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26 de septiembre de 2009

Decrecimiento: sencillo de explicar, difícil de asumir

Luis González Reyes
Revista Pueblos


¿Saldrías esprintando si tienes que recorrer 80 km. en bici? No, porque la velocidad te dejaría sin resuello. ¿Qué pasó con la gallina de los huevos de oro? El ansia de velocidad de acumulación mató a la gallina y al futuro.
Esto es lo que le está pasando a nuestro planeta. Vivimos a una velocidad por encima de lo sostenible. Una velocidad de apropiación de recursos y de generación de residuos superior de las capacidades del entorno.
Así, el cambio climático es debido a que estamos generando gases de efecto invernadero (residuos) por encima de la capacidad de ser asumidos por parte de la atmósfera (sumidero). El agotamiento del petróleo (recurso) se debe a que estamos consumiéndolo por encima de su tasa de renovación. Podemos hacer un repaso por todos los problemas ambientales enmarcándolos en estas dos categorías: excesiva velocidad de consumo de recursos o excesiva velocidad de producción de residuos.
La solución es obvia: consumamos recursos y produzcamos residuos a los ritmos asumibles por la naturaleza. Pero, ¿por qué avanzamos en la dirección contraria?
Aquí la cosa también está clara. Vivimos en un sistema, el capitalista, que funciona con una única premisa: maximizar el beneficio individual en el más corto espacio de tiempo. Uno de sus corolarios inevitables es que el consumo de recursos y la producción de residuos no para de aumentar a velocidades exponenciales.
No es que haya una mente maquiavélica que diga: voy a ventilarme el planeta (aunque sí que hay quienes estén por la labor). Es una simple cuestión de reglas de juego: o te atienes a maximizar tus beneficios o te quedas fuera. Quedarse fuera es que tu empresa es absorbida o pierde su mercado. Atenerse a las reglas es que lo único que importa son las cuentas a final de año y, sólo bajo presión, el entorno o las condiciones laborales.
Pero el problema va más allá de los impactos ambientales y sus implicaciones sociales (el cambio climático es uno de los principales problemas sociales por su ataque a los medios básicos de supervivencia: agua, agricultura y tierra). Indudablemente hablar de lo que supone la velocidad del capitalismo implica nombrar a quienes esta velocidad expulsa y explota.
Si tengo 100 manzanas para 100 personas y 20 (qué casualidad, la mayoría hombres) se quedan con 80, porque el sistema no sólo produce acumulación, sino que necesita esa acumulación... Vamos, que tenemos un problema de sobrevelocidad, pero también de inequidad. Tenemos una tarta en la que nos tenemos que preocupar no sólo del reparto justo, sino también del tamaño, que no puede ser demasiado grande.
Atajar el problema de sobrevelocidad que tenemos pasa por abandonar la obsesión intrínseca de este sistema por el crecimiento. Pasa por el decrecimiento de quienes ya hemos crecido demasiado. Significa que los países del Norte tendremos que recortar drásticamente nuestro consumo de recursos y producción de basuras hasta acoplarlos a la capacidad de producción y reciclaje de la naturaleza.
Pero no en todo se tiene que decrecer ni de igual forma. Hay que decrecer en el consumo de energías fósiles, creciendo en el de renovables (hasta un punto); o decrecer en la producción de materiales sintéticos, sustituyéndolos (en parte) por naturales. Todo ello entendiendo que el aumento de la eficiencia y la apuesta por los productos cien por cien reciclables es importante, pero no suficiente. El parque automovilístico actual es mucho más eficiente que el de hace 30 años pero... contamina más (hay más coches); y una granja de cerdos puede producir deshechos cien por cien reciclables pero... a una velocidad inasumible por los ecosistemas. Así que: más eficiencia, cierre de ciclos de la materia, energía solar pero... con decrecimiento. Sólo así el Sur (y los sures del Norte) podrán aumentar sus niveles de consumo de recursos y de generación de residuos para alcanzar los mínimos para tener una vida digna.
Es decir, la propuesta de decrecimiento no implica que todo el mundo decrezca ni que decrezcamos en cualquier cosa, sino que el decrecimiento busca la equidad en la austeridad. Es comprender que vivir mejor es vivir con menos. El decrecimiento no es un objetivo, es un medio hasta alcanzar parámetros de sostenibilidad.
Pero es una propuesta muy difícil de asumir, al romper las reglas de juego capitalistas e ir contra quienes detentan el poder. Sin embargo es algo inevitable, o decrecemos por las buenas o lo haremos por las otras, ya que los límites de recursos y sumideros del planeta los tenemos ya encima, y la física no veas lo tozuda que es.


* Luis González Reyes es miembro de Ecologistas en Acción.
Este artículo ha sido publicado originalmente en la versión impresa de la Revista Pueblos número 34, de Septiembre de 2008.

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