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6 de febrero de 2011

Sin consumo, no hay capitalismo

Sin consumo, no hay capitalismo
Entrevista a María González en Píkara magazine


 

María González Reyes es la coordinadora del área de Consumo de Ecologistas en Acción y miembro del grupo contrapublicista ConsumeHastaMorir. En esta entrevista nos desgrana los absurdos mecanismos de un sistema capitalista que se colapsa si deja de crecer, y que usa la publicidad como lubricante para mantener “la ilusión del consumo infinito”.

¿Cómo ha afectado la crisis a las tendencias de la población sobre el consumo?

Esta crisis que va más allá de la económica, es una crisis social y ambiental cuya causa está totalmente ligada al sistema económico capitalista. El problema central se basa en la incompatibilidad esencial entre un sistema socioeconómico basado en la extracción de recursos y generación de residuos creciente y un planeta con límites. Este sistema se está expandiendo como un tumor por todo el planeta y, además, a una velocidad alarmante. Cabría preguntarse por qué avanzamos en sentido contrario al que la lógica trazaría, y seguimos consumiendo cada vez a un ritmo más rápido cuando el deterioro es innegable. Y la respuesta está ligada al sistema económico imperante, que se basa en maximizar el beneficio individual en el menor tiempo posible. Un sistema que requiere que el consumo de recursos y la producción de residuos no puedan parar de crecer.
El crecimiento no es una consecuencia posible de este sistema; es una condición indispensable para que funcione. Si la economía capitalista deja de crecer, se colapsa. Es por esto, porque el consumo es lo que permite que la maquinaria del sistema siga funcionando, por lo que el Gobierno dice que para solucionar la crisis hay que incidir, precisamente, en continuar haciendo obstinadamente lo mismo que la ha generado: consumir y consumir. Y los consumidores y consumidoras seguimos intentando mantener el ritual, sintiéndonos culpables de la crisis económica si dejamos de consumir, y poco solidarios si protestamos contra los recortes sociales que el Gobierno está haciendo. No deja de ser una triste paradoja.

¿Que impacto tiene el consumo en los países enriquecidos sobre los empobrecidos?

Precisamente porque los recursos del planeta son limitados, hay una pequeña parte de la población mundial que ha creado las reglas del juego para poder disponer de esos recursos escasos a su antojo. Hablar de lo que supone la velocidad del capitalismo implica nombrar a quienes expulsa y explota esta dinámica. Vivimos en un mundo en el que hay 100 manzanas para 100 personas y 20 (qué casualidad la mayoría hombres) se quedan con 86. El sistema no sólo produce acumulación sino que necesita esa acumulación. Hay un problema de sobrevelocidad, pero también de inequidad.
A nivel ambiental, hace tiempo también que el planeta comenzó a dar la voz de alarma. Si miramos y nos fiamos de lo que observamos, llegaremos a la conclusión de que la mayor parte de las cosas verdaderamente importantes van a peor: los ríos no sirven para beber, el aire está contaminado, disminuyen las zonas boscosas, las reservas pesqueras, la energía fósil, el tiempo que las personas tienen para dedicar a cuidar y relacionarse con los demás, la biodiversidad etc.
Y en cuanto a la incidencia del consumo en el aspecto cultural, la expansión del sistema económico genera la creación de identidades globalizadas basadas en el consumo. Esta homogeneización va en contra de la diversidad, y la vida es producto de la diversidad. Igual que ocurre en un monocultivo, en el que una sencilla enfermedad puede acabar en poco tiempo con toda una cosecha, sin diversidad cultural, humana, reducimos el abanico de nuestros aprendizajes, nuestra capacidad de adaptación a situaciones cambiantes, nuestra capacidad de reconstruir lo dañado. La homogeneidad que el sistema de consumo pretende no apunta hacia la complementariedad ni al ejercicio de la interdependencia, condiciones ambas para la creación y el mantenimiento de la vida.

¿Qué papel juega la publicidad en este modelo?

Es esencial, es la herramienta que lubrica y engrana el sistema, y hace que la ilusión del consumo infinito se mantenga. Es el que permite que el modelo y los valores consumistas se extiendan por todo el planeta: el despilfarro, la insolidaridad, la homogeneización, el individualismo, el hedonismo... Valores todos que hacen que, a pesar de que la publicidad nos prometa lo contrario, seamos la cultura que más signos de hastío e infelicidad ha demostrado.

¿Cómo muestra la publicidad a las mujeres hoy en día?

El papel que desempeña la mujer en la publicidad, sorprendentemente, no ha cambiado mucho desde sus comienzos. En cualquier caso, la publicidad no entiende de ideologías: la misma empresa se hace feminista convencida cuando se trata de vender un coche utilitario pequeño, y es capaz de defender los valores patriarcales más rancios cuando lo que hay que colocar en el mercado es un coche familiar. No entiende de ideologías pero es el canal de generación de la ideología del consumo como fuente de resolución de los problemas.

¿Qué campañas habéis desarrollado desde los movimientos de base para frenar el impacto mediático del consumo?

Hay muchos colectivos sociales que, en este último tiempo, están creando campañas y trabajando en la creación de alternativas relacionadas con el tema del consumo. Yo destaco dos. Por un lado,el Día Sin Compras, que se celebra a finales de noviembre. Es una campaña internacional que busca no tanto no consumir un día, sino hacer una denuncia del modelo de sobreproducción y sobreconsumo en el que estamos inmersos. Por otro lado, los Premios Sombra de la publicidad, que se conceden a final de mayo, coincidiendo con los Premios Sol que se otorgan en Donostia a los mejores anuncios publicitarios. Se trata de elegir, siguiendo varias categorías, los anuncios que promueven los valores más consumistas, más insolidarios, más machistas, los que más mienten... Con la idea de desenmascarar el papel ideológico que cumple la publicidad, para poder trabajar en la vía de la transformación del modelo de producción, distribución y consumo.

¿Qué consejos darías para que consumamos de forma crítica y consciente?

Invitamos a reducir el nivel de consumo y a reflexionar acerca de los valores consumistas, a la vez que proponer y experimentar alternativas. Se trata de hacer una reflexión colectiva sobre nuestro modelo de consumo y promover el ejercicio de un consumo crítico y responsable como una acción política para cambiar las cosas, siguiendo la vía del decrecimiento. Para comenzar este camino se necesita un cambio de mirada, una revisión de nuestros valores: colocar la vida en el centro de la reflexión y de la experiencia, vincularse al territorio próximo, alentar la diversidad, tejer comunidad y poder comunitario, hacer acopio de saberes que acercan a la sostenibilidad, desenmascarar y denunciar el actual modelo de desarrollo y experimentar alternativas. Todo ello en tres niveles de resistencia: uno individual, la simplicidad voluntaria. Otro de creación de alternativas colectivas, que permiten inventar otras formas de vida para generalizarlas. Y un nivel político, el de los debates y decisiones colectivas fundamentales en la definición de la sociedad. Así nos encaminaremos a crear otros mundos más justos, sustentables y en paz con el planeta.

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