistema que se sustenta en el intercambio y no en la autogestión.
Pero el término decrecimiento no es fácilmente aceptado, ya que al tiempo en el que se escuchan voces que apoyan el moviendo, también son cada vez más las que ven esta concepción como negativa, sosteniendo que es contradictorio que se plantee decrecer a los países que ni siquiera han alcanzado un grado de crecimiento que les permita una vida digna o derechos humanos fundamentales. Asimismo se sostiene que traería desempleo y otros problemas sociales. Dichas posturas son muy discutibles, pero una cosa es real, se necesita un cambio drástico para disminuir nuestra huella en el planeta.
Si bien el cambio propuesto por esta postura debe provenir de la sociedad y de las autoridades, es decir, de un complemente de abajo hacia arriba, poco se ha discutido sobre el papel estratégico que tendrán las mujeres dentro de esta propuesta.
Amaia Pérez Orozco, compañera española, economista feminista crítica, propone el concepto de “Cuidadanía”, que parte de eliminar del centro de nuestro actuar y de nuestro imaginario, el proceso mercantil del sistema capitalista, y lo transformemos por una idea que revalorice los cuidados, que van desde los cuidados de unos mismo, hacia con los demás, pero fundamentalmente hacia el entorno natural.
Partiendo de la idea de cambiar la percepción de la vida como un medio y no como un fin, pero de un fin de acumulación de capital, dejando ver que la vida humana y la no humana está en peligro, porque el ser humanos a dejado que se le trate como un objeto de intercambio y donde la naturaleza no se contempla como un ente con derechos.
Si bien esta postura abre muchos espacios de reflexión pero sobre todo de acción, considero pertinente que para llegar a concretar dicha postura, se debe de partir de un estadio previo, de una concepción inicial, íntimamente relacionada con el imaginario social, particularmente el femenino.
Porque son las mujeres doblemente esclavas de este sistema, primero esclava del sistema patriarcal, y luego esclava de un sistema que la limita a la imagen y lo efímero, que la aprisiona, que la ridiculiza, que la manipula y que la extermina, pero donde la mujer colonizada se siente realizada, reproduciendo esa colonización aceptada a su estirpe.
Es por esto que muchos se ha dicho de que el discurso de la desigualdad de las mujeres está de moda, pero también lo es el discurso que apela a un mundo, a una sociedad más equitativa, sin darnos cuenta que lo que pretende es hacer de la mujer un objeto mas del sistema, no solo como un ente pasivo consumista, como lo fue durante muchos años, sino que ahora, su fuerza de trabajo es también redituable y por ello importante.
La mujer del descrecimiento, mi mujer del descrecimiento, debe de quitarse en primer lugar las cortinas de humo que no la dejan ver que es, desde cualquier trinchera esclava de una sistema que le “vende” la felicidad materializada en mercancías, que la abruma de imágenes basadas en una estética lejos de lo natural que solo la presionan a una cárcel con barrotes de insatisfacción, le venden una idea de libertad solo dentro de un sistema de trabajo que desprecia lo vernáculo, es decir, debe de ser la primera en descolonizar su imaginario, porque en el momento en el que se dé cuenta de su valor, dejara de creer que vale solo por su fuerza de trabajo o su imagen.
Después debe de concebirse como un eje en la historia de la humanidad, y como pilar de la ética social, lo que requiere que las mujeres de cualquier edad y bajo cualquier contexto, conozcan sus raíces, conozcan su historia, se conozcan a sí mismas.
El día de la mujer es un día que abre el telón a todas aquellas deudas de respeto, equidad y libertad para las mujeres, es un espacio que muestra grafica y presencialmente la fuerte violencia que se ejerce contra la mujer en nuestro país, pero no abre un espacio propiamente donde de mujer a mujer, de mujer a hombres y de hombres a mujeres, redimensionen la realidad y contemplen el trabajo que hombro con hombre deberán de seguir frente una mundo que se desmorona social, económica y naturalmente.
Deberán ser espacios donde se plantee el papel de la mujer dentro de las nuevas propuestas para salir de la crisis, para descolonizar el imaginario, para simplemente vivir mejor.
El reto es actuar en la esfera de lo público, pero sin repetir esquemas que generen esquemas de más de lo mismo, que valla de la mano con la evolución personal, porque ningún cambio al desorden mundial será posible sino partimos de cambiar nuestros valores, perspectivas y prioridades.
Porque seguirá existiendo la violencia contra la mujer, mientras haya una mujer que lo permita, porque la sumisión aceptada, ejercida y reproducida, es el principal reflejo de un imaginario colonizado.
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